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El héroe voluntario más antiguo de Colombia

Alfredo Florez Molina es el voluntario más antiguo de la Defensa Civil en Colombia y vive en Cali. Cumplió 45 años de labores y recibió el escudo Tiempo de Servicio.

30 de abril de 2011 Por: Santiago Cruz Hoyos

Alfredo Florez Molina es el voluntario más antiguo de la Defensa Civil en Colombia y vive en Cali. Cumplió 45 años de labores y recibió el escudo Tiempo de Servicio.

Ahora don Alfredo Florez Molina, 82 años, el voluntario más antiguo de la Defensa Civil en Colombia, abre un cuaderno cuadriculado que tiene entre sus manos. Ahí se leen frases cortas que él escribió antes de esta entrevista: ‘fundación Defensa Civil 1965’; ‘terremoto de Popayán 1983’; ‘desbordamiento del río Fraile 1994’; ‘avalancha del río Páez 1994’; ‘terremoto Eje Cafetero 1999’. Don Alfredo leerá cada frase, y empezará a contar una historia. Pero eso será en un momento. Alfredo Florez Molina nació el 7 de octubre de 1928 en Caldas, Antioquia, “un pueblito que queda llegando a Medellín”. Sin embargo, allá no se quedó mucho tiempo. A Cali llegó hace 58 años. Él explica: “Lo que pasó es que me vine de mi tierra porque buscaba hacer algo en la vida. Y he hecho. He hecho bellezas. Por ejemplo, he sido sub - campeón nacional de tiro. Y fui quien montó todos los coliseos del departamento del Valle. Porque desde joven he tenido una pequeña industria de estructuras metálicas. A eso me he dedicado. ¿Qué más tengo? Vea, que más que soy el hombre más antiguo de la Defensa Civil en Colombia. A la institución llegué hace 45 años”.Más de la mitad de su vida, entonces, la ha dedicado a ayudar a víctimas de terremotos, inundaciones, avalanchas y hasta heridos por la violencia. No importaba lo que estuviera haciendo: trabajando en su taller de estructuras metálicas, comiendo en un aniversario con su esposa Mercedes, celebrando el cumpleaños de un amigo. Si se presentaba una emergencia, a Alfredo Florez Molina se le olvidaba el resto del mundo y salía disparado a salvar vidas, cuando se podía, a ayudar a una ciudad entera para superar una tragedia. Esa necesidad de socorrer, en su caso, parece ser un asunto genético, de nacimiento. Ayudar al prójimo justifica, en gran parte, su vida.Y no es que ya no esté activo, no. Don Alfredo, sentado en el comedor de su casa, ubicada en el barrio Valle del Lili, explica que sufrió un derrame cerebral y eso le redujo su capacidad física para poder darle la batalla a las tragedias que suceden en este país. Pero no se le nota. Lo del derrame. No se le nota. ¿En reconocimiento a esa vida dedicada a espantar el dolor ajeno, la Defensa Civil le entregó, este mes, el escudo Tiempo de Servicio 45 años. Qué hay detrás de ese escudo? ¿De ese diploma que ahora don Alfredo muestra orgulloso sentado en el comedor de su casa? Nada más ni nada menos que la memoria viviente del pasado reciente de Colombia. Ahora Don Alfredo mira el cuaderno y lee una frase: 'fundación Defensa Civil 1965'. Cuenta una historia: “Llegué a la Defensa Civil buscando ayuda. Resulta que me habían hecho unas llamadas amenazantes. Y alguien me dijo: metéte a la Defensa Civil, que allá te ayudan. Y me metí. En ese tiempo, hace cuatro décadas, la Defensa Civil apoyaba a la Policía. Se capturaban ladrones, por ejemplo. Pero después se convirtió en lo que es hoy: una institución que le ayuda al pueblo cuando suceden tragedias y que permanentemente hace un cuidado de las ciudades”.Dice don Alfredo y clava de nuevo sus ojos en el cuaderno. Lee otra frase: ‘terremoto de Popayán, 1983’. “Allá estuve durante cinco días. Me tocaron cosas muy duras, como echar dos cadáveres en un ataúd, porque los cuerpos se estaban pudriendo. Era una madre y su hijo de 10, 12 años. En la iglesia encontré un matrimonio, dos viejitos, que tenían la cabeza aplastada. También una monja. Y sufrimos mucho. Para tomar tinto una abogada sacó agua de unos sanitarios de una casa de campo, porque no había de dónde más”.Don Alfredo repasará las tragedias naturales más importantes de este país. Como esa erupción del volcán Nevado del Ruiz que desapareció a todo un municipio, Armero, Tolima, en 1985. Él no estuvo allá, pero en Cali recibía a los aviones que traían los heridos, apuntaba sus nombres y los despachaba a los centros hospitalarios. También cuenta cómo fue eso del desbordamiento del río Fraile en Pradera y Florida en 1994. Y la avalancha del río Páez el mismo año, que dejó cerca de 1.000 muertos de los departamentos de Cauca y Huila. Y describirá lo que fue el terremoto del Eje Cafetero en 1999. “Mi patrulla fue de las primeras en llegar a Armenia. Lo que hacíamos era recoger heridos, no muertos. Era la orden, aunque la gente nos pedía ayuda, nos cogía del brazo para ir a rescatar los cadáveres de sus familiares”. Y quién lo creyera. Don Alfredo todavía sigue lidiando con emergencias. Fue la semana pasada, cuando después de un aguacero bíblico sobre Cali, tres ríos se desbordaron: Meléndez, Lili, Cañaveralejo. Su barrio se inundó. El puente de la carretera cercana, la que conduce a Jamundí, se taponó debido a los palos que bajaron por la corriente del Lili. Don Alfredo, muy temprano, se levantó. Y estuvo ahí, observando a los vecinos, colaborando en lo que pudo. Porque ahora es un héroe en reposo. Uno que hace pensar que por personas como él, este país sigue en pie. A pesar de todo. De todo lo que nos pasa.

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