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Alejandro Eder. | Foto: Foto: Especial para El País

Opinión: Lecciones de esperanza

Podemos generar cambios muy rápidos en la realidad de los niños y jóvenes de Cali.

18 de septiembre de 2018 Por: Alejandro Eder | Especial para El País

A la hermana Alba Stella Barreto la conocí en 1997. Yo tenía 21 años, sabía que en el oriente de Cali existían unos barrios en situaciones muy complejas y los quería conocer para ayudar de alguna manera. En ese momento alguien me habló del trabajo de la hermana, y llegué a su fundación ‘Paz y Bien'. Me impresionó el trabajo que hacía. Siempre digo que la hermana es como la madre Teresa de Colombia.

Ella le ayudaba a muchas personas, sobre todo a mujeres cabeza de familia, jovencitas en embarazo y niños. Sin embargo, no existía un programa para los jóvenes de la zona.
Años después, en el 2000, cuando me gradué de Relaciones Internacionales y conseguí mi primer trabajo en un banco de inversión en Nueva York, llamé a la hermana, quería donar parte de mi salario para su fundación, pero le propuse utilizar el dinero para que impulsáramos un programa dedicado a los jóvenes miembros de pandillas o que se encontraran en riesgo de ingresar a ellas.

La hermana sugirió crear unos espacios para ellos; quise llamarlos 'Francisco Hope’, como mi primo hermano, quien murió en el accidente de American Airlines en 1995. ‘Hope’ en inglés significa ‘esperanza’ - esa que deseábamos devolver - y los pelados quisieron que las casas del programa se llamaran así: ‘Francisco Esperanza'. Ahí empezó todo hace 18 años.

Los resultados de ‘Francisco Esperanza’ han sido impresionantes, si se tiene en cuenta que es desarrollado por una pequeña fundación, pero que hace un trabajo serio, con metodologías que logra ofrecerle a los jóvenes atención psicosocial, la posibilidad de terminar el colegio, de ingresar a la universidad, y además, de aplicar la justicia restaurativa, algo importante para sanar las relaciones con la comunidad.

Aún así, la preocupación que a uno le queda es que son miles de muchachos los que no forman parte de estas iniciativas y cientos los que no logramos arrebatarles a las pandillas. Como sociedad tenemos que buscar la forma de darle oportunidades a jóvenes y niños, para que puedan tomar un buen camino y convertirse en miembros positivos de nuestra sociedad. Esta es una prioridad de Cali y de Colombia, y esa es una de las lecciones que nos deja la labor que ha realizado la hermana.

Por esto continúo respaldando su trabajo. Aún soy amigo de varios pelados que pasaron por ahí, y de hecho somos de la misma edad. Para mí es grato ver a esos amigos que salieron adelante, que entendieron que en la vida habían otras posibilidades. Y eso se debe en gran parte a Francisco Esperanza. A pesar de que aún falta mucho por hacer, es positivo que existan procesos como el de la hermana y otras iniciativas que ayudan a que las bandas delincuenciales no sean opciones de vida. Inclusive veo con muy buenos ojos el proyecto de 'Gestores de Paz' de la Alcaldía.

Sin embargo, hace falta que en Cali tengamos una política pública más ambiciosa para darle oportunidades a más niños y jóvenes, sobre todo cuando no están en la escuela. De lo contrario la probabilidad de que tomen un mal camino sigue siendo alta. Experiencias como la de 'Francisco Esperanza' se pueden replicar y agrandar, pero para lograrlo se requiere de gobernantes que tengan voluntad política de ayudar nuestros jóvenes. Lo más importante es que lo planteado se desarrolle con buen criterio técnico, se utilicen los recursos de una manera muy inteligente para que rindan. Así, se puede cambiar muy rápido la realidad de los niños y jóvenes de Cali. Esa es la lección de esperanza.

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