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“El Tecnocentro Somos Pacífico es un proyecto de ciudad”: María Eugenia Garcés

La Directora de la Fundación AlvarAlice invita a la sociedad caleña a una cena de gala para dotar este centro de capacitación y a ayudar más en la construcción de un mejor país.

2 de junio de 2014 Por: Alda Mera | Reportera de El País

La Directora de la Fundación AlvarAlice invita a la sociedad caleña a una cena de gala para dotar este centro de capacitación y a ayudar más en la construcción de un mejor país.

Heredera no solo del abolengo y de la fortuna de dos de las familias más pudientes del país, María Eugenia Garcés Echavarría recibió también el espíritu filantrópico de sus padres, don Álvaro Garcés Giraldo y doña Alice Echavarría Olózaga.Ella vio gestos de su padre como convencer a sus hermanos de donar los terrenos para la Universidad del Valle y de su madre, como la Fundación Ayudemos, para apoyar a pacientes sin recursos para tratamientos y medicamentos, para citar solo dos casos.María Eugenia estudió, se casó y se radicó en Estados Unidos. Hasta 2002 que murió su padre y en el funeral su hermana Emma anunció la creación de una fundación con los nombres de ellos, AlvarAlice.Desde entonces la Fundación AlvarAlice trabaja en cuatro líneas de acción. Uno de sus recientes y grandes proyectos es el Tecnocentro Somos Pacífico, de Potrerogrande, por el cual organiza una cena benéfica para recaudar fondos y terminar su dotación.¿Por qué los caleños deben asistir a la Noche Somos Pacífico, el 10 de junio?Estamos convocando a artistas y personalidades caleñas y a todos los que quieren a Cali, a que nos acompañen en esta gran cena que busca hacer la dotación de infraestructura que no hemos podido acabar. También necesitamos recursos para abrir algunos programas que no se han podido iniciar porque hay que pagar profesores y el equipo humano con el curriculum requerido.¿Cuántas personas esperan para la Noche Somos Pacífico?¡Cuántas quisiera yo! Ojalá fueran mil. Sé que en Cali hay todas esas personas solidarias, pero logísticamente no me dejaron pensar sino en 600. Estamos preparados para atenderlos con la generosidad del chef Harry Sasson, que por ser mitad vallecaucano, me va a apoyar. Estarán Fanny Lú y Herencia de Timbiquí, que fueron al Tecnocentro, conocieron a los jóvenes y se emocionaron mucho. ¿Cuál ha sido su mayor dificultad en el proyecto del Tecnocentro?Lo que más trabajo me ha dado es que cuando les hablo del Tecnocentro, me dicen, ‘ah, ya estamos apoyando otra iniciativa’. Pero lo que estoy tratando de expresar a los ciudadanos y a las empresas es que una iniciativa de la escala del Tecnocentro, concebido como una alianza público-privada y que costó US$5 millones, para poder ofrecer un beneficio de esa dimensión en forma exitosa, le queda muy difícil ejecutarlo solo a una fundación.Entonces, ¿cuál es la propuesta?Que comprendan el Tecnocentro como un proyecto de ciudad, no de la Fundación AlvarAlice o de los benefactores. Todos tenemos proyectos maravillosos que ayudan a mucha gente, pero se trata de impactar en Potrerogrande, donde hay tal inequidad, violencia y conflicto, que se necesita el apoyo del Gobierno y también de la empresa privada. Así el impacto será mayor que el que la Fundación y cada quien pueden hacer solo.¿Qué benefactores destaca? Muchos. Por ejemplo, Maurice Armitage, que tiene una fundación muy importante y generosa, bien pudo decirnos ‘qué pena, mi presupuesto está en Siloé’. Pero no, nos dijo ‘esto es una maravilla’ y nos dio el acero, un regalo de $400 millones. Igual hizo Argos, empresa que tiene proyectos sociales muy enfocados, pero nos obsequió todo el cemento. Si no es por el señor Armitage o Argos no se construye el Tecnocentro. Ha sido un esfuerzo de la ciudadanía, de todos.¿Cuando empezó su filantropía?Mis hermanos y yo recibimos el ejemplo de nuestros padres. Mi mamá hacía la caridad por un lado y mi papá fue un hombre muy enfocado en el bienestar de Cali. Pero lo supe a raíz de la muerte de mi mamá en 1999 cuando me tocó venir a Cali a acompañar a mi papá. Empecé a entender más al país y su contexto; a conocer Aguablanca, a mirar la situación de los ciudadanos, a ver las diferencias y que había que devolver todo lo que había recibido. Hasta entonces no sabía que yo tenía la habilidad del mercadeo, de buena vendedora –del lado paisa de mi mamᖠy pude poner al servicio de ese objetivo, esa destreza de convencer a la gente.¿Cuándo fue la primera vez que usted pisó el Distrito de Aguablanca? Después de morir mi mamá. Me presentaron a la hermana Alba Stella Barreto, quien me invitó a conocer la Fundación Paz y Bien. Me sensibilicé y me emocioné de ver tantos niños con tantas necesidades y, a la vez, con tanto potencial y falta de oportunidades.¿Y la más reciente?En febrero, en el primer aniversario del Tecnocentro. Vivo en los Estados Unidos, pero cada dos meses vengo a Cali. Cuando conocí Potrerogrande eran terrenos pelados. Ver este Tecnocentro hoy y los rostros de esperanza y la gente tan contenta ahí, la felicidad y el entusiasmo de los niños tocando violín en la Orquesta Batuta es mi gran satisfacción. Hoy atiende 1100 jóvenes y niños, pero queremos atender 4000 o más cuando haya los recursos. ¿Qué experiencia le ha dejado huella? En 2013 la Fundación ByKids (EE.UU.), le hizo un documental a la niña María Pastora (Ceballos), el cual ha ganado varios premios. Ella me dijo cómo le cambió la vida esa experiencia del documental. Eso me llena de tal satisfacción y entusiasmo que me paga todo el esfuerzo hecho para lograr recursos. ¿Qué ha hecho para lograr recursos con 32 aliados de la talla del BID, embajadas, Microsoft o JP Morgan?Pues me la paso en un avión. Me he ido hasta Inglaterra a una reunión de las fundaciones del Príncipe Carlos, a Zurich, a Sudáfrica a conocer a monseñor Desmond Tutu y a rogarle que venga a Colombia a compartirnos sus teorías de reconciliación y paz. Fuimos a Bangladesh a conocer el Banco Grameen. Para mí no hay límite, donde me dicen que alguien nos puede escuchar, salgo corriendo para allá.¿Qué recuerda de la visita del Premio Nobel de Paz Desmond Tutu a Cali?El reconocimiento que nos hizo a la Fundación AlvarAlice y las palabras tan lindas que dijo sobre el compromiso de esta. Pero lo mejor fue cuando le presenté mi esposo. David lo saludó: “Mucho gusto señor arzobispo, soy el marido de María Eugenia”. Y Monseñor soltó la carcajada y le respondió: “Pobrecito, lo considero, su mujer es un tsunami”. Se refería a cómo lo perseguí hasta lograr hacerlo venir a Cali.¿Y de la visita de Muhammad Yunus, fundador del Banco Grameen (de los pobres) y Premio Nobel de Paz?Lo trajimos a conocer la Fundación Paz y Bien en Cali, porque la hermana Alba Stella quería empezar un programa de microcréditos y microfinanzas. Él nos dijo: ‘Voy a Colombia, pero usted tiene que conseguir US$2 millones’. Le montamos la perseguidora al pobre de Luis Carlos Sarmiento Angulo, le hicimos quince visitas y llevamos a una persona del Banco de Bogotá a conocer el Banco Grameen en Guatemala, Costa Rica y Nicaragua. La hermana Alba Stella fue a Bangladesh a mirar el proceso. Al final, con nuestra insistencia y la gestión de Óscar Rojas, director entonces de AlvarAlice, el señor Sarmiento decidió poner US$6 millones y abrir el plan de microfinanzas del Banco de Bogotá. ¿Cómo debe ser una fundación para que sea tan profesional como AlvarAlice y cumplir sus objetivos? Debe tener la capacidad de convocar alianzas, porque nadie puede mejorar nada solo. Los problemas de nuestro país son demasiado grandes y para ello es importante la capacidad de generar confianza y de medir los resultados de las intervenciones que se hacen. Usted no consigue un peso en ningún lado ni entre los donantes internacionales, si no puede hacer la medición del impacto de los programas que apoya.¿Qué huella le ha dejado el programa Francisco Esperanza?Es una maravilla de programa que creó la hermana Alba Stella en memoria de un sobrino nuestro, con el apoyo de Alejandro Eder Garcés, otro sobrino. Muchos jóvenes han pasado por ese proceso para sacarlos de las calles y las pandillas y ya están trabajando. Somos una fundación de segundo piso, no creamos proyectos, conseguimos donantes para apoyar programas como los que lidera ella. Es el tipo de aliados que buscamos, ejecutores que estén en la base haciendo la labor más importante y más dura que es trabajar con los beneficiarios. Usted lo ha tenido todo: buena educación, viajes, dinero... ¿Qué le falta?Mucho... Uno nunca termina. Me falta convencer a mi marido, un americano que no aprendió español, de irnos a vivir a Cali, ese es el reto más grande. Así uno se puede proyectar más en su tierra y estar más involucrado. ¿Cómo se siente de estar entre los cien colombianos más influyentes? Muy orgullosa y muy agradecida, porque eso me ayuda cuando voy a pedir plata en el exterior, donde no tienen la menor idea de quién es uno. Eso ayuda a que los donantes le crean a uno lo que les está contando y lo apoyen. A la vez me siento afortunada y agradecida de haber tenido la oportunidad de servir a mi país y a mi ciudad. Estoy gratamente sorprendida de tener tanta gente sensible y que entienden la importancia de la alianza público-privada para construir un mejor país.¿Cómo ve el proceso de paz?No vivo aquí, no tengo elementos para contestarle, pero ojalá se pueda buscar el camino para llegar a un acuerdo de reconciliación –porque así no se puede seguir– y haya una manera donde todos (los colombianos) podamos ganar.¿Qué retos tiene la Fundación AlvarAlice para la etapa del posconflicto?Somos una fundación articuladora de los diferentes sectores de la sociedad, estamos considerando convocar un evento para ver cómo nos vamos a unir los ciudadanos para enfrentar una Colombia en paz, si es que se llega al acuerdo de paz, cuál es el rol que debemos asumir todos desde nuestro accionar.¿Qué mensaje le daría a la clase empresarial del país en ese sentido?Que es importante que las personas más pudientes asuman la corresponsabilidad en el desarrollo de su ciudad, una responsabilidad que tenemos todos y que no podemos ignorar. Hay que involucrarse y apoyar. La unión hace la fuerza, más si nos unimos los que tienen cómo dar un grano de arena para la construcción de una sociedad más equitativa y pacífica. Contribuir a mejorar las condiciones de vida de las personas tiene un efecto directo en el desarrollo socioeconómico de la ciudad.

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