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Informe: niñas de Cali, las nuevas víctimas de la intimidación escolar o 'bullying'

Aunque los colegios trabajan para frenar la intimidación escolar, el fenómeno se ha incrementado, sobre todo entre las mujeres. Informe.

6 de mayo de 2012 Por: Redacción de El País

Aunque los colegios trabajan para frenar la intimidación escolar, el fenómeno se ha incrementado, sobre todo entre las mujeres. Informe.

El problema es tan añejo, que en 1857 el escritor Tomas Hughes publicó un libro en el que informaba sobre las consecuencias negativas del ‘bullying’ en los colegios públicos de Inglaterra. El problema es tan de cuidado, que se han registrado casos extremos en los que las víctimas se suicidaron. Sucedió en Noruega a finales de 1982: tres jóvenes entre 10 y 14 años que padecían intimidaciones sistemáticas por parte de sus compañeros de colegio se quitaron la vida. Los datos anteriores se leen en la investigación ‘Estudio exploratorio sobre el fenómeno del ‘Bullying’ en Cali, Colombia’, de las investigadoras María Teresa Paredes, Martha Cecilia Álvarez, Leonor I. Lega y Ann Vernon. Esa primera investigación -se realizó de 2005 a 2006 y en los próximos días saldrán los resultados de una segunda exploración del tema- daba cuenta de ese problema viejo y silencioso radicado en los colegios de Cali: de 2.542 estudiantes encuestados de los grados sexto, séptimo y octavo de 14 instituciones educativas, el ‘bullying’ se presentó en el 24.7% de los casos abordados para el estudio. Además, se encontró que el 43.6% - 1.108 estudiantes, - admitieron que alguna vez agredieron de diferentes formas a un compañero ridiculizándolo, golpeándolo, excluyéndolo, amenazándolo. Los resultados de la segunda investigación que pronto se darán a conocer informan que la problemática se ha incrementado. Y hay un dato nuevo: el ‘bullying’ se está presentando con mayor frecuencia entre las mujeres. Es decir que esta es una ciudad en la que crecen miles de estudiantes que podrían padecer problemas psicológicos, baja autoestima debido al ‘bullying’. Son algunos de sus efectos. “Las víctimas de esta forma de violencia cambian su comportamiento, se tornan huraños, tristes, inseguros y con baja autoestima. Es una problemática que genera serias repercusiones y está asociada con casos severos de depresión que, incluso, pueden llegar a la venganza desproporcionada o al suicidio”, explica, a propósito, la psicóloga Vilma Rengifo. Otro de los efectos negativos del ‘bullying’, escribió el psiquiatra Carlos E. Climent, es que las víctimas pierden la capacidad de diferenciar entre solidaridad y complicidad. Claro: el que denuncie un acoso sistemático es visto como un ‘sapo’ en el colegio. No denuncia, entonces el acoso sigue. No denuncia, entonces es cómplice del victimario. No denuncia, entonces en el futuro le dará vía libre a los delincuentes sin decir nada. Hay que aclarar. El ‘bullying’ o intimidación escolar es apenas una de las múltiples formas de violencia que se presentan en las instituciones educativas. El psicólogo noruego Dan Olweus, que ha estudiado esta problemática desde hace cuatro décadas, define la problemática así: “Un alumno es agredido o se convierte en víctima cuando está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o varios de ellos. Se pueden cometer acciones negativas de palabra, por ejemplo, con amenazas y burlas, tomar el pelo o poner motes. Comete una acción negativa quien golpea, empuja, da una patada, pellizca o impide el paso a otro mediante el contacto físico. También es posible llevar a cabo acciones negativas sin el uso de la palabra y sin el contacto físico, sino, por ejemplo, mediante muecas, gestos obscenos, excluyendo de un grupo a alguien adrede”. Acosos reiterados, sistemáticos, prolongados en el tiempo. Insultar a mi compañero todos los días por algún defecto físico. Empujarlo cada que puedo delante de los demás para sentirme más fuerte. Robarle la plata de los recreos. Esconderle los cuadernos. Insultarlo en las redes sociales. Estornudar encima de su almuerzo. O lo que pasó en un colegio del sur de la ciudad: matar un pájaro, desangrarlo y meterlo en el maletín de ese que molesto. Todo eso es ‘bullying’. Además de los problemas psicológicos, está el riesgo latente de que la intimidación sistemática en las aulas pueda llegar a generar tragedias en principio insospechadas: ya lo dijo Vilma Rengifo: venganza desproporcionada. Esta semana, por ejemplo, se conoció el caso de un estudiante que fue apuñalado porque le vendió a otro unas papas fritas vencidas. Esta semana, también, en Facatativá Cundinamarca, dos niñas pensaron envenenar a su profesora. El plan era darle medicamentos en un yogurt. Una de las estudiantes se arrepintió antes de ese intento de homicidio y confesó el plan a la maestra. Los especialistas - como la investigadora del Instituto Cisalva de la Universidad del Valle Alejandra Vidal - advierten que esos tipos de violencia no se podrían definir como ‘bullying’, y habría que estudiar cada caso en profundidad para determinar qué llevó a un niño a apuñalar a otro, qué llevó a dos niñas a pensar en matar a su docente. Habría que investigar cada hecho y determinar si hubo, antes, acosos sistemáticos, intimidaciones repetidas, que habrían podido desencadenar estas reacciones. En todo caso, más allá de las definiciones académicas, la cotidianidad indica que la violencia se volvió común en los colegios. Es posible, es una hipótesis, que esa violencia en los salones sea un reflejo de la sociedad, de la historia del país.Alejandra Vidal habla de la normalización de la violencia. Si matan a alguien, pensamos ¿por qué? Ese por qué, en el fondo, está justificando la violencia para dirimir los conflictos. Por qué, pensamos, o algo habrá hecho. Desde niños, además, se nos inculca responder con violencia a la violencia. En casa nos dicen no se deje, se fomenta la cultura del ojo por ojo. El grupo de amigos, de otro lado, valora al más fuerte, al que va, pelea, deja en el piso al otro. Es un héroe. El mensaje es ese, hay que dañar la cara del otro para ganar respeto, popularidad.De ahí que en el Instituto Cisalva se está trabajando en la prevención del ‘bullying’ en un proyecto financiado por Colciencias y en asocio con la Universidad Javeriana. El objetivo es capacitar a docentes de 28 instituciones para que promuevan formas distintas de relacionarse los alumnos de primaria, en donde no impere esa ley del ojo por ojo. Una de las formas de lograrlo es mediante la programación de juegos cooperativos, no competitivos, para que los alumnos aprendan a reconocer al otro como un igual que se debe respetar. El colegio José María Carbonell también está trabajando en el asunto. Desde 2007 viene desarrollando un modelo de mediadores de paz. Los mediadores son estudiantes que han sido capacitados en temas como derechos humanos. Cada que hay un conflicto entre alumnos, los mediadores intervienen para buscar acuerdos entre los enfrentados. El programa no está enfocado exclusivamente en el ‘bullying’: la apuesta es prevenir la violencia en general. Los mediadores se han convertido en ejemplos a seguir por estudiantes indisciplinados y a través de la iniciativa los alumnos están aprendiendo que hay otras vías distintas a las patadas y los puños para resolver las diferencias. El modelo, es el objetivo, será replicado en otros planteles de la ciudad. El Colegio Bennett también adelanta campañas de prevención del ‘bullying’, así como colegios de la Arquidiócesis, entre otras instituciones educativas. Sin embargo, parece que no es suficiente. Edward Hernández es personero delegado de la Oficina del Menor y la Familia de la Personería de Cali. Opina que el problema no es solo de los colegios. Para darle una solución definitiva a la violencia escolar, propone la creación de una política pública de ciudad. No es una tarea exclusiva de la Secretaría de Educación, del Instituto de Bienestar Familiar, de lo planteles, insiste Hernández. Es una urgencia que debe reunir al Estado y a la ciudadanía para establecer los mecanismos de prevención.Y la familia es fundamental. El personero delegado ha venido trabajando el tema de violencia escolar y su conclusión es la siguiente: parte del por qué los estudiantes reaccionan con violencia, utilizan la violencia, se explica en que sus familias están desintegradas, hay conflictos, están separados los unos de los otros, han hecho de la violencia la manera de resolver los conflictos. El alumno ve el ejemplo, lo replica. El psicólogo Carlos E. Climent piensa lo mismo: “una pieza fundamental en el proceso que busca eliminar de raíz esta forma de agresión en los colegios es la posición clara y sólida de los padres de familia, quienes, por el bien de todos, hacen alianzas con la ley, no con el infractor. Dentro del proceso formativo, en el cual los padres son los más interesados, le exigen al hijo -cuando éste es el trasgresor- el franco reconocimiento y la reparación de la falta cometida. Tal posición, instalada desde muy temprano en el hogar, contribuirá a que futuras generaciones sean más críticas frente a la violencia en cualquiera de sus formas”, escribió. El diagnóstico está resuelto. La prevención empieza en casa.

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