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En el sistema de transporte masivo es frecuente ver a vendedores ambulantes que no utilizan de forma correcta el tapabocas. | Foto: Jorge Orozco - El País

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Preocupan aglomeraciones en el MÍO durante horas pico

Pese a las medidas de bioseguridad para hacer frente al covid hay focos de indisciplina. En un recorrido, El País evidenció aglomeraciones en la entrada y salida de los buses y el uso incorrecto del tapabocas.

17 de julio de 2020 Por: Redacción de El País

“Cuida a quienes te rodean. Cuando tosas o estornudes, cúbrete con la parte interna del codo o usa un pañuelo desechable. A partir del 1 de julio utiliza las sillas y huellas habilitadas en los buses. La vida está en tus manos”.

La recomendación es difundida en la estación Tequendama del MÍO por medio de un megáfono que carga Miyerlandi Lasso, una gestora de cultura ciudadana que está convencida de que la prevención es la mejor herramienta para combatir el coronavirus, ese enemigo silencioso que también viaja en el masivo.

Y es que por estos días, cuando en Cali se viven el pico de la enfermedad, su labor ha tomado más relevancia que nunca. Ahora, una de sus prioridades es la de garantizar que los buses no se movilicen con una ocupación superior al 35 %.

“Cuando las estaciones se llenan mucho de personas, lo que hago es pedir que me apoyen con más rutas para reducir la aglomeración y así evitar que se propague el Covid-19. También me encargo de velar que las personas usen tapabocas y conserven el distanciamiento social”, comenta Miyerlandi.

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Cuidarse y proteger a los demás. Esa es la consigna que hoy se tomó el sistema de transporte masivo de Cali. Para esto se han adoptado diferentes medidas de bioseguridad, que van desde la instalación de cámaras térmicas y puntos de desinfección, hasta la implementación de elementos de segregación para garantizar que los usuarios conserven el distanciamiento social.

“En 60 estaciones y terminales hemos dispuesto de alcohol glicerinado, así como dipensadores de este producto en los alimentadores del sistema. En los buses del MÍO también marcamos huellas en el piso para que las personas se ubiquen allí y puedan quedar con un espacio de un metro entre ellas. Asimismo, con el fin de cumplir con la ocupación permitida, demarcamos con cintas todas las sillas en el interior de los buses para que las personas no las ocupen y solo se sienten en las sillas contiguas a las ventanas”, explica Óscar Ortiz, presidente de Metrocali, ente operador del MÍO.

Focos de indisciplina

Pese a todas las medidas de bioseguridad que se han adoptado en la infraestructura del masivo, algunos usuarios se niegan a cumplirlas, una de ellas, es la de utilizar la señalización al interior de los buses para conservar el distanciamiento de al menos un metro.

El País pudo constatar esto por medio de un recorrido que hizo por la troncal de la Calle 5 del MÍO, desde la estación de Tequendama hasta la de Universidades. Aunque los buses no superaron la ocupación del 35 %, al interior de ellos algunas personas quedaban muy cerca entre sí porque se sentaban en sillas no permitidas o porque no se paraban en las huellas demarcadas en los pasillos.

“En la entrada y salida de los buses también se forman montoneras porque la gente entra desenfrenadamente para coger puesto”, dice Diego Olaya, un pasajero.

Mauricio Venté, líder del Comité de Usuarios MÍO, también asegura que en las horas pico, se están presentando aglomeraciones en el sistema, sobre todo en algunas rutas del oriente.

En eso coincide Lucy Jiménez, quien se transporta todos los días a su trabajo en la ruta T47B, la cual toma en la estación 7 de Agosto hasta la estación San Bosco.

“Hace un mes esta ruta tenía una frecuencia casi que inmediata, tanto así que los buses circulaban vacíos. Pero ahora, los vehículos se mueven con sobrecupo porque la frecuencia desmejoró y hay muchas personas que regresaron a trabajar”, precisa la mujer.

Por su parte, el uso del tapabocas fue una constante que se observó a lo largo del recorrido que hizo El País. No obstante, se evidenció la mala utilización de este elemento por parte de algunos pasajeros, principalmente, los artistas y vendedores ambulantes.

Tal fue el caso de Juan Carlos Gómez, un joven que se gana la vida cantando baladas en los buses del masivo, y que en sus presentaciones se bajaba el tapabocas hasta la garganta, dejando al descubierto su boca y nariz.

“Lo que pasa es que algunos artistas para alcanzar notas muy agudas o graves necesitamos tres veces más del aire con que hablamos, entonces por eso nos toca bajarnos el tapabocas, pero después uno vuelve y se lo acomada”, comenta Gómez.

Otros vendedores ambulantes se pasearon de principio a fin por los pasillos de los buses del MÍO con el tapabocas en la garganta para “poder promocionar mejor sus productos”.

“Eso es normal en todos los buses: ellos se lo bajan para hablar, pero no son conscientes de que están poniendo en riesgo a las demás personas que nos movilizamos en el MÍO, ya que pueden estar infectados con el virus”, refuta Sonia Urueña, una pasajera.

Sin embargo, ante estos casos de indisciplina social, la censura entre los mismos ciudadanos se ha convertido en “algo fundamental” para la protección de los usuarios que se movilizan en el masivo.

“Yo he visto que hay personas que no usan el tapabocas en MÍO, lo cual es muy incómodo para los que sí lo utilizamos. Pero no nos podemos quedar callados ante es tipo de prácticas: la responsabilidad de cuidarnos es de todos”, manifiesta Luz Omayra Perdomo, una pasajera de 57 años que, antes de sentarse en cualquier silla del masivo, acostumbra a desinfectarla con alcohol que porta en un envase.

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