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En Marroquín II, 20 mujeres le marcan 'goles' a la desnutrición

En el Distrito de Aguablanca hay un grupo de 20 mujeres que se puso la camiseta para mejorar la alimentación de sus hijos futbolistas. Conozca la historia.

25 de julio de 2015 Por: Lina Uribe | Reportera de El País

En el Distrito de Aguablanca hay un grupo de 20 mujeres que se puso la camiseta para mejorar la alimentación de sus hijos futbolistas. Conozca la historia.

Uno de los aspectos más importantes en la vida de un deportista es la alimentación y en Marroquín II hay un grupo de madres que lo ha entendido muy bien. Desde hace tres años, gracias al programa de intervención social de  Harinera del Valle en alianza con la Fundación Paz y Bien, 20 mujeres con hijos futbolistas reciben talleres gratuitos sobre alimentación balanceada y saludable para meterle golazos a la desnutrición. Sandra Valencia es una de ellas. Con orgullo, cuenta que el programa le enseñó a cambiar su tradicional receta de espaguetis con mayonesa y sal por platos más nutritivos como pasta bechamel o espaguetis a la oriental. Además, sus hijos ahora se comen la remolacha en una deliciosa crema que aprendió a preparar.  Mara Duque tiene una historia similar. Aunque empezó los talleres hace apenas dos meses y medio, ha logrado romper la creencia de que un plato es más nutritivo entre más ingredientes tenga y ahora piensa más bien en qué tan balanceada es su alimentación y la de su pequeño futbolista.  Su familia no ha estado muy de acuerdo con la idea de que no se debe comer un plato con fríjoles, arroz, carne, tajada y papa, por ejemplo, sino uno solamente con fríjoles, arroz y ensalada. Por fortuna, Mara está ahí para explicarles los beneficios de tener una dieta balanceada y sin exceso de carbohidratos.   Así pues, este equipo de mujeres decidió hacer un cambio de táctica para gambetear la mala alimentación.  Marta Liliana, la coordinadora de la escuela de fútbol de Paz y Bien, nota en sus jugadores un cambio radical desde que sus madres asisten a los talleres ofrecidos por Harinera del Valle: “antes tenía muchachos que se me cansaban en los primeros 15 minutos del partido y no aguantaban más. Ahora ya juegan hasta dos partidos seguidos porque las mamás están pendientes de mandarles fruta o pasta y mucha agua para que mantengan hidratados”, cuenta.  La Fundación Paz y Bien tiene inscritos en su escuela de fútbol a cerca de 80 niños entre los 6 y 13 años. Todos los días realizan entrenos por la mañana y por la tarde, dependiendo de su horario de estudio. Los sábados  participan en competencias en la Universidad del Valle. Recetas que alimentan el alma Más allá de las técnicas culinarias que estas madres han desarrollado, estar en el grupo y asistir a los talleres les ha servido para fortalecer diversos aspectos de sus vidas. El programa ofrecido por  Harinera del Valle se complementa con talleres de crecimiento personal y autocuidado, pues es claro que el cambio debe ser integral. María ha captado la idea a la perfección. “No solamente es la comida, aquí todas le hemos sacado gusto al resto de charlas. Antes dejábamos todo para nuestro esposo y nuestros hijos y para nosotras quedaba la peor presita… no nos dedicábamos tiempo, no nos queríamos. Ahora hemos aprendido que para poder atender a nuestras familias primero tenemos que atendernos a nosotras mismas. Somos mujeres empoderadas”, dice con decisión.  A Tere, por ejemplo, compartir con otras mujeres le ha servido mucho para superar su timidez. Antes, cuenta, hablaba muy poco y no se relacionaba con nadie. Ahora se siente más segura y le encanta participar en las conversaciones. Uno de los próximos talleres está enfocado a cómo evitar el maltrato a la mujer y cómo actuar en caso de que suceda. Además, están previstas otras capacitaciones sobre proyectos productivos para que estas mujeres puedan convertir sus conocimientos culinarios en ideas de negocio de las que puedan obtener beneficios económicos.  De acuerdo con Elisa Ivette Ramírez, socióloga y coordinadora de  sostenibilidad de Harinera del Valle, el programa busca brindar un acompañamiento integral a las madres cabeza de hogar de Marroquín II para que puedan mejorar la calidad de vida de sus hijos deportistas, la de ellas y la de toda la familia. Esto se logra a partir de los distintos tópicos abordados en las charlas, que como bien se ha dicho van mucho más allá de la alimentación saludable.  A la ofensiva con la violenciaTras ver lo que ha significado para la vida de sus hijos pertenecer al equipo de fútbol del barrio, estas mujeres empoderadas decidieron unir esfuerzos para convocar a otros chicos y formar un club de fútbol adicional al de la fundación Paz y Bien. Todas las noches, mientras la mayoría de esquinas de Marroquín II llenan de pandillas, cerca de 40 adolescentes entre los 13 y 17 años se reúnen en la cancha de fútbol para ocupar sus ratos libres en ese deporte que tanto les apasiona. Y aunque sus hijos no entrenan ahí, las 20 madres mantienen pendientes de estos jóvenes y les enseñan, entre otras cosas, cómo deben alimentarse para tener un mejor rendimiento. Marta Liliana o ‘Melli’, como la llaman de cariño por tener una hermana melliza, se encarga de que estos jóvenes cumplan con las reglas básicas de alimentación saludable: para después del entreno tienen que llevar una fruta o una porción de pasta. Quienes incumplan el requerimiento deben pagar una penitencia consistente en hacer ejercicio adicional. Esta metodología ha servido para que los jóvenes adquieran el hábito de comer algo saludable y que les permita recuperar energías después de haber entrenado fuertemente.  El fruto de esta bella labor se resume en un recuerdo que le hace erizar la piel a Marta: “Una vez estábamos entrenando en la cancha y hubo una pelea entre pandillas por ahí cerca. Uno de los pelados del equipo me abrazó y me dijo “Gracias, ‘Melli’, porque si no fuera por usted tal vez yo estaría allá con ellos. Eso me hizo llorar, ahí comprobé que la escuela sirve para alejar a estos jóvenes de la violencia”, cuenta.  Así, este grupo de mujeres hace una jugada con varios toques: por un lado, mejoran la alimentación de sus hijos deportistas para que tengan un mejor rendimiento; por otro lado, trabajan en su crecimiento como personas y como líderes de un hogar; por último, extienden su buena voluntad hasta otros jóvenes que, de no ser por el deporte, quizás estarían entrenándose para empuñar un arma.    

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