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Casa en el barrio La Merced. | Foto: El País.com.co

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Seis joyas del patrimonio de Cali que todo caleño debería conocer

Los dueños de las casonas han preferido mantenerlas prístinas, en lugar de dejarlas caer. Ejemplos de cómo sostener la historia.

2 de julio de 2017 Por: Felipe Salazar Gil, reportero de El País

El estoicismo con el que algunos propietarios de los bienes de interés cultural cuidan sus casonas de más de ochenta años -y otras de más de dos siglos- de antigüedad, es comparable con el de los médicos que trabajan con sueldos pendientes solo por el gusto y la vocación de salvar vidas. Es el sentido de mantener latente la historia de una ciudad que pierde su memoria a diario.
Son contadas las familias que todavía residen en estas casas y las conservan como joyas arquitectónicas. Con el paso de los años, los cambios de usos de los sectores en los que están ubicadas y los altos costos de mantenimiento de estas viviendas, han hecho que la belleza de las edificaciones deje de ser apreciada por los residentes y ahora sea contemplada por comensales de restaurantes y viajeros que se quedan en hostales y hoteles.
El POT señala que en Cali hay 272 predios con declaratoria patrimonial municipal o nacional, por lo que deben ser preservados y cualquier intento de modificación debe ser consultado al Municipio. De estos inmuebles, 110 son bienes de interés cultural municipal con un uso de vivienda urbana o rural.
Víctor Martínez, de la Sociedad de Arquitectos del Valle, asegura que el patrimonio inmueble de Cali se pierde cada vez más porque sus propietarios no están interesados en protegerlos, darles un uso diferente al habitacional o carecen de incentivos estatales. “De los bienes de interés cultural que tenía la ciudad, solo queda el 0.08 %”, advierte.

Un tesoro de Santa Rita

La Casona Doña Sol, una casa que data de 1956 y fue diseñada por los arquitectos Herman Calero y Félix Mier y Terán, es uno de los dos bienes de interés cultural que hay en el barrio Santa Rita, al oeste de Cali. La casa de estilo español californiano, empotrada en la esquina de la Avenida 3 con Calle 11 Oeste, todavía preserva su integridad en fachada e interiores, pues tiene una torre semicilíndrica con vitrales y calados, muros rugosos, enchapes en piedra, una pileta hecha en roca volcánica y un elaborado trabajo de carpintería.

Fernando Gutiérrez, propietario de la vivienda, dice que la casa no ha sufrido modificaciones y que, a diferencia de otros patrimonios, “es muy agradecida y está tan bien hecha, que no pide mucho mantenimiento. En varias ocasiones han ofrecido comprarla, pero sé que si la vendo va a venir alguien a cambiar su esencia para volverla un negocio. Eso es inadmisible, porque lo que resta del patrimonio de la ciudad hay que protegerlo a como dé lugar”.

Los arcos que aún viven en Miraflores

En este barrio del sur de la ciudad solo quedan cinco casas patrimoniales, todas de arquitectura neocolonial. Una de ellas es la azul cielo ubicada a mitad de la Carrera 24A, con la placa 3-69, donde desde hace 19 años viven Marieta Márquez y Óscar Medina. Esta casa no se ha tocado por la vocación que sienten sus dueños a cuidar la historia, a preservar lo que otros desecharían de un tajo. “Nos encanta la casa por lo que representa para el barrio, es un símbolo de lo antiguo del vecindario y la arquitectura que hace años tuvo Cali”, asegura Marieta, quien dice que la JAC de Miraflores “siempre está vigilante para que no se le haga nada a las casas”.
Los cambios de la casa han sido ínfimos en todos estos años, cuenta Marieta. “Solo pusimos una reja en el portón para evitar que los habitantes de calle hicieran sus necesidades en el predio, nada más”, dice. Allí, aún se conservan los portones en madera que separan la sala del comedor, las perillas antiquísimas de bronce en las puertas, una fuente en el patio trasero.

El monumento que se está volviendo inviable

Fundada en 1940 por un empresario que le habría vendido piezas en cuero a los nazis, la pensión Stein es uno de los últimos ejemplos de conservación del patrimonio en el barrio Centenario, al oeste de Cali. Aunque en un principio sirvió de residencia privada, este 2017 se cumplirán sesenta años desde que este bien de interés cultural tipo 2 (conservación tipológica y exterior) se convirtió en hotel, uno que se está volviendo inviable sostener. Heinrich Frei, dueño de este edificio de arquitectura neocolonial, comenta que uno de los principales líos son los impuestos. “Hace cuatro años tengo demandado al Municipio porque incrementaron en $25 millones el predial y no tengo acceso a rebajas. Un hotel familiar no tiene cómo pagar esa suma, menos con la competencia que hay en la ciudad”. Frei indicó que el mantenimiento “es terrible, porque las paredes están hechas de mármol de arena y cada año y medio hay que cepillarlas para quitarles el hongo; eso cuesta $5 millones. A esto se suma que el piso y parte del techo son en madera y toca inyectarlos permanentemente para evitar el gorgojo. El Estado parece enemigo de los que tenemos estos bienes, porque no ayuda a preservarlos y siempre está poniendo trabas para evitar que sean sostenibles”.

Un patrimonio familiar que perdura a pesar del cambio

Sobre la Calle 14 entre avenidas 9 y 9A, en medio de mueblerías, hostales y restaurantes, sigue firme la única casa familiar del barrio Granada que tiene una mezcla de arquitectura republicana y neocolonial. Fue construida en 1951 por Rafael Navia y Yolanda Velasco, padres de la actual propietaria, Clara María Navia, y desde entonces está intacta en su fachada e interior.

Su estado de conservación es tal, que la casa ha servido como escenario para grabar series de televisión como la que hace tres años retrató la vida y obra de la cantante de música ranchera y bolero, Helenita Vargas. No ha sido fácil sostener durante 66 años este bien de interés cultural tipo 3 (conservación externa), pues al extremo cuidado que requiere el mantenimiento de esos 500 metros cuadrados, se suma el alto costo de los impuestos, dice Navia.

“Tener en las manos un patrimonio es costoso y no tiene reconocimiento alguno. Pedimos una rebaja en el impuesto predial, pero el Municipio la negó; pusimos tutela y ni así la logramos. Eso es injusto, porque hay otras viviendas en iguales condiciones y tienen el beneficio. Cualquier arreglo que se le tenga que hacer a la casa representa un alto costo y eso sería mucho más asequible si tuvieramos un beneficio”, aseguró Navia.

El castillo que es usado por los viajeros

El castillo Molina Mejía, construido en 1930 con un diseño del arquitecto puertorriqueño Felix Aguilú, hace parte del grupo de ocho casas patrimoniales del barrio Centenario.

Aunque estuvo abandonada durante años, un grupo de emprendedores caleños recuperó la edificación y le devolvió el uso en el 2014, no para que una familia lo utilizara como residencia -como fue pensado recién se construyó: para albergar a una familia aristocrática- sino como un hostal que es utilizado, principalmente, por extranjeros.
El castillo todavía preserva su característico enchape en piedra amarilla en la fachada, el tejado de barro con estructura en madera. Sin embargo, se han hecho modificaciones menores, como la restauración de las escalinatas interiores.
Nicolás Rodríguez, encargado de la atención del hostal, dice que la principal amenaza para la casa son los gorgojos, que con los años han hecho mella en la madera del piso y el techo de la edificación, por lo que la inmunización debe hacerse regularmente.

Patrimonio nacional, sostenido con las uñas

La casa que sirve de sede a la Sociedad de Mejoras Públicas, en el barrio La Merced, es la única vivienda esquinera y de una planta que conserva la esencia de los caserones solariegos de antaño en la ciudad. En este patrimonio de la Nación todavía se preservan los altos ventanales, los patios con piso empedrado, las paredes gruesas de adobe y el techo con tendido de caña brava, cubierto de barro y con tejas de barro cocido.
Cuenta Nicolás Ramos, de la Sociedad de Mejoras Públicas, que algunas de las ‘maromas’ que se deben hacer para mantener en pie esta casa histórica, son alquilar el sitio para recepciones de matrimonios y conferencias. “La casa hay que pintarla, al menos, dos veces al año y eso cuesta $15 millones cada vez. Las palomas también causan problemas, porque además de ensuciar la casa, se meten entre el tejado y generan goteras. Todo toca autogestionarlo, porque así la casa esté exenta de predial, los gastos no se pagan solos. Si un bien patrimonial no produce, no es viable”.

Bienes exonerados

  • Entre los contados beneficios que tienen los BIC, se cuenta la exención del impuesto predial.
  • Según la Dirección de Hacienda, este año se han recibido 359 solicitudes de exoneración por parte de los propietarios de los bienes. A la fecha, se han concedido 167 exenciones y negado 55. Otras 157 solicitudes están en análisis.
  • Las exenciones concedidas suman $368 millones.

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