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Payasos hospitalarios llevaron una inyección de alegría al HUV

Con risas y juegos 87 payasos hospitalarios le aplicaron este viernes una inyección de buen humor al Hospital Universitario del Valle.

8 de septiembre de 2012 Por: Margarita Rosa Silva | Reportera de El País

Con risas y juegos 87 payasos hospitalarios le aplicaron este viernes una inyección de buen humor al Hospital Universitario del Valle.

"Te vamos a cantar una canción que nunca le hemos cantado a nadie”. Se oye un acorde de guitarra y unos diez payasos con bata de doctor entonan: “buenos días Estefi, ¿cómo estás?... buenos días Estefi, ¿cómo estás?...”El doctor Fabián, de nariz roja y sombrero azul y amarillo, mira a Estefi, una niña de unos ocho años que se ríe sobre una camilla de la sala de pediatría del Hospital Universitario del Valle (HUV). “Diagnóstico: risa injustificada”. Saca una inyección, que no es más que un juguete con un proyectil de plástico y que, al apretarlo, vuela hasta su barriga.Ayer en el HUV hubo exceso de medicinas: risa y lágrimas de alegría fueron las recetas para los pacientes, entregadas por 87 ‘doctores’, provenientes de toda Colombia y países como Perú, Argentina y Estados Unidos. Participan del Congreso Nacional de Payasos Hospitalarios que se realizó en la Universidad Santiago de Cali.Algunos, como ‘Tato’, un payaso con cresta de pelo morado, dicen que son de todas partes. “De aquí, de allá, pero Cali es la mejor ciudad del mundo”. En algunas batas se ven nombres como ‘Dra. Conguita’ o ‘Dra. Manchitas’.El ‘médico’ Fabián es especial. No tiene apodo y su nombre completo es conocido por muchos. Es Fabián Mendoza, actor bastante reconocido por estos días en el país, tras su papel de Mario Segura, ‘Encanto’, en la novela ‘El Secretario’.El niño interiorAna juega a atrapar burbujas de jabón. No importa que tenga 80 años. Ni que su diagnóstico sea depresión, producto de que hace unas semanas asesinaron a su único hijo. Un abrazo, un beso y el amor de varios payasos fueron suficientes para que, al menos durante unos minutos, se riera como una niña. El recorrido por los largos pasillos del HUV fue una procesión de amor, acompañada de cantos como “yo quiero tener un millón de amigos” y “escucha hermano la canción de la alegría”. Una payasita de camisa roja es la voz. A Fabián se le hacen agua los ojos subiendo las escaleras para entrar a una de las salas. No es el único: a un par de periodistas a su lado les pasa lo mismo.Una señora se une a la marcha, mientras se pasa la mano por la cara, conmovida. “¿Es usted familiar de algún paciente?”, le pregunta alguien. “No, yo soy paciente. Se me va la vista por ratos... pero no pude evitar unirme”, responde, con los ojos encharcados. La terapia del amor parece invadir el alma de todos. Los médicos se asoman por las puertas. Los enfermos levantan la mano para saludar, aunque tengan un catéter en la mano. “Es una terapia para uno y para ellos”, reflexiona Fabián. Desde hace diez años es Clown. ¿Por qué un actor de fama nacional se dedica a repartir alegría en los hospitales? “Es más difícil ser payaso que actor”, responde. Lo explica así: un actor se pone una máscara y utiliza una técnica para interpretar un personaje inventado. Un payaso debe ser él mismo: debe encontrar lo mejor en su interior y darlo a los demás. “Es un reto personal”. Hay casos difíciles. Como el de un hombre de 62 años que, con la llegada de los payasos, en vez de reír rompe en llanto. “Es que nadie lo visita”, murmura una enfermera. El doctor Fabián se acerca, lo escucha y le da un abrazo. “A veces es muy duro. Sin embargo esto es una terapia para el alma. Con un sólo paciente que atiendes, ya tienes para poder dormir tranquilo”, concluye.

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