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¿Cómo ven a Cali los miles de extranjeros que asisten a los Juegos Mundiales?

La ciudad ha tratado a los extranjeros que participan en los Juegos Mundiales como amigos, familia. El cariño está generando un cambio poderoso: la imagen de Colombia ante el mundo está siendo transformada.

28 de julio de 2013 Por: Redacción de El País

La ciudad ha tratado a los extranjeros que participan en los Juegos Mundiales como amigos, familia. El cariño está generando un cambio poderoso: la imagen de Colombia ante el mundo está siendo transformada.

Cali es la ciudad más felicitada del planeta. En días de Juegos Mundiales le han lanzado piropos en español, inglés, japonés, árabe.Los árbitros de karate egipcios Ayman Fargaly y Mohey Mohamed en realidad ni siquiera necesitaron hablar para dar su veredicto sobre la ciudad. Sentados en el lobby del Hotel San Fernando Real, juntaron el dedo índice con el pulgar. Perfecta, indicaron con sus manos, como calificando un gran combate. Enseguida sonrieron. Los nombres de las comidas típicas es el único inconveniente que debieron sortear durante su estadía. Tuvieron que esforzarse en los restaurantes para pronunciar palabras que se les hicieron tan extrañas: sancocho, chontaduro, lulada, aborrajado.Aunque les haya sido difícil, en todo caso se emplearon a fondo una y otra vez para repetirlas. La comida vallecaucana también fue calificada por los árbitros egipcios con ese gesto: índice y pulgar juntos. Ayman y Mohey cayeron en la cuenta de otro asunto. A pesar de estar tan lejos de su país, no lo extrañaban. Cali fue capaz de hacerlos sentir como en su propia tierra y aquello sucedió, sobre todo, por el comportamiento de sus habitantes. El venezolano campeón mundial de Karate Antonio José Díaz, por ejemplo, tardó más de lo previsto para llegar caminando desde la Calle Novena, donde almuerzan los deportistas de los Juegos Mundiales, hasta su hotel. Un trayecto de 15 minutos lo hizo en casi 30. Llegó retrasado a la cita con un reportero. La razón fue que en la calle jovencitos, mujeres, niños lo detenían cada tanto como si fuera un amigo cercano. Su escarapela y caminar en camiseta y pantaloneta con un morral en su espalda con el escudo de Venezuela lo delataban como atleta. Enseguida lo saludaban con confianza, como a un viejo conocido, le pedían que posara para la cámara del celular, le preguntaban qué deporte practicaba, le deseaban suerte, hermano, le decían chao. Antonio dijo que la gente de Cali lo trató tan bien, como si él fuera no un deportista más sino un familiar. Los luchadores de sumo ucranianos debieron sentir algo parecido. Recorrieron los alrededores del estadio Pascual Guerrero posando, saludando, haciendo lo que les pedían: que probaran su fuerza elevando jovencitas al aire con una sola mano. Parecían tíos que jugaban sonrientes con sus sobrinos. Los habitantes de Cali han tratado a los extranjeros que llegaron para competir en los Juegos Mundiales no como extraños que se miran con desconfianza sino como amigos que se les saluda donde estén y eso los ha hecho sentirse tan a gusto. Los ha sorprendido. Si alguno de los 4.000 atletas que llegaron tenía en la cabeza que venía a un lugar violento se encontró en cambio con personas amables y casi tiernas que por donde pasan los deportistas les elevan el pulgar. Los Juegos Mundiales están logrando un asunto que no es poca cosa: transformar la imagen de Colombia entre los extranjeros que aterrizaron desde 107 países. Justamente, el campeón mundial de duatlón, el español Emilio Martín, cambió de opinión sobre el país. En España, dijo, se tiene una imagen equivocada de Colombia. Los medios dicen que es inseguro. Y lo repiten con insistencia. Entonces Emilio llegó a Cali con un sentimiento que él no definió propiamente como miedo sino como inquietud. Había que andar con cuidado, pensó. Se encontró con una realidad distinta, la gente que sin tener la más remota idea de quién era o cuántos títulos había ganado en el pasado lo trató con la amabilidad con la que se trata a los atletas por el hecho de ser un participante más de los Juegos Mundiales.Emilio Martín dijo que aquello no lo olvidará jamás, llegará a contarlo en España. Contará también que en las competencias de duatlón los espectadores corearon el nombre de Colombia pero también el de cada una de las naciones que compitieron y aquello fue hermoso. También narrará esa vida en las calles de Cali, tanta gente disfrutando los Juegos y una ciudad agitada en sus vías. Por el tráfico, Emilio Martín no pudo entrenar en su bicicleta como acostumbra, recorrer 55 kilómetros en días previos a las competencias. Apenas hizo unos cuantos, pero no le importó demasiado. Antonio José Díaz, el karateka venezolano, dijo también que jamás vio el trato que le dieron los habitantes de Cali en los Juegos Mundiales que se disputaron en Alemania en 2005, donde ganó la medalla de oro. Fue en Duisburg y allá la gente es un poco más fría, un poco más distante, los jueves son tan normales así ese día se inauguren los World Games. En Cali, en cambio, el jueves pasado se convirtió milagrosamente en un espléndido domingo.Desde las cuatro de la tarde miles de personas empezaron a hacer fila para ingresar al estadio Olímpico Pascual Guerrero y presenciar la apertura de los Juegos. También, grupos de amigos tomaban cerveza en los alrededores para soportar el calor. Los vendedores ambulantes vendían los chorizos “de los Juegos Mundiales”, los Hare Krishna cantaban. Parecía un día de feria. De hecho el comentarista deportivo Mario Alfonso Escobar le pidió públicamente al alcalde Rodrigo Guerrero que decretara, de una vez, la Feria de Cali 2013 hasta el 31 de diciembre. ‘Mao’ estaba tan emocionado con los Juegos Mundiales como la ciudad entera. Antonio, el karateka, sudando después de su caminata hacia el hotel, preguntó a propósito si los horarios de trabajo se habían modificado debido a los Juegos. Había tantas personas en las calles en horario laboral que él no se lo esperaba. Los horarios no se acortaron pero muchos salieron de sus trabajos temprano. En Cali, la capital deportiva de América, se sobrentiende que unos Juegos Mundiales es un acto que no se repite, nadie se lo quiere perder. Cali es también una ciudad de gente curiosa. El luchador de sumo argentino Sebastián Videla sudó igual que Antonio. La ciudad reportó 35 grados centígrados promedio en el inicio de los Juegos. Todo el que caminara por la calle tenía goterones de sudor en la frente. El calor en todo caso ha sido una suerte de regalo de los dioses para la delegación argentina. Venían de soportar temperaturas de cero grados. Su país padece una ola de frío polar que ya deja cuatro muertos en algunas provincias e historias conmovedoras: en Virrey del Pino, una perra llamada Puti salvó a un bebé recién nacido que fue abandonado por su madre en el patio de una casa. Puti lo juntó con sus cachorros, le dio calor. Es tanto el frío que se está sintiendo en Buenos Aires que cuando los luchadores argentinos de sumo aterrizaron en Cali, el avión les pareció un gran sauna. Llegaron vestidos con chaquetas, guantes, bufandas, “emponchados”, explicaron. Ya aclimatado y disfrutando del verano, el luchador Sebastián Videla analizó la organización de la ciudad para los Juegos Mundiales. Comparó a Cali con China, donde estuvo el año pasado en un mundial, exactamente en Hong Kong. Videla llegó a la conclusión de que los World Games de Cali están a nivel de las grandes competencias del planeta.El escenario deportivo en donde debía competir, agregó, está en perfecto estado, no importó que en el día del pesaje de los luchadores de sumo aún hubiera obreros retocando la obra, el Coliseo Mariano Ramos. El dohyo también estaba en construcción y esto tampoco les importó a los luchadores. Conversando sobre escenarios sucedió un detalle curioso: la mayoría de los atletas extranjeros los exaltaron aunque estuvieran sin terminar. En cambio, varios de los habitantes de la ciudad, sobre todo periodistas, criticaron precisamente que aún en vísperas de las competencias no estuvieran finalizados.La mirada, sin embargo, es subjetiva. Emilio Martín, el campeón mundial de duatlón, dijo que el Pascual Guerrero es un estadio que podría albergar unos Juegos Olímpicos, está a nivel de los estadios europeos. Los escenarios de la Calle Novena, agregó, cumplen con todas las exigencias para deportistas de alto rendimiento. Antonio José Díaz comentó que el coliseo Evangelista Mora tiene todas las condiciones necesarias para programar competencias de karate en certámenes de la importancia de los World Games. La mirada es subjetiva sobre todo cuando se mira con la admiración de la primera vez.Fue justamente eso de observar por primera vez lo que le enseñó a Cali algo nuevo: no todos los luchadores de sumo son necesariamente gordos, gigantes de 180 kilos. Hay algunos de cuerpos tan atléticos que parecen modelos de ropa interior. Naiara Hernández, argentina, parece más bien una patinadora artística, una gimnasta, a nadie se le ocurriría jamás que es luchadora de sumo. Naiara, además, es profesora de educación física, no pesa más de 65 kilos. Las dietas de los luchadores esbeltos son reducidas, casi tristes. Algunos comen como reinas de belleza, bailarines de ballet, actores. Sebastián Videla mantuvo en Cali una dieta de ensaladas y agua para sostener su peso. Él lucha en la categoría liviana: 85 kilos. En el sumo amateur existen esas categorías, en el sumo profesional sí se enfrentan esos hombres gigantes y estáticos como rascacielos. Los World Games también enseñaron que Cali es una ciudad que se deja sorprender. No solo los escenarios están repletos de espectadores, no importa que el deporte sea completamente desconocido. También los habitantes se emocionaron con asuntos quizá sencillos como el bus londinense que recorrió la ciudad. Para montarse en ese aparato de dos pisos se formaron filas extensas. Era como si se fuera a vivir una aventura estupenda. En las colas la gente reía, hacía chistes, disfrutaba. Cali es una ciudad que disfruta de pequeños detalles, pequeñas novedades y esa también ha sido una enseñanza para los extranjeros que aún la recorren, que se siguen encantando con ella.

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