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Empleados de Reckitt Benckiser donan tiempo y dinero para niños de la Comuna 18

Desde el amanecer del pasado viernes comenzó el final del gran reto. La misión: entregar un poco de alegría y bienestar a niños de la comuna 18, en plena ladera de Cali.

25 de junio de 2012 Por: Redacción de El País

Desde el amanecer del pasado viernes comenzó el final del gran reto. La misión: entregar un poco de alegría y bienestar a niños de la comuna 18, en plena ladera de Cali.

Desde el amanecer del pasado viernes comenzó el final del gran reto. La misión: entregar un poco de alegría y bienestar a niños de la comuna 18, en plena ladera de Cali. Los llamados al desafío fueron algunos empleados de la multinacional Reckitt Benckiser. Durante las primeras horas de la mañana, bajo un intenso sol, se les veía pasarse ladrillos de mano en mano. Estaban construyendo un comedor comunitario que serviría también de centro de atención en salud para los niños del asentamiento El Árbol.Este es el Latam Challenge, actividad que se da gracias a un convenio entre la fundación de origen británico Save the Children y la multinacional en el que un grupo de 22 empleados de la empresa en Latinoamérica emprenden el desafío de hacer algo por los niños.“A nivel de Latinoamérica, se hizo un convenio con la empresa Reckitt Benckiser para abrir una convocatoria de un reto por la niñez. Cada uno de los empleados debía poner la suma de dos mil libras esterlinas (equivalentes a $5.583.990) para entregarlas en obras a la comunidad de Cali. Hasta el momento se han recogido más de $100 millones (es decir, 36.100 libras esterlinas)”, explicó Marcela Forero, vocera de la fundación Save the Children.Marcela Forero explica que esta fundación nació en 1919, en Europa, luego de que la británica Eglantyne Jebb construyera, durante la Primera Guerra Muldial, varios campamentos de refugio para niños que también eran violentados por el rifirrafe del combate. “Escogimos la comuna 18 dado que aquí hay mucha comunidad desplazada. Cali tiene desarrollo en la urbe, pero en la parte de ladera existen grandes dificultades para los niños”, dijo Forero.Historia de un día inolvidable Thorsten Trompeter, empleado de una de las sedes de la multinacional en Brasil fue uno de los que cargó ladrillos que sirven de muro de contensión para el centro de apoyo a los cerca de 500 niños del asentamiento de El Árbol. Él es un alemán de 34 años, de difícil español y aparentes dos metros de estatura. “Esta experiencia es increíble. Desde el desafío de recolectar dinero antes de venir aquí, hasta hablar con las personas, es fantástico”, dijo el alemán. Un poco más allá, estaba Sara Gillet, relacionista pública de la multinacional y quien también es miembro de la fundación. Ella es de origen británico y también está cargando ladrillos bajo el sol.“Salud y felicidad para los niños del mundo es el lema del desafío y me siento muy orgullosa de emprender esta obra”, expresó Gillet.Mucho más adelante, en el asentamiento La Cruz, estaba subiendo loma Emilio Rodríguez, mientras varios niños lo abrazaban y le decían ‘gigante’. Emilio es de Mendoza, Argentina. En la multinacional trabaja como ejecutivo de ventas nacionales en su país. “Uno aquí ve cosas que no está acostumbrado a ver y se da cuenta de las necesidades de la gente que no siempre son materiales sino que es cariño y vengo a dejarles a los niños todo mi corazón”, anotó Rodríguez.En la caminata, María Fernanda Murial, líder comunitaria del asentamiento, señala las casas de esterilla.“Aquí hay mucho niño que es vulnerable. En una casita pueden caber dos y hasta cinco familias. En muchas de éstas hay niños que no comen en días”, dice la líder.Al llegar al comedor comunitario del asentamiento de La Cruz, está Ana Paula Gómez. Viene de México. Trabaja en marketing. Ahora está enjuagando con jabón líquido las manos de los niños que hacen fila para almorzar.“Venimos a Colombia a ayudar”, dice la mexicana con una sonrisa en su rostro.Otro centro comunitario se está contruyendo, esta vez, en el barrio La Arboleda, también de la Comuna 18. Ahí llegan más ‘desafiantes’ victoriosos que hoy, cuando se publica esta historia, ya estarán en sus países y volverán a sus rutinas laborales. Dicen que estarán allá con deseos de querer regresar al comedor comunitario que dejan ahora con pintura fresca, secando bajo el sol. En unos días se llenará de niños que sí tendrán qué comer.

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