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¿Es usted de esos padres que grita a sus hijos?

Los padres de familia que gritan a sus hijos los lesionan anímicamente. Una frase, incluso un gesto, lastima tanto como un golpe. Psicológicamente, gritar es señal de impotencia.

24 de febrero de 2015 Por: Redacción de El País

Los padres de familia que gritan a sus hijos los lesionan anímicamente. Una frase, incluso un gesto, lastima tanto como un golpe. Psicológicamente, gritar es señal de impotencia.

Un día mientras Ale Velasco, maestra en educación especializada en lenguaje entre padres e hijos, ofrecía una conferencia en Monterrey, México, sobre el tema, un señor le preguntó con voz muy fuerte: “¿Qué puedo hacer para que mi hija obedezca?”. Ella lo interpeló: “¿Que obedezca a la primera?”. “¡Sí, a la primera!”, dijo él. Y Ale, directora del programa ‘Auxilio, tengo hijos’, de Discovery Home and Health, le respondió: “Si tu hija te obedece a ti a la primera, obedecerá al novio que la invita al hotel, a la amiga que le ofrece droga, al maestro que la lleva a lo oscuro”. Velasco explica que el problema de gritar, pegar o agredir a un hijo y educarlo para que “obedezca”, es que se le enseña que cualquiera tenga el poder de mandarlo. Si el padre o la madre dan una orden de manera inadecuada, los niños lo verán como un capricho y se sentirán humillados por el abuso de poder. Y se defenderán con el arma del débil: la desobediencia.1. No tendrá criterioHay que ponerse en los zapatos de los hijos, para lograr empatía y mostrar el respeto que se exige de los demás para con uno mismo. Los padres no deben dar la impresión a los hijos de que son objetos para ellos, o cosas de las que pueden disponer a su antojo. Los hijos deben ser tratados con respeto. Con gritos, insultos o castigos físicos no podrán ir formando su propio criterio. Para que aprendan a decir no y a elegir acertadamente, sus padres les deben dar un nivel de confianza en su capacidad de juicio, permitiéndoles conversar sobre cualquier problema. Los padres que someten a sus hijos a la sumisión les hacen daño, porque estos al llegar a mayores no sabrán qué hacer con tanta libertad y responsabilidades.2. Perderá iniciativa, respetoEl maltrato físico y el emocional dejan profundas secuelas en la autoimagen de la persona. El niño acabará por no distinguir cuando de verdad ha cometido una falta grave y les perderá el respeto a sus padres, ya que estará cansado de que lo regañen por cualquier cosa. El autoritarismo o abuso de la autoridad anula la individualidad y la iniciativa de quien la sufre. Cuando los hijos de padres autoritarios crezcan serán rebeldes y rechazarán cualquier forma de autoridad, serán intolerantes y/o despóticos o gente muy sumisa, incapaz de disentir por temor a las represalias, dispuestos a obedecer sin chistar.3. Dañará su autoestimaDescargar con los hijos las frustraciones de la vida cotidiana, hará que esos enojos que usted desborda a diario sean guardados por estos y expresados con furia más adelante. Las palabras cortantes, pronunciadas en momentos de frustración pasajera hieren la autoestima del niño y le generan dudas sobre sus capacidades. Cuando se les reprocha y critica, se les dice que solo se ve lo malo en ellos, y se sentirán rechazados.4. Será presa del abusoMediante los gritos, los golpes, las bofetadas, los pellizcos, la burla, el niño aprende a temer a la persona que ejerce violencia y cree, erróneamente, que la única manera de reaccionar frente a los conflictos es la agresión física o verbal. Un padre que castiga a su hijo por haber mentido, está equivocado, los golpes no curan el vicio de mentir, lo potencian, la mentira se cura con la eliminación del temor que la provoca.5. Cortará la comunicación Ale Velasco cuenta que una vez un joven de secundaria le pidió a su mamá: “Por favor, no me veas con ojos de demonio”. “Cuando somos asaltados por la ira o la tristeza, nuestros gestos dicen lo que sentimos. Los padres deben llamar la atención de sus hijos sin necesidad de gritarles, para alcanzar un amor firme con límites. De lo contrario sus hijos cortarán toda comunicación con ellos. Hay que hablar de cada problema y encontrar la solución. No dejar acumular nada”.

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