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Rabia e intolerancia, los males más comunes que afectan a los caleños

La violencia por intolerancia está dejando en Cali centenares de muertos y lesionados. El caso más reciente fue el de un guarda de tránsito agredido. ¿Cómo conjurar el problema?

5 de febrero de 2012 Por: Redacción de El País

La violencia por intolerancia está dejando en Cali centenares de muertos y lesionados. El caso más reciente fue el de un guarda de tránsito agredido. ¿Cómo conjurar el problema?

Cali es una ciudad en cuyas calles se desencadenan conflictos absurdos que generan tragedias insospechadas. Uno de los casos más espeluznantes fue el de un hombre llamado Carlos Andrés Rojas Salazar. Carlos le pidió a unos sujetos que no fumaran vicio frente a su casa, ubicada en el barrio Calima. Uno de los muchachos le sopló humo en la cara y enseguida sacó un arma. Disparó. La noticia de la muerte de Carlos, ocurrida en febrero de 2010, se divulgó en los periódicos. Juan Carlos Valencia era profesor de conducción. Un día de enero de 2010 iba en el carro de enseñanza, asesorando a una de sus alumnas por las vías del sur. La inexperta mujer por poco atropella a un transeúnte. Juan Carlos alcanzó a frenar. Después se bajó, ofreció disculpas. El transeúnte le respondió a bala. Lo mató. En junio de 2008 se jugaba una partida de dominó en el barrio Antonio Nariño. El ganador resultó ser un hombre llamado Eli Daniel, apodado ‘Gomelucho’. El pacto previo era que el perdedor debía pagar cien pesos. Sin embargo, se negó. ‘Gomelucho’ tomó un arma y mató a su contendor. El mismo día de aquel incidente un hombre llamado Luis Enrique Morán fue a reclamar una Biblia que le había prestado a un vigilante de cuadra. Discutieron. Morán regresó después con gasolina. Se la arrojó al vigilante, le prendió fuego. La víctima sobrevivió a las quemaduras.El caso más reciente de reacciones violentas y sin sentido sucedió hace apenas unos días. El 31 de enero de 2012 un guarda de tránsito denunció que fue golpeado en la cara, en las piernas, y retenido en una bodega. El guarda iba a inmovilizar una moto. Precisamente, los guardas de tránsito son algunas de las víctimas más recurrentes de la violencia por intolerancia. Una guarda recordó el día en que un sujeto le prendió fuego a su moto. Prefirió quemar la motocicleta a que se la llevaran a los patios.Adalberth Clavijo, coordinador de guardas de tránsito de Cali, recordó el día en que el conductor de un vehículo pirata casi atropella a uno de sus colegas en un intento de huida. A diario, agregó Adalberth, a los guardas los insultan. Los agravios, la violencia verbal, se volvieron un asunto normal, dice. El oficio de estos hombres es como el de los árbitros de fútbol. Cada que salen a hacer su trabajo les recuerdan a la madre. Pero las reacciones absurdas no son sólo contra autoridades o entre ciudadanos. Liliana Ossa, directora de la Fundación Paz Animal, contó el caso de un caballo al que le prendieron fuego porque no se podía parar del cansancio y el de un perro que lo metieron en alquitrán hirviendo.Algunos de los habitantes de la Sucursal del Cielo están actuando como locos en momentos de rabia. IILas estadísticas confirman que en esta ciudad la violencia por intolerancia deja centenares de finados en los cementerios. De los 1.720 homicidios cometidos entre enero y el 18 de diciembre de 2011, por ejemplo, el 6% correspondió a riñas. Es decir: 103 personas terminaron muertas porque no resolvieron sus diferencias hablando sino con revólveres, puñales, picos de botella. En esta sociedad individualista en la que no se tiene idea quién es el vecino, la vida del prójimo parece valer poca cosa. Cali es también una ciudad en la que algunos ciudadanos heredaron del narcotráfico una manera brutal de resolver las diferencias.La teoría la exponen historiadores, sociólogos, investigadores y la comprueba el lenguaje mafioso que algunos habitantes utilizan cuando, por ejemplo, les pitan con insistencia en un semáforo: “Vos no sabes quién soy yo”, vociferan. La herencia de los métodos del narcotráfico explica, en parte, la barbarie en las calles. Flor Elisa Vergel es psicóloga clínica y advierte que en todo caso existen distintas respuestas que explican por qué se mata por cien pesos, por un reclamo, por un piropo. “Es una problemática multicausal. Son muchas las causas que podrían llevar a una persona a que por un impulso emocional tome la decisión de agredir a otro. Entre las principales causas que he identificado en consulta con este tipo de pacientes está la ansiedad, el estrés causado por historias familiares conflictivas. Estos seres humanos que agreden a otro también han sido agredidos, también han sido víctimas. Son hombres y mujeres maltratados, carentes de afecto”.Flor también asegura que estos tiempos de afanes, de carreras, de trancones, generan un nivel de tensión en los ciudadanos que podría llevarlos a convertirse en seres violentos.El rector de la institución educativa José María Carbonell, Carlos Arturo Morales, un estudioso del tema de la violencia en los colegios, agrega que la falta de educación, la falta de control sobre las emociones, los sentimientos, la falta de espiritualidad, también lleva a que algunos reaccionen de manera atroz a la hora de resolver una diferencia.Y existe además una cultura de violencia aprendida. Algunos padres le enseñan a sus hijos que no se pueden dejar de nadie, que es un varón. Cultura del machismo, fortalecida en la juventud por los amigos. Si se le pega al otro, a ese que te miró la novia, sos más hombre, sos aceptado. Parece que la fuerza está mejor valorada que el diálogo. Otro asunto a tener en cuenta para intentar explicar el por qué de la violencia impulsiva son las drogas, el alcohol. El estudio de Caracterización de la Violencia Homicida en Bogotá del año 2000 decía lo siguiente: “la mitad de las víctimas de homicidios en la ciudad registraban altos niveles de alcohol en la sangre”. Drogas y alcohol desatan la natural atrocidad humana. IIIEl rector de la Institución educativa José María Carbonell parece haber encontrado un antídoto contra la violencia en su colegio. La fórmula podría surtir efecto en la ciudad. En los años 2007 – 2008, en el Carbonell se registraban riñas entre los muchachos bastante a menudo. Se peleaban en la calle, en los parques, en las aulas.El rector Morales se propuso hacer algo al respecto. Entonces se le ocurrió crear un grupo de mediadores, 50 muchachos encargados de dirimir los conflictos. A estos jóvenes los prepararon en comunicación, manejo de emociones, derechos humanos. Cada que sucede un conflicto, los mediadores buscan que los que se enfrentan lleguen a acuerdos, firmen un acta de no agresión. La idea dio resultados: el ejemplo de paz de los mediadores hizo que las riñas se redujeran al punto que ya casi no tienen trabajo.El alcalde de la ciudad, Rodrigo Guerrero, conoció la iniciativa. El modelo se piensa replicar en los demás colegios. Así Cali tendría cientos de mediadores, promotores de la paz. Se trata de una alternativa para frenar la violencia impulsiva, asegurar que las generaciones futuras resuelvan sus conflictos hablando. Otra forma de prevenir la atrocidad por intolerancia está en una cultura del buen trato, es decir, el fortalecimiento de la cultura ciudadana.

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