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Ella es Neila, una joven afro que diseña collares y pulseras con semillas del Pacífico

A punta de recolectar semillas que durante su corta vida vio tirar a la basura como desechos, Neila empezó a recuperar y a visibilizar al Pacífico.

9 de octubre de 2015 Por: Alda Mera | El País.

A punta de recolectar semillas que durante su corta vida vio tirar a la basura como desechos, Neila empezó a recuperar y a visibilizar al Pacífico.

[[nid:471534;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/10/neila_0.jpg;left;{}]]Las semillas eran los juguetes naturales en su infancia en La Primavera, una lejana vereda asentada a la orilla del río Acué, en Puerto Asís, Putumayo. Como en una leyenda de tradición oral, la niña fue creciendo e iba a la escuela, pero la realidad en esa zona de conflicto la sacó de su hogar y la empujó a Cali, donde terminó su bachillerato.

Pero cuando viajó a la capital en el 2007, el regalo que le hizo su padre, Amado Preciado, fue una semilla de cocoroma, una pepa que aún conserva como la herencia simbólica de sangre, de región. Neila Preciado quiso lucirlo como un dije y de allí le surgió la idea de empezar a hacer collares y pulseras con las semillas de su tierra. Y en 2007 comenzó a pedirles a su mamá, Dominga Landázury, y   su familia, que se las  enviaran. Desde entonces,  un día le llegan  cajas con pepas de chontaduro, de chocho y de chonto,  semillas de palma de mambora, de tagua, de naibí o canutos de yarumo y cuanto fruto da, de un lado,  la selva amazónica, y de otro, la del Pacífico. Otro día recibe encomiendas con fibras como cacho bovino, de coco o la concha de chiripiangua, un molusco de mar;   o maderables como la palma de chonta, que ella pule y cuya  geometría natural  destaca como macro dijes de sus collares étnicos. Su universo estético de insumos naturales,  formas, colores y técnicas se fue ampliando  a medida que se va adentrando en la espesa vegetación y la naturaleza exuberante que la vio crecer.  Y como todo le quedaba chusco, pues su iniciativa se llamó Shuska y recibió el apoyo de Emprende Cultura, un programa del Ministerio de Cultura y Colciencias que promueve iniciativas culturales en 50 municipios del país. Neila fue una de los 2000 emprendedores que aplicaron para este proyecto que ofreció formación en desarrollo humano a población en condición de extrema pobreza, víctimas del conflicto armado y desplazados por la violencia, que tuvieran una iniciativa cultural basada en la riqueza de su región. El inicio fue una capacitación en la Universidad de Antioquia en cómo estructurar su modelo de negocio. En este camino, en el que lleva dos años que han sido de enriquecimiento y maduración, dice ella, quedó entre los 300 proyectos seleccionados para recibir asistencia técnica y un capital semilla. De estos, 54 proyectos fueron de ocho municipios del Pacífico, como Buenaventura, Cali, Candelaria, Caloto, Guapi, Tumaco, Nuquí y Quibdó, dice Laura Guerrero, de la Corporación Somos Más, encargada de llevar a término el proceso. Por ejemplo, desde 2011 que Neila creó la empresa como tal, ya conformó una Red de Mujeres Recolectoras de Semillas en el Pacífico. Son doce madres cabeza de familia que generan ingresos  recogiendo las semillas que en su entorno se desperdician, para procesarlas y reutilizarlas en la elaboración de los accesorios femeninos. “Es un proceso importante porque ellas van a tener una mejor calidad de vida, mientras se fortalecen lazos de familia y de comunidad, aprovechando los recursos naturales de su entorno nativo”, dice esta joven con alma de diseñadora natural, que se formó en la Academia de Dibujo Profesional de Cali y recibió capacitación en el Sena en marketing de la moda.   Así es como se volvió una experta en intervenir las semillas, ya con técnicas de puntillismo, utilizando  pinturas acrílicas y delicados pinceles, o las complementa con macramé o crochet. O potencializa su diversidad natural, como ocurre con el chocho, sea el grande, color café quemado, o  si es el amazónico, que ya viene decorado en rojo y negro.     También se vale de repujadores para hacerles el proceso de engaste a semillas como las de  bombora o panvil, mediante el cual les da brillo a sus vetas o  las usa con su geometría natural, dándole diversidad a estos frutos de su creación artística. Y cuando le llegan semillas de congoló, una enredadera tipo bejuco, ellas las corta como si fueran rodajas de pepino sobre las que pintan paisajes de Putumayo o animales exóticos de la región como las mariquitas o mariposas. Ahora, su arte no es tomar pepas y ensartarlas en una cuerda. Cada semilla tiene un proceso especial, que empieza desde que la bajan del árbol o palma. Luego hay que seleccionarlas, quitarles las fibras exteriores, hacerles el pulido, hacerles la intervención, ya sea para darles brillo o para pintarlas y pasar al secado que demora ocho días. Pero lo más importante es que les hacen una prueba de resistencia en agua y sol para garantizar la calidad y  durabilidad del accesorio. Eso incluye también hacerles inmunización y finalmente se perforan y se ensartan en la pita, de acuerdo con el diseño. Pero la semilla con la que no tiene pierde es la de chontaduro: “a todos les gustan los accesorios con esta semilla porque les viene a la memoria el olor que los transporta a un lugar o una historia o a momentos de goce”, dice Neila. Una experiencia similar vive cuando sus collares o pulseras llevan apliques o dijes de coco.   El concepto de Neila es tan integral que hasta la bolsa de sus joyas es natural y biodegradable: es el cobertor del racimo del fruto de la palma de corozo, llamada cabecinegro. E incluso ya ha expandido su propuesta a prendas de ropa que confecciona e interviene también con estas semillas, teñidos, bordados o apliques en técnica ‘patchwork’. Así Neila  sigue jugando con estas semillas multiformes y policromáticas, pero para crear más que unos accesorios de moda, un concepto de identidad, de región y a la vez enviar un mensaje de preservar la naturaleza y el medio ambiente. A punta de recolectar semillas  que durante su corta vida vio tirar a la basura como desechos, Neila empezó a recuperar y a  visibilizar al Pacífico. Ahora ya está   próxima a terminar su proceso para recibir otra semilla, el capital semilla con el que proyectará a  Shuska como la marca de   accesorios con frutos del Pacífico  hechos por mujeres nativas del Pacífico. Emprende CulturaEl programa Emprende Cultura, Cultura para la Prosperidad, del Ministerio de Cultura y Colciencias, evaluó 860 emprendimientos culturales  y seleccionó 300, o sea el 34,9 %. en 50 municipios.Del Pacífico colombiano  clasificaron  54 proyectos de población vulnerable por el conflicto.Se valoraron el  modelo de negocio en función de la coherencia y claridad del emprendedor sobre su producto, y aporte del proyecto a la preservación cultural. El 74,1% de  emprendimientos  son  artesanía indígena, tradicional y contemporánea, gastronomía, expresión oral, lenguajes y dialectos (patrimonio inmaterial).El 9,3% le apuesta al diseño y a la formación cultural. Un  3,7% de los participantes se dedican a las artes escénicas y a las artes audiovisuales.Ellos  ingresan a fase de aceleración liderada por la Red Nacional de Agencias de Desarrollo Local en Colombia, Red Adelco, que les ofrecerá asistencia técnica, asesorías y acompañamiento.Vea Shuska Accesorios en su fanpage de Facebook.

 

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