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La lucha de los padres separados de sus hijos por exparejas

Los obstáculos que la justicia y sus exparejas les imponen a papás divorciados para estar con sus hijos están, literalmente, destruyendo vidas. Crónica de hombres que se niegan a ser recreacionistas de fin de semana, cajeros electrónicos que se limitan a entregar una cuota alimentaria.

28 de septiembre de 2014 Por: Santiago Cruz Hoyos | Reportero de El País

Los obstáculos que la justicia y sus exparejas les imponen a papás divorciados para estar con sus hijos están, literalmente, destruyendo vidas. Crónica de hombres que se niegan a ser recreacionistas de fin de semana, cajeros electrónicos que se limitan a entregar una cuota alimentaria.

Se llamaba Oswaldo. Era profesor universitario. Sus amigos tienen la certeza de que murió de pena moral. No hay manera de comprobarlo, pero están seguros. Una hermana de Oswaldo también lo cree.Su muerte sucedió en 2012, un mes después de que un hombre mató brutalmente a Rosa Elvira Cely en un parque de Bogotá. Todos los medios siguieron el caso.  La muerte de Oswaldo no fue registrada en ningún periódico, pero sus amigos dicen que está, de cierta forma, relacionada con la muerte de Rosa. Ella murió debido a la violencia física de género. Oswaldo, por la violencia psicológica de género.Todo empezó desde que se separó de su esposa y ella le impidió volver a estar cerca de sus dos hijos. Uno de ellos, el menor de 6 años, tenía Síndrome de Down. Oswaldo se apegó tanto a él. Permanecía a su lado todo el tiempo que le era posible. También invirtió todo su dinero en su cuidado. Oswaldo era quien se encargaba de llevarlo a las terapias cada semana. Sin embargo, cuando se divorció, su esposa  le impidió volver a hacerlo. Le cortó la comunicación con sus pequeños.  Como si el hecho de que ya no estuvieran juntos lo excluyera automáticamente de su condición de padre. En Internet,  Oswaldo encontró a la fundación Padres por Siempre que brinda asesoría jurídica a los hombres que, como él, después de una separación anhelan seguir participando de la crianza de sus hijos, pero sus parejas o la justicia se lo impiden.  “Escribía al correo con desespero”, recuerda Trini Sánchez, la coordinadora de la Fundación  en el Valle.  “Escribió durante dos semanas todos los días”. Mientras lo cuenta, Trini aprieta las manos, cierra los ojos. Oswaldo, de repente, dejó de  escribir. Tras unas semanas de no recibir ningún correo, en la Fundación decidieron investigar. Oswaldo había muerto de un infarto. Su hermana dijo que no soportó estar lejos de sus hijos. El suyo no es el único caso de hombres que han fallecido después de haberles arrebatado de tajo el derecho de ser padres para haberse convertido  de un momento a otro en simples recreacionistas de fin de semana, cajeros electrónicos que se limitan a entregar  una cuota alimentaria.   Domingo Expósito Moreno tenía 31 años. Había viajado hasta Argentina para recuperar a su hija y retornar con ella  a su país de origen,  España. Una resolución judicial se lo permitía. Cuatro años atrás, su pareja se había llevado a la niña hasta el fin de la Tierra: Comodoro Rivadavia, La Patagonia. Domingo la acusaba de secuestro. En realidad lo que hizo la madre es un delito  similar, aunque con otro nombre: ejercicio arbitrario de la custodia, sustracción internacional de menores.  Como Oswaldo, Domingo había perdido contacto con su hija. El proceso para recuperarla  fue largo y agotador. Domingo permanecía en condición de turista en Argentina. Cada tres meses viajaba a Chile para mantener el permiso de residencia. Cuando la justicia finalmente le dio la custodia definitiva, escribió en Facebook: “Muchísimas gracias por todo. Les quiero comunicar que ya llegó el pasaporte de mi hija. Ya queda menos para que se acabe esta tortura. En algunos días os informaré de cómo va todo”. Era 10 de junio de 2014 y parecía que la vida de Domingo por fin le hacía honor a su nombre. El viaje de regreso a España con su hija estaba programado para el 30 de junio. Cinco días antes, en la noche del 25 de junio, dos hombres le dispararon en el barrio 9 de julio. Era miércoles. Literalmente, lo borraron del mundo. En la Fundación Padres por Siempre hablan de otras muertes. Sospechan que algunos padres se han suicidado después de que les impidieron volver a tener contacto con sus hijos. De cada diez personas que se quitan la vida en Colombia, ocho son hombres.***Trini aprieta de nuevo las manos, cierra los ojos.   - Hay gente inocente en la cárcel debido a las falsas denuncias que surgen  en los divorcios. Trini, 62 años, ex maestra de un colegio, dio con la Fundación Padres Por Siempre como la mayoría de sus casi 700 miembros en Colombia: buscando ayuda en Internet. Un hombre muy cercano que prefiere mantener en el anonimato había sido acusado de abusar sexualmente de su nieta. Trini estaba segura que no era cierto. Lo conocía desde hacía cinco décadas. Si fuera necesario, metería las manos al fuego por él. Con la acusación, la madre pretendía alejar a su hija de la familia paterna y de su propio padre. La consecuencia fue mucho más cruel. El rostro de su abuelo desapareció completamente de su memoria. La niña confesó que su madre le había pedido que dijera una mentira: “mi abuelo me bajó los pantalones para introducirme la mitad del pene”.Su abuelo alcanzó a ser reseñado por la justicia. El día en que lo iban a capturar, sufrió un pre infarto. Mientras estuvo en la clínica, con un policía custodiando la habitación, un abogado interpuso un habeas corpus, una acción legal que cualquier ciudadano puede utilizar si considera que su captura fue ilegal. Un juez le dio la razón y tras varios meses, el proceso se cerró. Nadie podrá prever lo que pasará cuando la niña crezca: ¿llegará a recordar que una palabra suya pudo quitarle la libertad a su abuelo? Trini agacha la cabeza, respira hondo. Desde que conoció ese caso, decidió dedicarse exclusivamente  a la Fundación Padres Por Siempre.  Sus precursores son hombres de entre 30 y 55 años, todos profesionales, empresarios que no tienen el tiempo suficiente  para responder las consultas que los papás les hacen por correo electrónico desde todo el país. Trini quiso  dar una mano. Al fin y al cabo puede vivir de la mesada que le envía su hijo desde Estados Unidos, aunque la verdadera razón para trabajar en la fundación va mucho más allá del tiempo de sobra. - Soy mujer, defiendo a la mujer, defiendo que la justicia nos proteja, pero no me puedo quedar callada con lo que está pasando: algunas  mujeres, valiéndose de que culturalmente se nos tiende a defender, están levantando falsas denuncias para ganar la custodia de sus hijos. Desconocen que eso tiene consecuencias penales: doce años de cárcel. En la Fiscalía de Cali tienen registro de 50 casos de falsas denuncias en lo que va del año, aunque en el sistema no se determina las razones por las cuales se hicieron. En la oficina del psicólogo y magister en criminología  Iván Valencia Laharenas, de la Universidad Libre, reposa el expediente de un anciano acusado de abuso sexual de un menor. Cuando ocurrieron los hechos, sin embargo, el abuelo se encontraba en otra ciudad. Laharenas, que desde hace diez años se dedica a investigar los casos de pedofilia y homicidios seriales de niños en el Valle, advierte que, aunque son cientos las historias de menores abusados por familiares cercanos, incluso por su padre, también es cierto que debido a las falsas denuncias por abuso sexual hay gente inocente en la cárcel. - Pablo Figueroa, un ingeniero mecánico, fue acusado por su exmujer de abusar de su hija, asegura Trini. ***Sentado en el comedor de su apartamento, Pablo dice que su ex mujer por un lado lo acusaba de abusador, pero por otro le dejaba a la niña cuando pasaba por  problemas económicos. Después regresaba para quitársela de nuevo. Ese fue uno de sus argumentos de defensa. Ninguna madre en sus cabales va a dejar a su hijo con un violador. Su ex mujer, entre otras acusaciones, también lo demandó por inasistencia alimentaria. Pablo tomó la precaución de guardar las tirillas de pago de los supermercados para demostrar que no era cierto. El historial del caso lo protege en una decena de carpetas que guarda en su closet. Entre  una y otra diligencia, transcurrieron largos periodos sin poder estar con su hija. En promedio, calcula, apenas pudo verla una vez cada tres años. Pablo se limpia algunas lágrimas con la manga de la camisa. De pronto,  mira hacia la sala. Es como si, al hacerlo, regresara al pasado y observara a su hija ahí, acostada en el piso, jugando o viendo televisión mientras él preparaba los teteros o alistaba todo para cambiarle el pañal. Un padre, un buen padre, dice, puede hacer todas las funciones que socialmente se le atribuyen a la madre. Incluso desarrollar aquello que llaman sexto sentido. Pablo mira al frente de nuevo.  Después de ocho años de líos jurídicos, su hija ya no quiere verlo. Cuando abrió su cuenta de Facebook, la niña solo puso el apellido de su madre. Hace unos meses que estuvo operado de los ojos  tampoco quiso visitarlo. Su hija, le advirtió una trabajadora social, podría ser una víctima más de la alienación parental. Funciona igual a la tortura de la gota de agua. Cae y cae en la roca hasta que un pedazo se desprende y ya no es posible repararlo. Alguno de los progenitores – generalmente quien tiene la custodia- se encarga de poner al niño en contra del otro padre.   Los muñecos que Pablo le mandaba a su hija fueron incinerados por su ex mujer. La abogada Paulina Quijano se dedica, entre otros asuntos,  a atender  procesos de divorcio. No se le hace extraño el caso de Pablo. De hecho, dice,  es bastante común. Tal vez por falta de educación, los padres suponen que son dueños de sus hijos. Los niños son vistos  como  objetos que hay que ganar a toda costa y para ello se recurre  a cualquier método, desde las falsas denuncias a la alienación parental. En los últimos dos años, de 5.858  peticiones de conciliación que se registraron en el ICBF de Cali, 1.374 resultaron fallidas. Casi la cantidad de las parejas que se requerirían para llenar tres veces el Teatro Municipal de la ciudad no se pusieron de acuerdo en el manejo de la custodia de sus hijos y debieron resolver sus problemas en los juzgados.***La Fundación Padres Por Siempre surgió en 2008. Sus precursores compartían varias cosas en común: hombres, profesionales y, pese a estar divorciados, se negaban a tener que ver a sus hijos según los horarios que imponían los jueces. “Somos papás por siempre”, se dijeron, y decidieron iniciar una lucha jurídica por sus derechos. En una ocasión se vistieron de super héroes. Édgar Antonio Bayona fue Spiderman; Mauricio Zárate, Flash; Alejandro López Supermán; Jairo Vega, Capitán América; Alberto Parra Ospina, Spartacus y Edison Salazar, Batman. Salieron en una revista, quizá como una manera de dar a entender que están dispuestos a cambiar el mundo.La sociedad, considera Edison Salazar, 54 años, ingeniero de telecomunicaciones, se desarrolló durante siglos bajo unos esquemas matriarcales en los que a los hombres se les daban unas funciones (encargarse del sustento de la familia, el dinero)  y a las mujeres otra: criar a los hijos. De cierta manera, existe una desacreditación del papel del padre en la crianza al punto de que se acepta como una verdad un dicho popular: madre solo hay una, padre puede ser cualquiera. Ese condicionamiento social podría estar determinando también las decisiones de la justicia en los divorcios. En promedio, en Colombia solo el 10% de los papás obtienen la custodia de sus hijos. En España, solo cuatro de cada 100 hombres lo hacen. La certeza de que un niño está mejor con su madre que con su padre es mundial. Los padres que defienden que aquello no siempre es cierto también están en todo el mundo. En Latinoamérica hay organizaciones como Padres por Siempre, lo mismo que en Europa, sobre todo en España, Italia y Francia. John Arley Murillo, el Director Regional del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, les da, en parte, la razón. Evidentemente, en Colombia no existe un soporte normativo sólido para determinar la custodia compartida de los hijos y los funcionarios podrían sentir temor para aplicarla. “Hace falta regulación y por eso se tiende a escoger a uno de los dos padres para la custodia. En ese sentido creo que el derecho de familia en Colombia tiene ese reto: desarrollar esta figura”. Pablo Figueroa, sentado frente a su computador, observa el video de un paseo de hace mucho. En la pantalla su hija señala a una iguana mientras sonríe. El computador es, de alguna forma, el único puente que le permite ver a su hija.

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