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Crónica: así es un día con los 'Desplazados del MÍO'

Demoras de los buses del masivo llevan a los usuarios a tomar otras opciones de transporte.

19 de octubre de 2014 Por: Alda Mera Reportera de El País

Demoras de los buses del masivo llevan a los usuarios a tomar otras opciones de transporte.

Son las 6:57 de la mañana y parece que en la Avenida Ciudad de Cali con Carrera 26 hay un paro o protesta. Pero no, son masas de gente que se lanzan al asfalto en una actitud casi suicida. Todos se abalanzan sobre autos particulares que pitan y se detienen casi en la mitad de la vía. Un cruce de palabras entre conductores y personas se da en segundos. “Carrefour, Carrefour, por la trocha”, dice uno. “Pasoancho, Pasoancho”, vocea otro. “Por la Guadalupe, la Guadalupe”, ofrece otro. Enfermeras, empleadas domésticas, niñeras, aseadores, constructores, estudiantes universitarios, empleados de restaurantes, jardineros y hasta adultos mayores eligen el auto que más se acomoda a su ruta. Así se tengan que incomodar en un diminuto Twingo o apretujarse cinco personas en un Hyundai, con sus maletas, libros, herramientas o hasta con una torta que lleva una de las pasajeras.El desespero es evidente. Nadie quiere llegar tarde al trabajo y correr el riesgo de ser un desempleado más en Cali. O si son estudiantes, todos quieren estar a tiempo en clase o no perder un examen. La avenida simula un río humano donde escenas así se repiten en los semáforos, incluso en los paraderos del MÍO. La gente corre y frente a los mismos articulados, que abordan unos cuantos, prefieren los particulares piratas o las busetas Río Cali. Hombres que van en motos, generalmente recién compradas, miran el espectáculo con una expresión de “gracias a Dios eso ya no me toca a mí”. “El MÍO se demora mucho, y cuando pasa, es lento, va muy lento”, dice Alba Mercedes Rada, una señora que cuida a una anciana en el barrio Tequendama y corre para tomar la P47A que “es terrible”. Pero es la explicación generalizada de todos los pasajeros ‘pirata’, que hallan en el transporte ilegal su mejor opción de desplazamiento.Sin embargo, no todos se suben al pirata, pero tampoco al masivo. Nubia Rosero, quien trabaja hace 9 años cerca a Jardín Plaza, dice que jamás ha tomado un bus del MÍO. Flor Murillo acepta que sí lo ha hecho, pero hace cuentas: “En el MÍO son 40 minutos esperando y 40 minutos de recorrido, casi hora y media, en el pirata llego en 15 minutos”, dice. Muchos no tienen cómo pagar los $2000 que cobran los piratas y prefieren esperar la Río Cali que los lleva al sur de la ciudad en 20 minutos. “El MÍO tiene de bueno que fía el pasaje si uno no tiene plata, ningún pirata le va a fiar, y además, lo dejan tirado a uno donde quiera, hay mucho pirata mala gente, prefiero pagar un ‘amarillo’ entre cuatro”, dice Nubia.Ella se refiere a los taxis que a falta de pasajeros solos, hacen lo mismo que los piratas: arman una ruta y lo vuelven un colectivo de $2000 por pasajero. Además de que las demoras de las rutas han doblado el tiempo de desplazamiento de los 480.000 usuarios del MÍO (cifra de Metrocali), tomar otras opciones de transporte afecta fuertemente el bolsillo de asalariados que ganan el mínimo o, incluso, menos.“No falta el muerto de hambre, sea pirata o taxista, que quiere resolver la entrega con un solo viaje y cobra $2500 o hasta $3000”, dice un pasajero antes de subirse a un Renault que va hacia la Universidad Santiago de Cali. “Voy por la 39”, “Meléndez, Meléndez”, gritan unos voceadores improvisados para piratas o taxistas a cambio de una moneda. En otro punto, un hombre de 32 años, revende pasajes del MÍO. El hombre se sube al bus como si fuera a viajar, pero solo pasa la tarjeta y sube una mujer que le pagó $1800 por el unipasaje. Y así pasó a cinco usuarios más. En un minuto se ganó $1000. El hombre no quiso dar detalles de cuántas tarjetas maneja, ni con cuánto las recarga ni cuánto gana en el día. “Esa información no se la doy porque todo es una cadena y de pronto llega a oídos de quien no debe”, dijo con risa socarrona.Otra joven afro se mostró indignada: “Bien hecho que les cobren bien caro, porque no recargan la tarjeta por la pereza, claro que sí hay puntos de recarga, todas las noches recargo en la estación”. Sin embargo, Carlos Eduardo Vélez, un calibrador de rutas de camperos, dice que “las gualas son las que disimulan y maquillan el gran fracaso del MÍO”. A su decir, si no fuera por esos vehículos, Cali ya se habría infartado. Hace 3 años Vélez ‘ejerce’ desde una esquina con horario de oficina frente al Colegio Nuevo Latir y se gana $40.000 o $50.000 diarios. “Los que inventaron el MÍO no calibraron que en Aguablanca se movilizan 800.000 personas que trabajan en Cali, van al sur, al norte, al centro, al Oeste, no 100.000 como creían”, critica. Por eso mil camperos asociados a cinco cooperativas de transportadores, atienden el mercado interno del Distrito. Además de llevarlos por Pízamos, Remansos, Vallegrande, Mojica, Comuneros, Desepaz, Calimío, Manuela Beltrán, Compartir, Poblado, Laureano Gómez y hasta Suerte 90, les ayudan. “¿Me lleva por $1000?”, “apenas tengo $500”. Es el drama del día a día, con solidaridad incluida, pues es sabido entre ellos que en un solo día se pueden gastar hasta $8000 solo en transporte.“Por eso la ciudad colapsa cuando hay paro”, reclama el calibrador que dice haber visto hasta 30 personas lanzándose en masa por un cupo en un carro pirata, como cubanos cuando ven una guagua.Mototaxismo, el transporte puerta a puertaAnderson, un hombre de ojos claros, deja los niños en el colegio y se parquea frente a una panadería. Allí llegan impulsadoras, madres de familia, empleadas afanadas y hasta pacientes que van a una cita médica o a un examen. “Les gusta porque es rápido, práctico y deja al usuario en el lugar exacto a donde va, por solo $1500, 2000, 3000 o 5000, según la distancia”, dice Anderson.“El MÍO es lo peor que pueden haber inventado. No lo digo yo, me lo dicen todos a los que les presto el servicio a diario”, dice este desempleado que se gana entre $30.000 y $50.000 diarios, trabajando de 7:00 a.m. a 11:00 a.m. y de 4:00 p.m. a 1:00 o 2:00 de la madrugada. Mientras habla, las otras siete motos que había parqueadas allí mismo, no están: ya consiguieron pasajero.Igual sucede en la entrada a Meléndez (Carrera 95 con Calle 5). La esquina vive llena de motos que trasladan a los residentes del sector. “El alimentador del MÍO solo sube hasta La Luisa, en cambio nosotros los llevamos hasta Las Palmas, Polvorines, Madrigal, Altos de El Jordán, Los Chorros, Lourdes, Nápoles, la Academia Militar”, dice Jonhatan, otro mototaxista que cuando no halla trabajo en construcción se gana la vida bajando a los que van de afán a su trabajo o estudio de 5:00 a 8:00 a.m., y subiendo a los que llegan cansados de trabajar, desde las 5:00 a 8:00 p.m. En media jornada, él hace entre cinco y seis vueltas a Capri, Ciudad Jardín, La 14 de Pasoancho. “Son viajes cortos, porque si es muy lejos la tarifa sube”, dice mientras Derly Gómez, una joven le pide un viaje a La 66, donde cuida a una señora. “Me sirve la T31, pero se demora mucho y en la moto voy en 10 minutos y por lo mismo: $1500”, se justifica ella. Otro mototaxista, don Édgar, defiende esta modalidad porque “es práctico, no hace estaciones ni lo frenan trancones”, dice. Pero advierte que en “en esto hay mucho vicioso, mucho loco y mucho ladrón que no viene sino a hacer el daño. Recogen el pasajero y arriba le dicen: ‘bájese del reloj, bájese del celular y bájese de la moto”, cuenta el hombre que tiene unos 30 clientes fijos que le hacen de cinco y 10 llamadas diarias para hacer recorridos largos a La 14 de Calima, centro, Terminal, Terrón Colorado y Jamundí. Edgar se despide porque llega una chica, que confirma que ella solo viaja “con don Édgar o con el ‘Mono’, de resto con nadie”.

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