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'Cali llenita', una iniciativa por una ciudad sin hambre

Cada sábado, Sandra Pineda, una apasionada arquitecta, sale a recorrer las calles de Cali a regalar comida a quienes más lo necesitan.

10 de mayo de 2016 Por: Redacción El País

Cada sábado, Sandra Pineda, una apasionada arquitecta, sale a recorrer las calles de Cali a regalar comida a quienes más lo necesitan.

Sandra tiene una sonrisa que pareciera combatir todos los males de la vida. Sonriente, así sale a andar las calles de Cali cada sábado buscando  niños y jóvenes para  calmarles el hambre y regalarles un abrazo.

‘Cali llenita’ es la iniciativa que lidera desde hace dos meses Sandra Pineda, una caleña apasionada por la arquitectura, y con la cual pretende que sean cada vez menos los niños que se acuesten con su estómago vacío.

“Siempre que veía en los noticieros alguna mala noticia sobre la niñez me ponía a llorar. Un día resolví que tenía que hacer algo, aportar mi granito de arena para que los niños estuvieran mejor”, recuerda Sandra.

Ya son 165 personas las beneficiadas durante los cinco sábados que ha salido a ‘pillar’ a niños y jóvenes en los semáforos del Sur  de la ciudad para regalarles un bocado de comida. Todos los recorridos los realiza desde las  12:30 del medio día hasta que los refrigerios  se agoten.  

La jornada inicia así:  los amigos que desean acompañarla en su recorrido llegan a su casa en Ciudad Jardín y “se me ‘pegan’ al parche de regalar sonrisas y comida”, cuenta. Allí, organizan los refrigerios en una canasta de mimbre adornada con un mantelcito azul, se montan al carro y realizan las primeras paradas en lugares que ya tienen identificados, como los semáforos aledaños al Parque de El Ingenio y algunas zonas verdes cercanas a la Universidad del Valle. 

Cada ocho días el menú varía, todo depende del dinero que haya. La mayoría de las veces es Sandra la que corre con todos los gastos de la comida que regala; en otras ocasiones tiene la suerte de donaciones que le hacen amigos. Empanadas, dedos de queso, sándwiches y rollitos de pan árabe con jamón y queso y Pony Malta han sido algunos de los alimentos que quienes trabajan en las calles han disfrutado. 

Si bien la prioridad de ‘Cali llenita’ es alimentar a los más pequeños, Sandra precisa que hay también un gran número de adultos que la buscan jornada tras jornada por alimentarse.  

“La idea es alimentar a la mayor cantidad de personas, además de los niños. Por eso también le damos refrigerio a los recicladores, a los muchachos que limpian los vidrios en los semáforos e incluso a los ‘pelados’ que se ganan la vida como mimos en las calles”, comenta Sandra.

Cada sábado la entrega de comida transcurre con tranquilidad y sin afanes, cuenta Sandra, pero el fin de semana pasado la rutina fue distinta: recién salió a repartir la comida, en su segunda parada los 30 sándwiches y bebidas que llevaba para repartir se agotaron.

 Tuvo que conducir entonces rápidamente al supermercado más cercano para comprar pan, jamón y queso y preparar 23 sándwiches más para regalar. Este sábado fue el día en el que más refrigerios hubo, también más abrazos y sonrisas de gratitud. 

“Jamás nos había pasado esto. Siempre nos toma más de dos horas entregar 22 o 30 refrigerios, que es la cantidad que normalmente tenemos. Hoy ya van 53”, dice Diana Quiros, una chica practicante de arquitectura que, desde que Sandra comenzó con la iniciativa, la acompaña sin falta. 

Mientras Sandra conduce y calcula el mejor lugar para hacer su parada, son muchas las personas que la reconocen. Ella no duda en gritarles un saludo y llamarlos para que coman. 

Cuando desciende de su carro, niños y grandes salen de todas las calles corriendo. A algunos pareciera que los conoce de años atrás y los abraza con fuerza. Eventualmente las lágrimas aparecen en su rostro como si comprendiera todas las tristezas y alegrías de cada uno de los pequeños a los que regala comida. 

Para todos siempre hay un consejo. Para los más chicos: cuídate y estudia. Y para las madres: mamita, cuídelos mucho. Deles estudio, sepa con quién deja a los niños cuando sale a trabajar. Y así cada sábado.

“Ojalá hubiera más gente como ella. Que nos trajera comida, que se preocupara por los pobres”, dice Mireyi, una madre cabeza de familia que vive de la venta de dulces en los semáforos y quien siempre espera a Sandra los sábados. 

Sandra sueña con que sean cada vez más los caleños que se preocupen por alimentar los estómagos vacíos de aquellos que se levantan cada día sin saber si comerán o no. “Quiero que ayudar al otro sea algo que jamás pase de moda”, dice. 

También sueña con tener un pequeño remolque en el que quepa muchísima comida para ir a los barrios más deprimidos de Cali y dar de comer a los más necesitados. Que los restaurantes de la ciudad se sumen no botando la comida que no venden y se la regalen para alimentar a otros. Ese es un anhelo que también la acompaña desde hace un par de meses. 

Al final del recorrido siempre hay una recompensa invaluable:  las sonrisas que le regalan todos aquellos a los que decidió ayudar. Porque así es ella, cree que las sonrisas son el mejor antídoto contra la dura realidad.

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