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Cristina Amaya, carta a una campeona

Cristina Amaya tiene 24 años de edad y ya ha sido deportista de alto rendimiento en natación, bicicross, patinaje, squash y racquetball. Perfil de una ‘gigante’.

12 de noviembre de 2012 Por: KAREN DANIELA FERRÍN - Reportera de Vivir Limonar

Cristina Amaya tiene 24 años de edad y ya ha sido deportista de alto rendimiento en natación, bicicross, patinaje, squash y racquetball. Perfil de una ‘gigante’.

Tendrías cerca de cinco años cuando empezaste a dedicarte al bicicross. Eras solo una niña, la luz de Rosina, tu madre; Carlos, tu padre, y Angélica, tu hermana, esa que te dio el nombre de Cristina. Ellos te animaban en cada carrera y, pese a que eras una de las mejores, no paraban de sufrir con cada caída. Te apoyaron hasta que tu mamá decidió sacarte del deporte que consideró aparatoso. Sufriste mucho con esa decisión, pero con la misma tenacidad con la que enfrentaste el peligro, aceptaste lo que te deparaba el devenir. Te metieron “a estudiar patinaje en la escuela de Luz Mery Tristán” y ahí volviste a cobrar tu protagonismo, aprendiste muy bien a manejar la pista, los patines. Sin embargo, lo que tenías “en mente era el patinaje extremo”, ese que surgió hace más de 80 años por cuenta de Chris Edwards y Arlo Eisenberg. No te había bastado la admiración de los que te observaban ‘volar como gacela’ sobre tus zapatillas con ruedas. Así como abandonaste la natación, el primer deporte que marcó tu vida, ahora dejabas el patinaje para practicar el squash. Hace unos diez años esa modalidad no era conocida por mucha gente en Cali, menos por mujeres. Y no estaba a tu alcance, pues no tenías acceso al Club Campestre, donde entrenaban los demás.Tal vez porque las mujeres preferían el tenis y casi no tenías competidoras, en menos de cinco meses te convertiste otra vez en líder. No, lo hiciste, en cada torneo, por la simple razón por la que lo fuiste en los deportes anteriores: naciste para ser grande.Pero en el Cañasgordas Campestre no tenías con quién entrenar y no pudiste con el aburrimiento y concluiste que la tristeza “no era un estilo de vida adecuado” para ti. Por ello te acercaste a los racquetbolistas, “porque eran agradables y porque dicho deporte generaba adrenalina” . Esta vez, acompañada de Juan Pablo Rivas, presidente de la Liga Vallecaucana de Racquetball; de Juan Manuel Gutiérrez, presidente de la federación del mismo deporte, y demás representantes vallecaucanos, hiciste historia, esa que aún escribes.Has reclamado por cerca de tres años consecutivos el campeonato para nuestro departamento, por encima de las ligas de Bogotá, Medellín, Barranquilla y Pereira. Eres la “número 1 en Colombia, la número 1 en Suramérica y la 7 en el mundo”. Pero no es suficiente, tu quieres ser la más grande, la campeona mundial y por eso sales de viaje hasta más de tres veces al año. Ahora estás en México, participando por puntos del escalafón mundial. Luego viajarás a Estados Unidos a hacer lo mismo. En cuestión de semanas volverás a casa, tienes otro torneo que afrontar, el Grand Islan de Racquetball Cali 2012. En Semana Santa serás anfitriona otra vez de un torneo de igual importancia, pero la pelea dura la tendrás en julio de 2013, con los World Games. En casa te espera tu perro, a quien consideras tu hijo. Tu madre, que por estos días está encargada de un torneo de squash en Popayán, y tu padre, que de vez cuando clava su mirada en esa foto que tiene de ti y de Angélica sobre su escritorio. Dice que eres una chica como todas las demás. Que durante todo el día escuchas las más de mil canciones que tienes en tu iPod, que casi todas son en inglés, y que ahora tienes cierta fijación con el reggaeton.Recuerda que escuchando música anglosajona aprendiste a dominar ese idioma y también asegura que eres una ‘gomosa’ de los libros de ciencia ficción y suspenso. En tu habitación hay una pintura que tu misma hiciste con unas raíces “misteriosas y un gran yin yang en el centro”. Hace un año te graduaste de licenciatura en preescolar de la Universidad Javeriana, profesión que no has tenido tiempo de ejercer. Sobre una de las paredes de tu cuarto reposa una estantería gigante donde cuelgas cada trofeo y medalla que has ganado. Seguro sobrepasan las 50. Si algo brilla en tu espacio personal son tus premios, reflejo de tu empeño, el reflejo de que cada fin de semana preferías quedarte en casa aprendiendo todo lo que te fuera posible para ser una campeona. Seguro no leerás esta carta, sin embargo, seguirás haciendo parte de nuestra historia y protagonista de tantas otras. Tu padre, por ejemplo, en unos años te ve triunfando en el golf.

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