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Gestores de movilidad: de víctimas de la guerra a líderes de la cultura ciudadana en Cali

Estas personas buscarán cambiar dos de los mayores dolores de cabeza de los caleños: su falta de cultura ciudadana y su deficiente movilidad.

17 de julio de 2016 Por: Lucy Lorena Libreros l Periodista de El País

Estas personas buscarán cambiar dos de los mayores dolores de cabeza de los caleños: su falta de cultura ciudadana y su deficiente movilidad.

Edilma Gómez suelta un suspiro profundo antes de contarlo. Lo del trabajo que recién estrenó, lo del milagro de emplearse a los 48 años, después de varios intentos fallidos, sin más formación que el ‘doctorado’ en desesperanza que ha cursado en toda una década huyendo de la guerra. Lea también: Espero que con la labor de los gestores mejore la movilidad: Armitage.       Es que  después de que llegaban noticias sobre la posibilidad de un nuevo empleo, pronto aparecía la decepción: Edilma terminaba —casi siempre—  caminando barrios enteros,  a sol y agua, “vendiendo cuchillos, vitaminas y otras vainas, puerta a puerta y por un  pago malísimo”.  Así que no tenía por qué creerle, un par de meses atrás, a la vecina del barrio Llano Verde  que, una y otra vez, le insistía en  que llevara su hoja de vida a la oficina de Asesoría de Paz de Cali. “Allá están dando trabajo a gente desplazada”, le decía. Para Edilma era “otra burla más”.  Solo vino a convencerse cuando recibió la dotación de chaleco amarillo, camisa azul claro y  pito que le entregaron, poco antes de comenzar la capacitación de 40 horas que le permitiría  convertirse en uno de los 100 gestores de movilidad. Un proyecto con el que la Alcaldía busca —empleando a personas víctimas del conflicto armado— promover la cultura ciudadana en Cali y de paso, mejorar la movilidad.    Usted, seguro, ha tropezado con Edilma y su rostro amable. Desde el pasado martes, cuando los gestores de movilidad fueron presentados a la ciudad, suele estar por los lados de Chipichape haciendo lo que aprendió en esos cursos: enseñándonos a cruzar la vía,  a utilizar los puentes peatonales, a entender que un semáforo en rojo es más que una luz que indica una pausa necesaria. Es la frontera de segundos que nos separa de la muerte.   Con cada pitazo, Edilma intenta poner en  orden el mundo. Y también salvarse, de una vez por todas, del extravío: olvidar que un día —allá en la vereda Santo Domingo Fabra, en Valencia, Córdoba— tuvo que empacar lo poco que cabía en una maleta y arrancar con tres de sus seis hijos rumbo a Cali. Las autodefensas no habían dejado otra opción: le habían desaparecido ya al esposo. Habían violado a la mayor de sus hijas.  A la propia Edilma también. Y habían reducido a cenizas su casa de palma, la de toda la vida.  “Siempre había sido una zona guerrillera; el pan de cada día era ver a los niños irse con esa gente  desde que tenían 9 años. Pero cuando llegaron los paras, en el 2000, comenzaron a matar a los que ellos creían ser auxiliadores de la guerrilla, mataron a muchas familias y a otros, como a mí, los amenazaban”, relata la mujer, representante de los gestores.  A la capital del Valle llegó después de convencer a un estudiante de medicina caleño —que había hecho su año rural en Córdoba— que la ayudara a buscarse un futuro en esta ciudad. Que ella sabía trabajar, le decía al muchacho, que bastaba una oportunidad.  

Los gestores  de movilidad  fueron escogidos por la oficina de Asesoría de Paz de la Alcaldía. Recibieron una capacitación  de 40 horas (20 teóricas y 20 prácticas) sobre el Código Nacional de Tránsito y cultura ciudadana por parte de Corpovisionarios, entidad que lidera Antanas Mockus. Los cien gestores de movilidad recibirán un salario de $1.500.000. De ese monto, ellos pagarán sus servicios de salud y prestaciones sociales.
Y la encontró en Llano Verde, ese barrio de casas gratuitas que el Gobierno Nacional entregó al oriente de Cali para hacerles la vida más amable a los desplazados por la violencia. Y allá Edilma ha hecho  lo de siempre: ayudar. Tiene un comedor comunitario en el que a diario reparte 150 almuerzos, y  una fundación, La Casa del Desplazado, en la que capacita a las mujeres en distintos oficios. Y es de allí de donde sale a diario para tomar los dos buses que la separan de su nueva ‘oficina’. Ser gestor de movilidad, dice, es también otra forma de ayudar: “a ser buenos ciudadanos”. Es lo mismo que hace Duverney Molina,  en el semáforo de la Carrera 98 con 16, al Sur. Hace diez años llegó con su familia desplazada desde El Queremal porque los paramilitares “obligaron a mi mamá a volverse su cocinera y amenazaban con llevarse a mis dos hermanos”. Tras muchos años de ganarse la vida en distintos oficios, desde vendedor de quesos hasta transportador de la galería de Santa Elena, este mes pudo contarle a su esposa que al fin tenía un trabajo fijo, con un buen salario, $1.500.000.  Y cada vez que su pito suena ocurren cosas como estas: un grupo de estudiantes logra atravesar sin peligro la calle; una abuela alcanza, confiada, la acera de enfrente; un carro frena a tiempo para no pisar la cebra; otro más apura el paso para no ser multado por ofrecer transporte pirata y parquearse en el lugar equivocado; el tráfico sigue sin trauma su curso así los semáforos estén dañados. [[nid:557103;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/07/ep001150861.jpg;full;{Jennifer López es una madre cabeza de hogar que vive con sus dos hijos de 8 y 3 años en Villa del Prado. Después de cinco años de trabajo informal, hoy es uno de los cien gestores de movilidad de la...Fotografía: Bernardo Peña|El País}]]  Al otro lado de la ciudad, al pie de la Plazoleta del CAM, frente a Jennifer López, también ocurren escenas parecidas. Madre cabeza de hogar del barrio Villa del Prado, porta en su chaleco de gestora de movilidad el número 79. Cuando les llama la atención con su pito a conductores y peatones  recibe a veces sonrisas pudorosas. Otras más, miradas de rechazo. “Es como en todo: hay gente amable que recibe bien las indicaciones; otras se molestan y te tiran el carro o la moto. Pero apenas estamos empezando,  es cuestión de tiempo”. **** El coronel Nelson Rincón, secretario de Tránsito de Cali, cuenta que los gestores, además de repasar el Código Nacional de Tránsito,  recibieron capacitación en cultura ciudadana por parte de Corpovisionarios, fundación liderada por Antanas Mockus, el alcalde que hace una década  logró el milagro de despertar el sentimiento de pertenencia de los bogotanos por su ciudad.  Aprendieron, además, sobre manejo de crisis y conflictos, “sobre el control de sus impulsos y  emociones cuando no sean bien recibidos por las personas; porque muchos de ellos vienen de vivir historias difíciles de violencia y discriminación. Y acá, al contrario, la idea es que se conviertan en mediadores que ayuden a resolver los  conflictos ciudadanos que se presentan en las calles, en medio del tráfico cotidiano”. Sobraban las razones para que la ciudad hiciera esa apuesta: “es que en Cali hay mucha indisciplina social. No hay que generalizar, claro, pero hay muchos conductores irresponsables capaces de conducir, borrachos, un taxi con pasajeros, o que les da lo mismo ‘volarse’ un semáforo en rojo”, se queja el coronel.   Y en una capital donde la cultura ciudadana es una tarea por hacer, donde la gente parece ir a la defensiva cuando está al volante,  452 agentes de tránsito  Cali no dan abasto.  Quien lo cree así es Nelson Delgado,  el jefe de los guardas en Cali. Asegura que la ciudad tiene un déficit. “Deberíamos tener por lo menos unos 800 agentes. Entonces, el aporte de los  gestores de movilidad es importante. Porque si bien no podrán imponer comparendos, parar el tráfico o atender accidentes, sí tendrán a la mano otras herramientas como llamar a la línea 127 a reportar un choque o avisar al supervisor que los tiene a cargo, para que este dé aviso al guarda de tránsito que esté más cercano”.  La propuesta, sin embargo, aún genera dudas. Preguntas como las que se hace Ciro Jaramillo, ingeniero civil y profesor de ingeniería  de transporte de la Universidad del Valle. “Aún no sabemos las motivaciones de orden técnico para entender qué llevó a la Alcaldía a pensar que esta podía ser una alternativa efectiva para mejorar los problemas de movilidad de la ciudad. Ni en qué estudio se ampararon. No hay cómo medir su eficacia, justamente porque no estarán en capacidad de sancionar y porque la formación que han recibido es muy liviana. Hay que pensar, por ejemplo, que una actualización les implica  a los guardas realizar diplomados de hasta cuatro meses, donde ven temas tan complejos como criminalística”, reflexiona Jaramillo.  Desde ya, piensa que el impacto de estos gestores, más que una solución a los “graves problemas de movilidad de los caleños”, será únicamente “un apoyo a la promoción de la cultura ciudadana, como lo que en su momento intentaron hacer los guardas cívicos”.  El secretario de Tránsito no lo desmiente. “Estos gestores serán coequiperos de los agentes de tránsito. No una autoridad y en eso hay que ser claros. Pero también hay que ser claros en que una ciudad no mejorará su movilidad a punta de fotomultas y comparendos. Hace falta fortalecer la cultura vial y esa será la principal tarea de estos cien gestores, a través de la pedagogía que ellos promuevan en las calles, de las campañas de prevención en accidentalidad”.     La lección la tiene bien aprendida Edilma Gómez. Parada desde una esquina del sector de Chipichape prefiere pensar que ya no es más una víctima de la guerra. Ahora es protagonista de lo que llama “la verdadera paz, la de las oportunidades”. Pitazo a pitazo, sigue poniéndole orden al mundo. Y salvándose del extravío. 

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