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Video: ruido de bares y discotecas les quitan el sueño a vecinos de Juanambú, oeste de Cali

Proliferación de negocios obligó a los residentes de este barrio a usar tapones de oídos y pastillas para dormir.

4 de febrero de 2013 Por: Diana Carolina Ruiz G., reportera de El País.

Proliferación de negocios obligó a los residentes de este barrio a usar tapones de oídos y pastillas para dormir.

Se suponía que a sus 90 años ya nada debería quitarle el sueño. Es un empresario jubilado que vive con su esposa de la pensión de años de trabajo. Su vida, dice él, debería ser tranquila si ese “pum, pum, pum” no invadiera todos los rincones de su apartamento cada fin de semana. Es ese ruido que José Albornoz no es capaz de describir, pero que aparece después de las 10:00 p.m. producto de una mezcla de ritmos ajenos a su gusto. Son la música electrónica, reguettón, salsa y bachata sonando al mismo tiempo. Son los conjuntos vallenatos tocando en vivo al unísono de los pitos y el ruido propio de los vehículos que circulan por la Avenida 9N. Es el cántico frenético de algunos rumberos poseídos por el alcohol. Ese es el estruendo unificado que le quita la paz a sus noches de vejez.No es el único. Para los residentes de por lo menos 450 apartamentos y casas del barrio Juanambú, en el noroeste de Cali, dormir se les convirtió en un suplicio. El exceso de ruido por la proliferación de bares y discotecas en este sector residencial tiene literalmente a sus moradores con insomnio.El panorama es perturbador. Mientras que el nivel permitido de ruido en un sector residencial como este es de 55 decibeles (dB), los aparatos de medición de impacto de ruido del Dagma promedian que el umbral sonoro se acerca a los 75 dB. Es como si todas las noches los vecinos escucharan el ruido que produce una aspiradora en funcionamiento. Tan fuerte es el bullicio que, según las estadísticas de la autoridad ambiental caleña, hay locales nocturnos en los que se han registrado hasta 87,6 dB. Ese alboroto es casi igual al que produce el silbido de un tren dentro de un túnel, según los estudios de umbral de ruido.Hay vecinos que cuentan que los vidrios de sus apartamentos ubicados en pisos altos se estremecen todas las noches de jueves, viernes, sábados, domingos y festivos y que ni siquiera cerrando las ventanas o poniendo sábanas o toallas sobre ellas el sonido de la rumba mengua.“A uno fácilmente le puede vibrar hasta la cama. Incluso personas que viven en medio de estos locales han dicho que los cuadros de su sala se ladean porque las paredes vibran. Son esos bajos que produce la música, pero que no detectan los medidores del Dagma”, dijo Diana Casasfranco, presidenta de la Junta de Acción Comunal, JAC, de Juanambú, una damnificada más.Ovejas por pastillasPara quienes viven entre las avenidas 8N y 9AN entre calles 13N y 9AN, zona donde se concentra la mayor presencia de establecimientos nocturnos con venta y consumo de licor, no es menor el tormento. En una sola cuadra se pueden contar hasta cinco de estos locales en medio de torres de apartamentos y casas. Por eso, en este barrio ya no sirve contar ovejas para conciliar el sueño. Aquí no se duerme si no se tienen tapones para los oídos o incluso pastas para dormir, elementos presentes en las mesas de noche de muchos habitantes del barrio, en su mayoría adultos y población de la tercera edad. “Hace tres años vivo aquí y ya el médico me está tratando por un cuadro crónico de insomnio. Tengo episodios de angustia, llanto y depresión, sin las pastillas no duermo”, cuenta otra jubilada de 66 años habitante de la Avenida 9N con Calle 10N.Tomás, de 11 años, dice que el sueño que no logra conciliar en las noches se apodera de él en las mañanas, cuando comienza la clase de inglés o ciencias en el colegio. “Ni poniéndome todas mis cobijas encima me puedo quedar dormido y como me levanto a las 5:00 a.m. a toda hora estoy cansado”, cuenta el niño.Hárold Baeza dice que ya no queda nada de la tranquilidad que hace 40 años reinaba en Juanambú. Ahora, el sueño se le interrumpe a las 2:00 a.m. o 3:00 a.m por la música, las peleas callejeras o los que siguen la rumba con los equipos de vehículos a todo volumen.A otra jubilada de 70 años, cuya casa está en medio de un restaurante bar y un bar de la Avenida 9N, se le acabó el hábito de lectura antes de dormir. “Antes leía hasta medianoche, pero ahora no paso de las 10:00 p.m. porque quién se concentra”.Caminata contra el silencioEl problema del ruido viene creciendo desde hace cinco años, según los líderes comunitarios del barrio. Explica Diana Casasfranco, de la JAC de Juanambú, que existe un abuso en los usos del suelo.“No estamos en desacuerdo con el desarrollo. Queremos que vuelvan los locales bonitos y los restaurantes gourmet. Lo que no queremos son ‘disfraces’”, aseguró la líder. Se refiere a restaurantes que de noche se convierten en bares y a supermercados y tiendas de barrio o boutiques donde se expende licor en las noches, según pudo comprobar este diario en una visita nocturna al sector.“Allí la mayoría de locales nocturnos tienen procesos administrativos abiertos por no tener los documentos en regla. Algunos tienen orden de cierre definitivo, pero esto se demora porque hay que respetar el derecho de los dueños de apelar el proceso”, dijo Eduardo Bohorquez, subsecretario de Convivencia y Seguridad de la Secretaría de Gobierno de Cali. Hay propietarios de locales nocturnos, como Jhonatan López, que dicen que “muchos como yo hemos hecho obras para mitigar los efectos del ruido, pero hay algunos que no cumplen. Hay que ponerse en los zapatos de los vecinos”. Entonces, el exceso de ruido motivó la creación de pancartas y romerías nocturnas por el barrio, en rechazo al insomnio. “Es que los fines de semana mucha gente se va de la casa porque no descansa. Pero, ¿qué pasa con nosotros que quedamos como secuestrados aquí? No es justo que no podamos dormir”, dijo Alejandra Valero, quien vive en medio de dos discotecas.Justo esa especie de secuestro es la que también le quita el sueño a los moradores del barrio. Dicen que sus predios se han desvalorizado y nadie quiere comprarlos por el ruido. Por eso es que jubilados, niños y adultos salen a veces a caminar de noche para pedir menos bulla. “Pero a veces uno se resigna. Uno se pregunta ¿hasta cuándo esto? A veces, es mejor ponerse los tapones y tratar de dormir”.SancionesEn 2012, a once locales nocturnos de Juanambú, el Dagma les suspendió la actividad o les decomisó los equipos de sonido por violar el parámetro de decibeles permitidos.De acuerdo con la normatividad, la medida se levanta una vez los propietarios hagan las adecuaciones acústicas requeridas.Los propietarios de locales infractores por ruido tienen hasta ocho días para presentar descargos, una vez notificados de la suspensión de actividad o decomiso de equipos.Aunque realicen las adecuaciones y vuelvan a funcionar, los infractores no están exentos de recibir multas económicas de hasta 300 salarios mínimos mensuales (más de $170 millones).Para los reincidentes, la norma estima cierres temporales de hasta tres meses. Si incumple de nuevo, el cierre es definitivo.De acuerdo con informes del Dagma, en 2012 a ningún local nocturno de Juanambú se le aplicó cierre preventivo o definitivo.Además de la rumba, el ruido tiene otras fuentes como el tráfico e invasores del espacio público. “Tránsito y Gobierno también deben hacer control en estos temas”, explicaron funcionarios del Dagma.

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