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¿Quién dijo que los hombres no pueden volar?

Dan Schlund, el hombre que vuela con un equipo de propulsión, dio en Cali una charla sobre su experiencia.

6 de septiembre de 2014 Por: Margarita Rosa Silva | Reportera de El País

Dan Schlund, el hombre que vuela con un equipo de propulsión, dio en Cali una charla sobre su experiencia.

A 20 metros de altura. A tres veces la velocidad del sonido. Acero a prueba de fuego. Produciendo un ruido tan intenso como el de un cohete al despegar. No es un pájaro. No es un avión. Tampoco es Superman. Ha estado a punto de morir tres veces. Y dice que más personas han pisado la luna que volar un ‘jetpack’, ese equipo de propulsión de hidrógeno que, colgado en su espalda, lo convierte en un superhéroe.Ha atravesado el cielo cientos, miles de veces, con antorchas en la mano, con banderas de diversos países, con un labial rosado en su espalda patrocinando una empresa de maquillaje. Ha desafiado carros de carrera viajando como una bala y hasta se ha disfrazado de un Papá Noel volador. No lleva paracaídas.Su verdadero nombre es Dan Schlund, pero todos lo conocen como Rocketman. Es uno de los pocos hombres en la tierra que, de verdad, pueden volar. Y así, con 44 años de edad, el estadounidense ha viajado por 34 países, incluido Colombia, donde asistió ayer como invitado especial de la feria de ciencia Innovation Live 2014, para dictar su charla sobre arriesgarse a innovar.Caer y levantarseCuando cayó desde el aire y sintió el tubo del ‘jetpack’ doblarse y quemar su muslo, perdió la conciencia. No recuerda nada de las siguientes horas. Era uno de sus primeros vuelos aprendiendo a pilotear el artefacto, que ya había sido manejado por dos hombres antes que él.Un año antes, en el 2000, había tenido uno de esos encuentros que cambian la vida de las personas. Fue mientras trabajaba en el parque de diversiones Six Flags en California, donde conoció al dueño de la idea Rocketman.“Si algún día necesitas un piloto para el ‘jetpack’, llámame”, le dijo. Unos días después estaría comenzando el entrenamiento. En Six Flags, él interpretaba uno de sus tantos papeles como actor de alto riesgo, disfrazado de personajes como Indiana Jones o Batman. Se había prendido en fuego y caído de altura tantas veces como cualquiera de ellos en sus películas. Pero nunca había sufrido una lesión como aquella. Tras una recuperación de casi un mes, pasó por tres cirugías reconstructivas para insertar piel en una herida que ocupaba casi toda la parte de arriba de su muslo. No ha sentido jamás un dolor como ese, dice. Ahora solo cuenta, abriendo sus ojos claros y entornando una sonrisa, que de milagro sobrevivió y “solo tengo una gran cicatriz”. Piensa que vivir fue “cosa de Dios”. Dan se define como “un ferviente cristiano” y hasta ha sido misionero en Brasil. Por eso, cuando al fin se recuperó y pudo dar sus primeros pasos, se echó de rodillas y le preguntó a Él si aquello era su destino. Aunque tuvo un año de recuperación, sin volar, pronto recibió la respuesta divina y retomó su entrenamiento que duró en total cinco años.Y fue precisamente su fe la que lo unió con la mujer de su vida. Ella lo conoció antes de que él arriesgara su vida a diario, en el colegio. Se separaron y tan solo hasta el 2007, cuando ella se tornó al cristianismo, se reencontraron. “Ella me googleó. Salieron, claro, cientos de resultados. En poco tiempo estábamos casados”, recuerda entre risas. Dan tiene incluso perfil en IMDb, la página web más completa sobre cine en el mundo. Ha participado como doble de riesgo en cuatro películas. Y contando.El superhéroe vs. el hombreSu primer vuelo oficial, tras el entrenamiento que duró tanto como una carrera profesional, fue en el 2005. Fue en una presentación del cantante P. Diddy en los MTV Music Awards, quien quería simular que volaba. Quién mejor para lograr la ilusión que Rocketman. Ese día Dan no solo voló, sino que se vistió de rapero y se pintó de color café para crear la ilusión de que era el cantante afroamericano el que volaba. Pocos saben el secreto.En ese vuelo experimentó la sensación más increíble: estar donde pocos han estado, ver el planeta chiquito bajo sus pies. “No quería estar en ningún otro lugar”, es lo único que logra decir cuando le preguntan qué se siente volar.Pero ese no fue el día más feliz con el traje. Fue en el Torneo de las Rosas de 2007 en Pasadena California, el desfile anual más popular de los Estados Unidos, donde conoció al cineasta George Lucas, director de La Guerra de las Galaxias.Frente a los ojos de 400 millones de personas, salió de una caja de regalo gigante y voló encima de la gente. De repente, Lucas, desde su carroza, le hizo señas de que se acercara. Rompiendo el plan de vuelo, y con la alegría de un niño de cinco años que conoce a Papá Noel, aterrizó de improviso. Estaba tan emocionado que, al igual que el día en que se quemó el muslo, no recuerda nada. “Soy un inmenso fan de sus películas. Hablé con él y... ¡No recuerdo nada de lo que me dijo!”, dice entre risas.Ha conocido cientos de estrellas. Guarda, además, recortes de prensa en los que ha salido. Pero como cualquier superhéroe de regreso a casa, es un hombre como cualquiera, con una casa en Dallas, Texas, y un hijo al que ama más que a nada.Allá, en casa, Dan es paramédico. Y dice que esa es su verdadera pasión, que es ahí en verdad cuando hace algo por la humanidad. Por eso ahora no está muy seguro de cuánto más será Rocketman. Desde niño siempre quiso hacer algo de riesgo, y acostumbraba a subirse a lo alto del letrero de Hollywood, en Los Ángeles, donde nació. Quería ser piloto de la armada o soldado. Pero ahora es distinto. Ahora tiene un hijo de tres años. Hace un año, cuando se rompió el cuello intentando romper un Guiness Record, sintió el pánico de dejarlo huérfano.Por la misma razón, jura que nunca dejará que el chico pilotee su equipo. Quiere que sea médico, ingeniero. “Que haga algo que importe”, piensa. Es también por eso que ahora, en medio de su recuperación por la caída, se dedica en especial a dar charlas para motivar a la gente a que tome riesgos, a que no se rinda a pesar de las caídas. El superhéroe, el hombre que conoce el cielo, confiesa que después de todo, “no volver a volar estaría bien”.

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