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Opinión: la decisión que esperan los salseros de Cali

Este diciembre se conmemoran 25 años del evento salsero que más lustre y proyección le ha dado a Cali. ¿Hacia dónde debería evolucionar? Un melómano plantea la ruta.

15 de noviembre de 2016 Por: Ossiel Villada | Jefe de Redacción Online de El País

Este diciembre se conmemoran 25 años del evento salsero que más lustre y proyección le ha dado a Cali. ¿Hacia dónde debería evolucionar? Un melómano plantea la ruta.

Estamos de acuerdo: Cali no es solo salsa. Es también teatro, danza, ópera, pintura, jazz, literatura, música culta, teatro, folclor, graffitti, rock, cine, tango y muchas cosas más. Estamos de acuerdo, Cali es ante todo, y por encima de todo, arte. Pero estemos de acuerdo: Cali ha sido, es y seguirá siendo Salsa.

Desde la segunda mitad del siglo XX es imposible narrar la historia de esta ciudad sin considerar la profunda influencia que sobre ella ha ejercido el conjunto de géneros y ritmos musicales de origen afro que conocemos con la etiqueta comercial de Salsa.

Aunque claramente se trata de una creación foránea, la Salsa fue la banda sonora del acelerado proceso de urbanización que Cali emprendió desde finales de los años 50 y que configuró la ciudad que conocemos y caminamos hoy.

Fue la Salsa el poderoso cemento con el que se levantaron barrios, calles, parques, terrazas, casetas comunales y, más allá de eso, amistades, noviazgos, matrimonios, hijos, poderosos lazos de unión, solidaridad y respeto entre los caleños.

Hoy, en pleno siglo 21, la salsa en Cali es mucho más que baile, jolgorio y rumba. Va más allá de un estilo de vida. Es, ante todo, una trinchera desde donde miles de jóvenes resisten a la falta de oportunidades que también caracteriza a una ciudad marcada por una profunda inequidad social.

Por fortuna para Cali, durante la última década el Estado ha entendido que la Salsa es un poderoso instrumento de transformación socioeconómica, y que debe jugar un rol mucho más dinámico para aprovechar todo su potencial. De esa visión surgió un evento como el Salsódromo, que el próximo 25 de diciembre llegará a su novena edición.

Pero antes, mucho antes de que el entonces alcalde Jorge Iván Ospina impulsara la exitosa idea del Salsódromo, hubo otro hombre que tuvo la visión clara y la decisión firme para apostar por el que, sin duda alguna , es el evento que más lustre y proyección internacional le ha dado a Cali dentro del universo de la salsa.

Hablo del Encuentro de Melómanos, Salsotecas y Coleccionistas, una idea original del querido Gary Domínguez, que este diciembre celebrará 25 años de existencia. Y hablo del ex alcalde Rodrigo Guerrero, porque fue él quien, desde el primer año de su primer Gobierno, le dio a ese evento todo el respaldo político y el apoyo económico que requería para evolucionar y convertirse en lo que es hoy: la más grande vitrina de la Salsa en el mundo.

No exagero. Un evento como este no existe en Cuba, Puerto Rico o Nueva York, lugares que históricamente han tenido una relación mucho más directa con la Salsa que nosotros.

Y es un evento extraño. Una de esas cosas raras del trópico que resulta difícil de entender para turistas como los que llegan cada fin de año a la Feria. Porque no es un concierto, ni una verbena, ni un show, ni una rumba desbocada de carnaval. Es, ante todo, un evento académico, una gigantesca clase magistral a cielo abierto. Durante cinco días, miles de ‘alumnos’ llegan y se sientan espontáneamente alrededor de un equipo de sonido, con el único propósito de aprender, de compartir e intercambiar carátulas, datos, fechas, referencias insospechadas sobre la música. Así, se convierte en una bella forma de redescubrir, en la historia de los discos, esa parte oculta de nuestra propia historia, ese ‘Labo B’ que a todos nos suena por dentro.

Y también de forma extraña, el Encuentro es uno de esos ejercicios de construcción colectiva que tanta falta le hacen a este país para consolidar la idea de la paz. Un espacio en el que no hay liderazgos exclusivos ni excluyentes, en el que los aportes de todos tienen la misma importancia y en el que nunca, en 25 años, se ha presentado ni tan siquiera el asomo de una riña.

Todo eso sin contar el impulso que le da a la economía local, al mover el sector del turismo y la hotelería, impulsar el comercio, dinamizar el transporte y el mercado gastronómico, y generar ingresos directos para más de 300 personas por día.

25 años después de aquella tarde memorable en la que unos cuantos nos reunimos bajo un árbol del Parque de Las Banderas, sin tarima, ni asientos ni luces de colores, el Encuentro está listo para emprender una nueva etapa en su larga carrera evolutiva. Ya es hora de que el Encuentro deje de ser un evento de solo 5 días en la última semana de diciembre. Si el Alcalde de Cali y Corfecali le dan el impulso que requiere, como ya lo hicieron sus antecesores, a partir del año próximo podríamos tener una versión mensual del Encuentro de Melómanos, Salsotecas y Coleccionistas de Salsa. Hablo de diez encuentros, de febrero a noviembre, que sirvan además como ruta de la ciudad hacia la conmemoración de los 60 años de nuestra querida Feria, en diciembre de 2017.

Sería, además, un positivo mecanismo para seguir traduciendo en hechos reales esa sana obsesión que el alcalde Maurice Armitage tiene con la generación de empleo, especialmente en los sectores populares de la población caleña.

Tal vez para muchos resulte difícil de admitirlo, pero a veces el Estado hace las cosas bien. Y los servidores públicos toman las decisiones correctas. Durante 25 años ininterrumpidos, el Encuentro de Melómanos ha sido un claro ejemplo. En este caso no ha sido necesario entregar a ningún intermediario privado los dineros y la responsabilidad de impulsar y fortalecer un proyecto cultural de ciudad. Ojalá el alcalde Armitage, sus asesores y Corfecali tengan claro que ese es el camino que se debe seguir, y no caigan en la tentación de desviarse. Los salseros de Cali los observan.

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