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Estos 'guardianes' del río Cali se inscribieron y ganaron con El Reto de #PorCaliLoHagoBien

‘Caminantes matutinos’ es la iniciativa de cuatro amigos caleños que desde hace tres meses madrugan a recoger basura en la ribera del río Cali.

26 de abril de 2016 Por: Redacción El País

‘Caminantes matutinos’ es la iniciativa de cuatro amigos caleños que desde hace tres meses madrugan a recoger basura en la ribera del río Cali.

Cuando el sol aún no sale, las luces de la casa de Mónica Sepúlveda, en una de las empinadas calles de San Antonio, están encendidas. Desde hace tres años madruga a las 4:30 a.m. para  caminar por la ribera del río Cali, pero desde hace tres meses resolvió que, además de ejercitarse caminando, su misión debía ser recoger la basura que se encontrara a su paso. 

Su recorrido comienza a las 5:00 a.m., entonces no tiene más que media hora para bañarse, alistar bolsas, guantes y botas pantaneras, por si toca meterse a las partes más hondas del río.

Esta misma rutina la repiten sus amigos Vladimir Vélez y Santiago Moya, con quienes desde el pasado 9 de febrero decidió quitarse el asco de encima y recoger las basuras que se encontraban en sus caminatas mañaneras habituales, de lunes a viernes desde la Carrera 10, en San Antonio, y por todo el borde del río Cali hasta llegar al Zoológico. 

El recorrido de los 'Caminantes matutinos', como decidieron llamarse, comienza sin retraso. Las calles están solas. Las pocas personas que a esa hora se ven por ahí  son entusiastas que salen a hacer ejercicio o buenos amos que salen a pasear a sus mascotas. Hay más carros que personas en las vías,  incluso Mónica no teme en cruzar una esquina aunque el semáforo esté en verde.

“A  esta hora me gusta caminar porque logro escuchar mejor el silbido de los pájaros”, comenta ella mientras avanza con Santiago en su caminata. A la altura del Hotel Intercontinental los está esperando Vladimir, o ‘Vladi’, como prefieren decirle. Y así los tres siguen el recorrido: todos con sudadera, tenis y unas camisetas azules que mandaron a estampar con un logo que muestra el río Cali, el Gato de Tejada, el cerro de las Tres Cruces, Cristo Rey, Sebastián de Belalcazar, los pájaros que tanto le gusta escuchar a Mónica y un árbol que está siendo abrazado porque, después del silbido de las aves, Mónica ama abrazar árboles.

Al llegar a la Avenida 4 Oeste se arman de guantes negros y bolsas y comienzan a recoger basura en la ribera del río. “La gente 'divina' que trota nos dice: ¡ay, qué linda labor!, pero no son capaces de hacerlo, piensan que recoger basura es denigrante, y no lo es”, puntualiza Santiago.

Mientras van llenando sus bolsas, Mónica comenta que se han encontrado ropa e incluso pollos congelados en cajas. La ocasión en que más basura han logrado recoger fue cuando, en menos de 40 minutos, llenaron 16 bolsas, recuerda Mónica. A su paso son muchas las personas que ya los reconocen, saludan y felicitan.  

Todos avanzan en su tarea lo más rápido que pueden. La idea  es no dejarse coger la tarde para llegar a donde don Darío, en la esquina de la Carrera 2 con Calle 13 en Santa Teresita, donde se les volvió costumbre desayunar.

Cuando llegan allí hablan de las donaciones que alguna gente ha hecho para que sigan con sus caminatas de limpieza que ayudan a alivar las basuras que los caleños tiran al río y a su ribera que, de acuerdo con  autoridades ambientales, puede llegar a acumular  422 toneladas de desperdicios cada año.

Algunas personas, comentan entre el desayuno, han donado bolsas, guantes, botas, dinero y, si uno de los benefactores  incumple con una promesa, entre todos buscan la manera de conseguir lo que haya quedado faltando. La única donación que siempre está  es la de Danna, una vendedora de jugos en La Portada que, en el ascenso que hacen hacia el Zoológico, les regala a cada uno su vaso. Es su forma de ayudar. Así es como ella lo hace bien. 

En el  recorrido se  les une Beatriz Navia, una señora que siempre camina desde el barrio Centenario y quien desde hace algunas semanas se enamoró del cuento: “Hay que contribuir a que la ciudad sea cada vez mejor, este es nuestro granito de arena”, explica.

Cuando llegan por fin al Zoológico, Mónica señala que es ahí donde más basura recogen siempre. Y en efecto, en 15 minutos logran recoger cuatro bolsas. “Vladimir es el más arriesgado de todos”, confiesa Mónica mientras lo ve meterse en la parte más honda del río para recoger basura 

Cuando comienzan a descender para San Antonio son las 9:00 a.m. Lo primero es amarrar las bolsas y hacerles algunas perforaciones  para que sea imposible que las vendan como nuevas, como les confesó un reciclador que hacían algunos de  sus compañeros.

Si se encuentran más basura en el camino de regreso a casa, como puede suceder, entre el grupo siempre alguien viaja con una o varias bolsas extra. Es una pequeña obsesión que poco a poco va dejando su rastro de limpieza sobre un tramo del río que recorre la ciudad. La forma en que decidieron hacerlo bien por Cali, pasando del dicho al hecho.  

De regreso  Mónica debe correr a la pastelería en donde trabaja; Santiago a organizar su clase que comienza al medio día y Vladimir a descansar: en la noche es barman en una discoteca.  En la parte trasera de sus camisetas, una leyenda: caminando y limpiando nuestro paso por la vida. Un paso que pocos dan.

[[nid:529609;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/04/734x486-monicasepulveda.jpg;full;{Ella es Mónica Sepúlveda, administradora de pastelería. Y aunque esta es su profesión real también dedica parte de su día a día a proteger este recurso de la ciudad.}]]

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