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Don Libardo viajó con su hija Nora Alicia y con una nieta a San Andrés. | Foto: Especial para El País

SAN ANDRÉS

El primer viaje en avión de un abuelo de 102 años

Libardo Ocampo, caleño por adopción, viajó por primera vez en avión. Disfrutó como un niño de la experiencia de su vida.

28 de febrero de 2017 Por: Isabel Peláez, reportera de El País

A sus 102 años, Libardo Ocampo Velásquez, vallecaucano por adopción, viajó por primera vez en avión y lo hizo cantando corridos, como ‘Juan Charrasqueado’, declamando poesías y lanzando piropos a azafatas y pasajeras.

“Pensé que me iba a morir sin montar en un avión”, les dijo, hace unos meses, este padre a sus tres hijos, Nora Alicia, Jesús Álvaro y María Soledad, después de ir a despedir al aeropuerto a una de sus cinco nietas (y tiene 5 bisnietos) que se iba para Estados Unidos. Y José Luis Morales Manrique, esposo de su nieta Olga Otálvora, no se quedó con eso. Le escribió a las directivas de las aerolíneas caleñas una conmovedora carta titulada ‘Abuelo de 102 años quiere cumplir su sueño de viajar en avión’.

Fue así como la aerolínea Wingo, nueva en Colombia, le regaló a Libardo el viaje a San Andrés con una acompañante, el pasado miércoles con regreso el sábado. “Cuando me subí al avión sentí como cierto recelo, después me parecía que estaba en la sala de mi casa, me paré, charlé con toda la gente, que se reía de mis ocurrencias”, cuenta.

“Yo había viajado en caballo, en chiva, en bus, pero nunca pensé hacerlo en avión. Qué felicidad que sentí cuando recibí la noticia. Les dije ‘¿Me van a castigar así?’. Qué regalo más bello”, asegura Libardo, a quien su médico le dio el permiso para viajar. “Él dice en broma que es su peor paciente, porque es sano, come de todo y no le hace daño nada. No sufre de ninguna enfermedad, oye bien y camina sin apoyo”, cuenta su hija menor María Soledad.

“Viajar fue una experiencia muy bonita, muy bella, muy encantadora. Todo fue nuevo y misterioso para mí. Me encantó el salmón, el trato de la gente, todos me decían ‘aquí nos llegó el de 102 años’”, relata y se ríe como si fuera un niño narrando una travesura.


Conoció hace muchos años el bello puerto del mar Buenaventura, pero no el mar Caribe: “Me pareció una maravilla ver esas olas tan bonitas, esas chalupas galopando por ese mar, esa arena tan bendita, esa playa tan extensa y el agua que cambiaba de colores. Yo, que no sé nadar, me metí al mar y chapuceaba como un niño chiquito”.

El secreto de la eterna juventud de Libardo lo revelan sus hijas y es que siempre está de buen genio. “Se la pasa cantando, silbando, es muy positivo, creyente en Dios, sus oraciones no le faltan. No molesta para nada. Se baña, tiende su cama”, dice su hija Soledad.

Él, por su parte, se define como “un hombre de mundo. En Trujillo, Valle, fui inspector de policía, alcalde, personero municipal, pero mi principal oficio fue el profesorado. A raíz de la violencia tan terrible me vine a Cali en el año 50. Fui director de una escuela en Bugalagrande y después en Cali”.

Viudo hace muchos años, admite que ha sido un enamorado de las mujeres: “Toda la vida he sido amante de las damas, con todo el respeto que se merecen, siempre les digo cositas bonitas. En San Andrés, qué mujeres tan queridas que vi, tan bellas, con esos cuerpos, ese caminar tan alegre, ese movimiento de caderitas tan bonito”.

Su próximo sueño es publicar un libro de poemas, tiene varios de su autoría, como su ‘Oración al anciano’ que dice: “Siento que el día está terminando y que yo no puedo ayudar a los demás porque estoy viejo. Bendice mi vejez, Dios todopoderoso, déjame sentir que el anochecer de mi vida tiene su claridad y su calor amable” (...)

Lo único que le pide a la vida es más años para disfrutar de esos “hijos benditos que Dios me dio. ¿Que cuántos años quiero vivir? Ojalá los de Matusalén, que vivió 969 años. Sería feliz”.

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