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“Hay que ayunar de indiferencia”: padre José González

El sacerdote José González, vicario para la Reconciliación de la Arquidiócesis de Cali, dice que aún falta mucho por hacer por los habitantes de la calle.

30 de marzo de 2015 Por: Luz Jenny Aguirre | Editora de Entorno

El sacerdote José González, vicario para la Reconciliación de la Arquidiócesis de Cali, dice que aún falta mucho por hacer por los habitantes de la calle.

[[nid:407327;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/03/sacerdote-jose-gonzalez.jpg;full;{El padre José González aseguró que “lo peor que pueden hacer es trasladar a los habitantes de la calle a otra parte. En ninguna parte los aceptan. Hay que pensar soluciones en la zona donde están”. Foto: Archivo | El País}]]

El sacerdote José González, vicario para la Reconciliación  de la Arquidiócesis de Cali, dice que una de las tareas de esta Semana Santa debe ser derrotar la indiferencia que hace que creamos que lo que no nos pasa a nosotros, no es nuestro problema. “Los pobres siempre causan roncha”, afirma. Dice que los habitantes de la calle de Sucre, San Pascual y El Calvario, donde construirán Ciudad Paraíso, no deben ser “trasteados” a otras partes. Lo mejor es adecuar en esta misma zona un espacio digno para ellos, explica. 

Usted ha manifestado su preocupación por los habitantes de calle en Cali. Recientemente lideró una protesta haciendo un llamado por el respeto a sus vidas, ¿qué es lo que está pasando?

 Asesinaron a cuatro habitantes de calle, tres en Primitivo Crespo. Que eso no se vaya a convertir en una pandemia, en lo que llaman ‘limpieza social’, porque eso no lo permitimos. La vida es sagrada. Donde hay un asesinato vamos a hacer el ‘rosario al parque’ para solidaridarnos con la comunidad y la familia y para gritarle a la sociedad que queremos que la sangre corra por las venas y no por las calles. Lo otro es que una sociedad civilizada tiene que preocuparse siempre por el otro, por la vida digna del hermano. El Papa Francisco ha insistido en lo que llama ‘la globalización de la indiferencia’.   

¿Cómo está el apoyo del Municipio a los proyectos para atender a estas personas?

El Municipio va avanzado. Por ejemplo, a los habitantes de la calle ahora  se les está gestionando el carné del Sisbén y en algunos casos, para quienes no la tienen, la cédula.  La ley se tiene que aplicar y  estos señores tienen derecho a educación, salud y bienestar. Pero falta mucho. Por ejemplo, tenemos un convenio con la Alcaldía para atender entre 90 y 120 habitantes de calle con Samaritanos de la Calle. ¿Qué es eso para casi 4000 habitantes de calle que hay en Cali? Apenas nos remitimos a los que están en El  Calvario o Sucre, pero ¿cuantos están en Santa Elena, en San Judas, La Nave, las galerías,  Alfonso López, El Vergel, La Isla?

¿Es cierto que Cali es muy atractiva para la mendicidad?

Es atractiva porque la gente acoge, es verdad, no se puede ocultar la  verdad. Además, la gente es generosa, les  da pesar y muchos ayudan. Falta  hacer todo un sistema de habitabilidad en calle y  en eso estamos. Ahora está  el proyecto Ciudad Paraíso (de renovación del centro) para el que de ningún modo queremos ser piedra en el zapato. Pero por ejemplo, nosotros podemos tener allí 250 habitantes de calle y hay mucha más gente ayudando (fundaciones como  Ser Gente,  Cristo de la Calle, Angeles de la Calle), pero no basta con eso. Hay que hacer un proceso para que ojalá puedan volver a sus familias y sino, que al menos no se hagan daño y no se lo hagan a la sociedad. 

¿Cuál es la preocupación con Ciudad Paraíso?

Lo peor que pueden hacer es trasladar a los habitantes de la calle a  otra parte. En ninguna parte los aceptan. Allí (en Sucre, San Pascual y El Calvario, donde será Ciudad Paraíso) no los aman, pero se los aguantan. Y está probado que en unos hogares bien construidos ellos incluso podían pagar los $3000 que pagan en otras partes  y tener una casa digna. Los alcaldes, desde Ricardo Cobo, han dicho que nos van a acomodar una casa en la Calle 13A con Carrera 11 para tener ese espacio digno.  Desde allí está la preocupación. ¿Porque no hacer en esta zona una cosa digna que no fastidie a los  vecinos y que los habitantes de calle  puedan salir al  menos a coger papel?

¿Esa propuesta está incorporada al proyecto de Ciudad Paraíso?

Yo lo hablé con el señor Alcalde y me dijo sí, buscaremos unos espacios dignos. No podemos empezar a trastear a la gente, porque los vecinos ahí mismo se rebotan. Además, si los pasan, ellos se están dos o tres días, pero vuelven al centro, que es donde encuentran material para reciclar. Para qué llevármelos para Potrerogrande o el Oriente.

Lo de rebotarse estaba pasando con los vecinos del colegio femenino San Fernando (en Bosques del Limonar), a donde se propuso llevar temporalmente a los Embera Katío que están en El Calvario…

Los Embera no quieren ese traslado, cuando se vayan de El Calvario quieren hacerlo para su tierra, lo que pasará alrededor del 5 de mayo.  Creo que la Alcaldía y la Asesoría de Paz han trabajado el tema, pusieron empeño. Ha sido un trabajo importante, pero no  suficiente. El último caso es escandaloso, el de una supuesta violación por parte de uno de ellos mismos  a una niña. Y sacaron al agresor de allí hacia su pueblo. Es algo que no pueden hacer, es un delito gravísimo y hay que entregárselo a las autoridades.  A esta gente hay que ayudarla, no rechazarla.  Y hay que decirles que deben retornar. 

¿Pero cómo interpreta usted esa reacción de los vecinos de Bosques del Limonar?

Los pobres siempre causan roncha y se cree que donde estén se va a volver un foco de pedir plata. Al pobre hay que darle la mano, aunque traiga sus dificultades. La exclusión y la indiferencia son malas para la sociedad. El otro es mi hermano.

Otro proceso que ha despertado polémica es el traslado de las familias del jarillón del río Cauca. Hay quienes reclaman porque aquí no solo se dé  una entrega de apartamentos sino un Plan Social. ¿Cómo ve usted este asunto?

Primero que todo, la reubicación es  una cuestión de seguridad. Ojalá esas reubicaciones  se den de manera justa, con los que realmente son y que no empiece a aparecer el mico y el perico,  hay que crear un ambiente de convivencia. En la Vicaría de Reconciliación  hemos hablado con el  Obispo de que ojalá tuviéramos  unos barrios que nosotros pudiéramos asumir, por ejemplo, con autoconstrucción mínimo de 80 metros cuadrados, no de 42. Y que paralelo se dé una formación en derechos humanos. Se trata de ir construyendo una comunidad, un barrio en paz. Eso queremos ahora para el posconflicto. 

¿Cómo ve a Cali en ese escenario del posconflicto? 

El posconflicto nos toca mucho. Ya en los barrios hay guerrilla, en la ladera y en el Oriente. No están haciendo violencia, pero sí presencia. Cali por algo será la capital del posconflicto y tenemos que estar atentos no para hacerles el feo sino para ver cómo construimos una comunidad incluyente, cómo se pueden sanar los odios y las heridas.

¿Qué tan preparados estamos para ese desafío?

Nos han faltado, estamos luchando para que haya perdón, no perdón y olvido, porque hay cosas que nos dejan marcados. Pero que seamos capaces de recordar sin odio, sin piedras en el corazón. Me imagino a las familias que tuvieron secuestrados, La María, el Kilómetro 18, la Asamblea. Y sé qué es duro, pero ese es el trabajo. Cuando yo tengo odio en mi corazón, el fregado soy yo. El odio me postra. La preparación para ese posconflicto  tiene que ser una política de Estado, y no que hay que ponerlo como una cosa a futuro porque eso es ya. 

Entonces, ¿usted le tiene fe al proceso de paz?

Creo que vamos a llegar a buen término. Lo que creo también es que sino se incluye a otros actores, la gente entra en desconfianza.  La gente empezará a tomar esto en serio cuando en el proceso se incluya al ELN y las Bacrim, entre otros. Todos tienen que entrar en la línea de la paz.

En esta Semana Santa usted ha llamado la atención sobre la vigilia, que no se trata solo de dejar de comer carne para comer pescado. Según eso, ¿cuál es el acto de contricción que debe hacer Cali como sociedad? 

 El acto de contricción que tenemos que hacer este año es rechazar la indiferencia. El gran problema del mundo y de Cali es que somos indiferentes, no nos duele nada, eso no nos pasó a nosotros, eso no es conmigo. Hay que ayunar de indiferencia.

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