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Álvaro Bejarano, un rebelde con causa que dejó huella en el periodismo caleño

Con la muerte de Álvaro Bejarano se cerró una época gloriosa del periodismo en Cali. Retrato de un comprometido con la ciudad.

6 de marzo de 2012 Por: Redacción de El País

Con la muerte de Álvaro Bejarano se cerró una época gloriosa del periodismo en Cali. Retrato de un comprometido con la ciudad.

Antes que él desfiló hacia la eternidad toda una generación de periodistas que hicieron época en Cali, porque eran apasionados, individualistas y comprometidos con las causas de ciudad.Desde el domingo, Álvaro Bejarano se reunió en un Más Allá en que no creía, con quienes en este más acá fueron sus colegas, contradictores y amigos.Tenía de 84 años recién cumplidos. Había nacido en Sevilla, Valle, el 6 de enero de 1928. Pero como fue llevado desde muy niño a Buga, siempre se declaró bugueño. Allí estudió en la escuela pública ‘Luis Nieto Caballero’, donde a los 6 años dirigió el periódico infantil ‘El Pibe’. También en la Ciudad Señora fue ‘enloquecido’ con el apodo que lo distinguió: “No soy loco. Eso me lo inventó un pariente que encontré acostado con una parienta de él, y yo era un niño, salí y conté y él atrás, ‘no, callate loco’, entonces me quedé así. Pero no he hecho ninguna locura, mire que no me casé sino una sola vez”, decía. Aún niño, vendía periódicos en las calles de Cali. Y de adolescente fue corrector de pruebas en ‘El Relator’ y en ‘Diario del Pacífico’, donde hizo crónica roja. A los 16 años se fue para Bogotá, donde se vinculó con el periódico ‘El Liberal’. Al poco tiempo “me dieron el tiro de escribir una columna de opinión que me la sabía de memoria ya, porque la había pensado diez años”, contaba Bejarano. Cuando aún no cumplía 20, entró al ‘Diario de Colombia’ que dirigía Gilberto Alzate Avendaño. Allí trabajó gratis, porque el dueño no pagaba sueldo. Luego Bejarano pasó a ‘Jornada’, el periódico de Jorge Eliécer Gaitán. Al poco tiempo mataron a éste, el 9 de abril de 1948; el juvenil periodista se sumó a la turba. Tiempo después regresó a Cali, donde se vinculó con ‘Occidente’, donde trabajó al lado de esa generación grande como Raúl Echavarría Barrientos, José Pardo Llada, Alfonso Bonilla Aragón, Jaime Correa López y Roger Ríos, entre muchos.La mayoría hacía un periodismo “combativo y beligerante”, al decir de la periodista Beatriz López, quien tuvo amistad con Bejarano por 45 años: “Vivían en confrontación permanente, pero era algo sano, porque había una veeduría periodística sobre la ciudad”.Desde los años 60 fueron épicos los debates con Pardo Llada: “Recuerdo los debates porque Pardo fue nombrado ‘alcalde del río Cali’ para su recuperación, porque trajo un avión a un parque, por el Deportivo Cali, en fin”, prosigue Beatriz.Sin embargo, “acudían a los amigos comunes para reconciliarse”, añade su colega Phanor Luna. Bejarano paseó su beligerancia por ‘Occidente’, ‘Semana’, ‘El Tiempo’, ‘El Espectador’, ‘El Pueblo’, ‘Soho’ y El País. Con su tradicional irreverencia y sentido del humor, decía que tenía dos malas columnas: la vertebral y la del periódico. En la primera le hicieron doce cirugías. Bejarano también fue asesor de publicidad: “Esos trabajos le dieron platica, pero la gastó pronto”, asegura Luna.En cambio, el ‘Loco’ se defendía: “Siempre sudé plusvalía para poder tener mi independencia periodística” y para no necesitar nunca de políticos, por “el asco” que sentí por esa casta, clamaba. Beatriz López trata de definirlo: “Álvaro fue una especie de anarquista ideológico. Era de izquierda, pero íntimo de los militares y crítico feroz de la guerrilla. Criticaba la oligarquía y sus mejores amigos eran oligarcas”.En cambio, Bejarano jamás ocultó su simpatía por el América y el amor por sus hijos Rodrigo, Juan Carlos, María Fernanda, Victoria Eugenia y Mónica, nacidos de su esposa Lilian de la Torre.Años más tarde tuvo con Clara Zawadski “un gran amor”, al decir de Beatriz López. “Eran muy distintos, pero los unía lo humanístico. Ambos leían y ella le enseñó su estética”, dice.Y fue amigo de sus amigos: todos coinciden en afirmar que era excelente anfitrión y fueron famosas en su casa las “tenidas gastronómicas, culturales y musicales”, al decir de Phanor Luna. Era, además, excelente cocinero y decía que sólo le hubiera gustado ser eso. “Era muy versado en muchas cosas y con todos sus conceptos muy afilados. Era un volteriano”, dice su amigo el médico Adolfo Vera.Y añade: “A pesar de que vivió rodeado, era un solitario. Vivía solo. Sus hijos no vivían con el y con sus limitaciones físicas eso era una calamidad”.Para su funeral, Bejarano rechazó todo rito religioso. Ayer por la tarde hubo charla de amigos en la funeraria y sonaron temas de Bach, de Gounod y Mozart, así como tangos. Ordenó ser cremado y sus cenizas esparcidas en Buga y otros lugares.

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