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Retrato de un fotógrafo ciego

A los 11 años, Jesús Edwin Navia perdió la visión. A los 16, decidió ser fotógrafo. ¿Por qué? Un taller inédito en el mundo, un profesor que creyó en él y una pasión que se descubre son algunas de las respuestas.

9 de septiembre de 2011 Por: Santiago Cruz Hoyos Reportero de El País

A los 11 años, Jesús Edwin Navia perdió la visión. A los 16, decidió ser fotógrafo. ¿Por qué? Un taller inédito en el mundo, un profesor que creyó en él y una pasión que se descubre son algunas de las respuestas.

La foto estuvo expuesta sobre una pared blanca de la Biblioteca Departamental. Era la imagen a color de una mujer. Estaba de pie, en su habitación. Tenía inclinado su tronco hacia el suelo, como si estuviera haciendo una venia a un público imaginario. El cabello, larguísimo hasta los tobillos, caía. Como una cascada. El autor se llama Jesús Edwin Navia. Ya lo había dicho: siente una inquietud, un gusto particular, por fotografiar el pelo de las mujeres. El cabello en este caso funciona como objeto inspirador. El fotógrafo, a través del tacto, puede medirlo en su extensión, en su volumen, rozar su textura. Y eso le abre un montón de posibilidades. A través de esa manipulación imagina, pinta la foto en su mente. Es ahí cuando se alista a disparar la cámara. Jesús Edwin Navia es ciego. IIÓscar Marmolejo está sentado en una silla plástica, bajo un árbol, en la sede de la Fundación Carvajal del barrio El Poblado, Distrito de Aguablanca, en Cali. Alrededor hay niños que juegan, que gritan. Óscar, mientras tanto, conversa sobre su vida. Es comunicador social de la Universidad del Valle. En Argentina adelantó estudios sobre medios de comunicación. Y desde sus años de universitario tuvo un interés por resolver lo que él llama “paradigmas sociales”. Por ejemplo: no entendía cómo era que un muerto llegaba “tan bonito” a un ataúd. Para resolver el misterio preparó un ensayo fotográfico sobre el proceso de embellecimiento de los cadáveres. También se preguntaba cómo era la vida de los travestis en la noche de Cali, o cómo el desplazamiento forzado hacía que aparecieran en la ciudad personajes curiosos: hombres que interpretan a ‘Hulk’, el hombre increíble, en los semáforos; muchachos que se disfrazan de ‘Transformers’; seres que ante la pobreza y el desarraigo apelan al ingenio y la creatividad para defenderse, sobrevivir, comer. También se preguntó por la fotografía para invidentes. Todo empezó el día en que estuvo al lado de un hombre ciego que chateaba. La imagen que tenía en el chat no era su foto. El hombre ciego quería cambiarla por otra que tampoco era su foto. Óscar le dijo que por qué no se tomaba una fotografía y la ponía en el chat, que si quería él le prestaba la cámara. El hombre ciego le dijo que eso era imposible, que si no se daba cuenta que no veía. ¿Cómo que un invidente no puede tomarse una foto y que sea buena?, se cuestionó Óscar. Apareció otro paradigma a resolver. Se le ocurrió hacer un taller de fotografía para invidentes en el que se rompiera una sentencia: la principal herramienta de un fotógrafo es el ojo. No, no es cierto. La principal herramienta es el cerebro. Empezó a tocar puertas, instituciones que apoyaran el proyecto. “Hacer un taller de fotografía para ciegos es una barbaridad”, le llegaron a decir. Se arriesgó y les preguntó a fotógrafos reconocidos si querían dictar el taller. Nadie se atrevió. Óscar decidió que él mismo daría las clases. Y al final recibió el apoyo de la Fundación Carvajal y Children of the Andes. Ahora era en serio. ¿Cómo explicarle a un invidente el manejo de la luz en la fotografía? ¿Cómo enseñarle qué es enfocar?Óscar, a veces, no dormía. En la noche pensaba en analogías para explicar de una manera sencilla qué es la fotografía y sus secretos. Se le ocurrieron varias maneras. Para explicar el asunto de la luz, utilizó el ejemplo de la sal. Exceso de luz malogra la foto. Exceso de sal malogra la comida. Poca luz también malogra una foto. Una comida simple nadie la disfruta. En la fotografía debe haber un nivel de iluminación equilibrado. Lo mismo con la sal en la comida. Para explicar eso del enfoque pensó en el agua. Se llevó a sus alumnos al baño. Les dijo que abrieran la llave, que la sintieran caer sobre sus manos. Les preguntó qué forma tenía el agua. No tiene forma, le respondieron, no se identifica. Después les dijo que juntaran sus manos, formando una especie de olla, para recoger agua. Les preguntó qué forma tenía ahora el líquido reposado. Circular, le dijeron. Eso es enfocar, les respondió Óscar. La imagen se ve nítida, se identifica su forma. Una foto desenfocada es aquella en la que se sabe que hay algo en la imagen, pero cuya forma no se identifica con claridad. El agua cayendo sobre las manos... Así fueron aprendiendo de fotografía los muchachos invidentes. También jóvenes sordos, mudos, muchachos con discapacidad cognitiva. Porque la idea del taller se reformó. No sólo sería para invidentes. Sería uno que reuniera diferentes discapacidades. Eso, en el mundo, es inédito. En total participaron 12 alumnos: Cristian Alejandro Segura, 17 años, discapacidad cognitiva; Juan Gabriel Soto, 28 años, invidente; Francy Elena Papamija, 28 años, invidente; Miguel Andrés Mosquera, 16 años, baja visión; Lady Joanna López, 18 años, discapacidad auditiva; Juan Esteban Scarpetta, 14 años, baja visión; Hellbert Darío Montes, 18 años, discapacidad auditiva; Angélica Velasco Sánchez, 16 años, discapacidad auditiva; Jesús Edwin Navia, 16 años, invidente; Nilson Alegría, 16 años, discapacidad cognitiva; Melisa Caicedo, 20 años, discapacidad auditiva y Óscar Andrés Gutiérrez, un muchacho que no presenta ninguna discapacidad. Era una manera de enviar un mensaje: discapacitados y no discapacitados pueden tomar fotos de calidad. Las fotos están exhibidas en Londres. La exposición se llama ‘Vidas reveladas’. En la Biblioteca Departamental de Cali también se expuso una muestra que estuvo hasta este 30 de agosto de 2011. Ahí se veía la imagen del cabello de la mujer, de Jesús Edwin Navia, fotógrafo ciego. IIIJesús Edwin no tiene idea quién es Evgen Bavcar y que sus vidas coinciden en algunos capítulos. Evgen Bavcar es fotógrafo y es ciego. Y como Jesús Edwin, su ceguera apareció antes de interesarse por la fotografía. Bavcar perdió la vista debido a un accidente con la rama de un árbol, primero, y después a una explosión de una mina. A los 11 años ya no veía. Jesús Edwin perdió la visión por una enfermedad: glaucoma. La enfermedad, que genera pérdida progresiva de las fibras nerviosas de la retina, no tiene cura, pero sí tratamientos que retrasan sus efectos. La familia de Jesús Edwin, que es del municipio de Mercaderes, Cauca, no tuvo cómo pagar nada de eso. A los 11 años, como Bavcar, Jesús Edwin ya no veía. Bavcar, que nació en Eslovenia, por cierto, es uno de los fotógrafos ciegos más famosos del mundo. Él y el cubano Eladio Reyes.Mercaderes, Cauca, está a unas 8 horas de Cali. Allá nació Jesús Edwin, el 8 de octubre de 1994. El muchacho viene de una familia campesina. Su padre, don Alfredo Navia, 68 años, sembraba plátano, yuca, frijol, maíz. Sembraba, porque ya no lo hace. La familia de Jesús Edwin se desplazó hacia Cali por culpa de la guerrilla. La guerrilla asesinó a uno de sus nueve hermanos. Lo mataron, tal vez, por represalias. Ninguno de los muchachos de don Alfredo se quiso reclutar como guerrillero. Todo eso pasó en 2010. Jesús Edwin no lo vivió. Desde los 12 años vive en Cali con una hermana. Ahora el muchacho y su padre están sentados en un salón de clases de la Fundación Carvajal. Jesús Edwin habla de proyectos. Piensa en un taller de fotos. Uno donde pueda hacerlas, imprimirlas. Y vivir de aquello. Después del año que lleva dedicado a la fotografía se presenta: “ya soy un fotógrafo”. Jesús Edwin muestra cómo haría un retrato. Le pide a un hombre que le hable. Con la voz sabe a qué distancia está. También estira su brazo izquierdo, toca el pecho del que va a retratar para tener otro referente. Vuelve y pide que le hablen. Explica que se debe ubicar la cámara hacia donde sale la voz. Clic. Un pito del aparato le indica que la imagen está enfocada. Ahora, la luz. La calcula, en exteriores, sintiendo el sol en su piel. La temperatura le indica que tanta luminosidad hay. En interiores se complica el asunto, se tocan bombillos, objetos, para determinar que tanta luz reciben. El sonido también ayuda. Un carro al que le suena la alarma, por ejemplo le permite imaginar en qué espacio se encuentra. También se apoya en guías que le describen escenas. Jesús Edwin retrata el cabello de las mujeres, su barrio, la naturaleza, el techo de una casa intentado emular la primera fotografía de la historia llamada ‘Punto de vista desde la ventana de Gras’, de Joseph Niépce.Hace unos meses, sin embargo, no puede tomar fotos. Por eso se aburre. Le robaron la cámara. Fue en un parque. Los asaltantes portaban cuchillos. Pero eso no lo desanima. Quiere ser fotógrafo, y de los buenos. Si tiene la fama de Bavcar o de Eladio Reyes, es lo de menos, no interesa. Lo verdaderamente importante de esta historia es que un muchacho ciego encontró en el arte una manera de asentarse en el mundo, creer en sí mismo. Un muchacho ciego y diez jóvenes más, los graduados del taller del profesor Óscar Marmolejo.

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