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Historia del hombre que creó en Cali un parque 'mágico' para conectarse con la naturaleza

¿Queda lugar para la magia en la ciudad? A media hora de la Plaza de Toros hay uno. Conozca la persona que lo encontró.

11 de junio de 2015 Por: Redacción de El País

¿Queda lugar para la magia en la ciudad? A media hora de la Plaza de Toros hay uno. Conozca la persona que lo encontró.

“La magia se ha perdido, hay mucho desencanto. Los niños se desencantan de todo, de los juegos. Estamos desando en futuro. Todo lo que ofrece la sociedad es futuro y en el presente, entonces, uno no es; uno solo es hasta que llegue a ser algo, algo en el futuro. Decimos: yo seré alguien… Entonces por ir detrás del futuro huimos del presente, no tenemos tiempo para el presente. Este es un espacio para encontrarse con otras realidades, redescubrir la magia y el encantamiento”.

Carlos Augusto Castaño, bluyín, sandalias de caucho y sudor en la frente, explica de esta forma lo inexplicable. Está sentado sobre la hierba a la entrada de su casa, que en realidad es una finca, donde el pasado fin de semana comenzó a funcionar el Parque Interactivo de la Doble Espiral, abierto para ofrecer una experiencia de “refinamiento sensorial” a sus visitantes.

Queda el corregimiento Villa Carmelo, a media hora de la Plaza de Toros y para entrar es necesario un viaje de minutos a bordo de una tarabita que sobre un cable de acero va deslizándose a velocidad de teleférico, de la carretera a la montaña, por encima del río Meléndez. El refinamiento sensorial, dice Carlos Augusto, en cierto sentido también incluye enfrentar los miedos.

El nombre del lugar tiene que ver con el significado que los espirales poseen en la cosmogonía indígena.

Carlos Augusto habla de la costumbre ancestral de algunas culturas de enterrar el cordón umbilical de un recién nacido cerca de su casa; la razón es que a partir de ahí, el niño empezará a desenrollar su espiral de crecimiento, desde ahí se irá al mundo, conocerá y se hará hombre, y cuando sea momento regresará, en el espiral de recogida, para encontrarse con un niño al que le dará algo del conocimiento que adquirió y así ayudar a que empiece su propio camino. Doble espiral. El bautizo, en alegoría a todo eso, entonces es más que justo.

Hace dos años y medio, el terreno era un rastrojo sobreexplotado agrícolamente por el que pocos daban un peso, no solo por esa causa, sino porque no tenía acceso vehicular a la carretera así que quien quisiera llegar tenía que descolgarse por el despeñadero, atravesar el río y subir loma.

Pero aún así estaba en venta. Carlos Augusto supo de él dos años después de estar viviendo en Villa Carmelo. Se había mudado de Cali, con su esposa y su hijo, yendo detrás de la idea de una ecoaldea que en algún momento se rumoró iban a impulsar en la zona.

Pero ante la frustración del proyecto, la familia decidió intentar la vida en el campo, primero alquilando una casa, y al comprobar que podían con el cambio, aventurándose a comprar esa finca a la que no podían llegar carros.

Carlos Augusto tiene 49 años y dice que aunque fue varias a veces a la universidad a estudiar varias cosas, no terminó ninguna. Se formó solo, leyendo mucho, y uno de los temas que más domina es la docencia popular. Pero se hizo sobre todo trabajando.

En el Eje Cafetero, donde nació, una vez a su familia le cambiaron la casa donde vivían en un barrio clase media, por un negocio de helados que a fuerza de mucho sacrificio se convirtió en tradición familiar y seguramente en orgullo, aunque él no lo diga con esas palabras. Han pasado muchos años y el negocio hoy es una empresa.

Pero él no es un empresario, ni habla como un empresario: “La gente que venga va a encontrar el mago, va a salir encantada. ¿Y qué es la magia? Lo pequeño ¡Nunca tenemos en cuenta el poder de lo pequeño!”.

En Villa Carmelo, Carlos Augusto conoció a William Yela, un campesino que también se había interesado en el frustrado proyecto de la ecoaldea y con toda una vida a cuestas desarrollando la sabiduría popular del cultivo y  protección de la tierra.

Una cosa llevó a la otra y ya de amigos se fueron a trabajar juntos recuperando el terreno. “William es el que me ha enseñado todo, el que lo sabía todo.

Él tenía un proyecto de una huerta orgánica y yo le dije que acá lo podíamos realizar y empezamos el trabajo de sembrar el suelo para devolverle lo que se le habían llevado. Sembramos todo orgánico, nos dedicamos a montar un banco de semillas limpias, así empezamos. Mi idea inicial era adecuar esto para  vivir, pero la tierra, cuando se iba a recuperando, nos iba mostrando cosas; ahí apareció el concepto del espiral”.

Hoy, en las doce hectáreas que componen el terreno hay una granja integral orgánica, senderos que atraviesan jardines, el bosque y el río, otros que llegan a la microcuenca, y uno más que pasa por una cava de vino de mora (también hacen vino de mora) y una casita que, construida en un árbol, desemboca en un túnel de obstáculos que va a dar a un canopy miniatura que aguanta el peso de los adultos. La casa del árbol es un mini-desafío, explica Carlos Augusto, contando que fue armada por Didier Castañeda, ganador del reality de supervivencia y habilidades Desafío(Canal Caracol) en el año 2009.

Inicialmente era un lugar para su hijo –que sigue siendo el propietario original-, pero ahora es un espacio al servicio de la gente para que, a escala menor, mida allí sus destrezas.

 Carlos Augusto conoció a Didier cuando empezó a pensar la formar de solucionar el acceso a la finca y al ocurrírsele la idea de construir una tarabita, entró en contacto con ese muchacho que después de ganar el reality se dedicó a trabajar para la productora del juego armando pruebas semejantes a las que se cansó de pasar.

[[nid:431184;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/06/parque-naturaleza.jpg;full;{El Parque Interactivo de la Doble Espiral, es un espacio abierto para ofrecer una experiencia de “refinamiento sensorial” a sus visitantes. Está ubicado a media hora de la Plaza de Toros en el corregimiento Villa Carmelo.Jorge Orozco | El País}]]

Didier, por estos días, mantiene allí, en la Doble Espiral, de guantes y ropa sucia de trabajo. Dentro de poco, invención suya, el parque también tendrá un desafío para adultos. Y un canopy en paralelo al cable de la tarabita, que será habilitado quizás como la única entretención para particulares.

Porque el parque, en realidad, está concebido sobre todo para visitas grupales: “Inicialmente lo pensamos como un modelo educativo para los niños de la escuela, Willam es guardabosques y enseña educación ambiental. Pero la idea ahora es atender grupos en general, que lleguen con visitas concertadas y poderles guiar el recorrido para ayudarles a hacer visible lo invisible”.

Carlos sigue sentado en la hierba. Atrás está su casa, de paredes bareque. Por ahí, yendo de un lado a otro, William, y Manuel Torres, y Yuli y Didier, los aliados que sueñan a su lado.

Y al fondo, jiguas, cascarillos, cedros rosados, balsos que levantan sus manos de ramas para hacerle cosquillas al cielo. Más al fondo, Los Farallones. Es la vista de Carlos cada que abe la ventana de su casa, que en realidad es una finca, que en realidad es un parque. Cosas de la magia. La magia de las cosas pequeñas.

 

Para llegar al parque

Subir por la Avenida Guadalupe y antes de llegar a los cementerios, tomar la vía hacia La Reforma. Pasando La Reforma, en la ruta hacia el corregimiento de Villa Carmelo, dos kilómetros después de La Fonda. La entrada queda sobre la vía, desde donde es posible ver la tarabita. El punto exacto se llama El Minuto, vereda El Carmen. 

El parque ofrece una gran experiencia de conciencia ambiental. En promedio, las visitas por persona tendrán una tarifa cercana a los $35.000. Para más información: aguafressca@gmail.com

 

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