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“A mí no me ofende que me llamen negra”: politóloga caleña que aspira al Congreso en España

Consuelo Cruz busca este domingo convertirse en la primera congresista afro de España. Su meta es mostrarle a ese país que ya cambió para siempre: “no solo es de los españoles, lo es también de sus inmigrantes”. Perfil.

18 de diciembre de 2015 Por: Lucy Lorena Libreros l Periodista de El País

Consuelo Cruz busca este domingo convertirse en la primera congresista afro de España. Su meta es mostrarle a ese país que ya cambió para siempre: “no solo es de los españoles, lo es también de sus inmigrantes”. Perfil.

Consuelo Cruz lanza un suspiro hondo al otro lado de la línea. Su voz sedosa, en la que sobreviven aún algunos  rastros de sus orígenes del Pacífico, se escucha nítida desde Madrid. “Eso del Baltasar era un insulto, ¿sabes?” —se le escucha decir—, “una de las mayores demostraciones de discriminación racial que yo haya visto. Si la tradición enseña que Baltasar es negro, ¿por qué entonces tiene que salir a  representarlo un hombre pintado con témpera?”.

Minutos antes,  la mujer había comenzado a hablar  de la tradicional Cabalgata del Ayuntamiento,  que paraliza a la capital española y celebra la llegada de los Reyes Magos. Ese día, 6 de enero, miles se vuelcan al Paseo de la Castellana, mientras  otros, calculables en millones, hacen lo propio en las demás ciudades y pueblos del país. Los que no, lo siguen por televisión.   Es la  fiesta cardinal de  la Navidad en España.

Hace trece años, cuando esta politóloga  se radicó en Madrid, advirtió con desilusión lo que sucedía durante esa gran parada: un tipo de piel blanca, casi siempre concejal, torpemente pintado de negro y con los labios exageradamente maquillados de rojo para representar al compañero de Melchor y de Gaspar en su travesía.

Aquella incomodidad se quedó a vivir largo tiempo en su memoria  y la acompañó hasta que, dos años después de su llegada, asumió la coordinación del Grupo Federal Afrosocialista, “un equipo del  Partido Socialista Obrero  Español, Psoe, que trabaja por las necesidades de las comunidades negras”.

 Sería desde esas filas, y tras una larga recolección de firmas, que logró lo impensable: que el próximo 6 de enero y por primera vez en la historia de esa tradición, sea un afrodescendiente quien encarne al personaje del cofre de mirra. 

Puede parecer algo baladí, reflexiona ella. “Pero, por algo se empieza. Cuando me preguntan si España es racista, digo que no. Que falta es educar a los españoles, que desde los colegios se les enseñe que este país se transformó para siempre: que ahora es de ellos, pero también de sus inmigrantes”.

Consuelo vuelve y suspira. Esa, reconoce, ha sido una de sus mayores conquistas políticas. La semilla también de lo que ocurre ahora: su foto y su nombre repetidos en carteles por todas las calles de Madrid mostrando su aspiración al Congreso de España.

Si lo logra, será mucho más que una conquista personal. Cuarenta años después de la llegada de la democracia, tras la caída del dictador Franco, esta caleña es la primera mujer afro que aspira, el próximo 20 de diciembre, a convertirse en diputada en España. A veces hay gente así: nace para hacer historia. 

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Doña Miguelina Arboleda se lo repetía a la menor de sus hijas todo el tiempo cada vez que le llegaban noticias de las luchas que a ella le daba por emprender en el colegio: “Pareces la abogada de los pobres”.

Consuelo escuchaba el sermón en su casa de Pradera, Valle, hasta donde se trasladaron los Cruz, una pareja de esposos chocoanos que se enamoraron muy jóvenes. Se habían radicado en Cali, pero persiguiendo días más prósperos decidieron echar raíces en ese pueblo vecino después de que don Arsilio Nicolás Cruz lograra  trabajo como cortero de caña.

En ese hogar, Consuelo se mostró siempre distinta de Amparo, de Berta y de Nancy, sus hermanas. Era la que se sentaba con paciencia a escuchar las historias del Litoral que le narraban sus papás con la plena consciencia “de que, a pesar de ser  iletrados, son las personas más sabias que he conocido”.   

Era también a la que no le daba pena decir lo que pensaba. La que brillaba con altivez verbal cuando hablaba en público. Lo supieron pronto sus compañeros de salón y las monjas del Ateneo Comercial Femenino, el colegio donde  estudió el bachillerato y desde donde saldría años más tarde para graduarse en derecho y ciencias políticas en la Universidad Santiago de Cali. 

Ya para entonces, años 80, Consuelo Cruz Arboleda había confirmado en su espíritu lo que durante años fue solo una sospecha: que el mundo había quedado mal hecho y era necesario defender los derechos de las comunidades afro, de las mujeres, de las minorías. 

Comenzó dando charlas espontáneas en Cali y participando de diferentes colectivos afro hasta que de pronto se vio montada en aviones camino a Estados Unidos,  a Europa y otras veces a África, invitada por ONGs de medio mundo para que debatiera  sobre  la marginalidad y la segregación y sobre la inmensa riqueza cultural que acompaña a los afro desde que iniciaron su diáspora.

Una de esas invitaciones fue la que la dejó en España. Pero ignoraba que con un tiquete sin regreso. Una tarde, en Madrid,  conversaba frente a un auditorio, colmado casi todo de mujeres, sin saber que Pedro Zerolo, atildado político español y miembro del Psoe, seguía con atención sus palabras.

A los pocos días, por invitación de Zerolo —quien falleció por un cáncer hace seis meses—, comenzó a trabajar con el Psoe, la segunda fuerza política de España. En poco más de dos años fue designada coordinadora del Grupo Federal Afrosocialista.

Y desde entonces no ha parado. En todo este tiempo Consuelo —hoy de 52 años— se hizo ciudadana española y un rostro hospitalario para los habitantes de ese país. No era raro encontrársela, megáfono en mano, reclamando por injusticias hacia los inmigrantes. Un día por la muerte de Mor Sylla, un senegalés que perdió la vida en un operativo policial. Al siguiente por el retiro de la tarjeta sanitaria (servicio de salud) para los inmigrantes ilegales por parte del gobierno de Mariano Rajoy.   

En 2010 fue la imagen promocional de su partido para estimular el voto latino. Ha sido portada del diario El País de España y hasta  la han invitado a los sets de Televisión Española y la versión CNN  del país para hablar de inmigración, de ablación femenina, de violencia de género y del machismo que sigue arrinconando a tantas mujeres.

Ese machismo que comprobó alguna vez en un auditorio de Murcia, a donde llegó para dar una de sus  charlas sobre derechos femeninos, sobre personajes como Rosa Park —“que se volvió un hito en Estados Unidos al negarle el puesto en el bus a un hombre blanco”— y de Fatu Sekra, “la africana que es símbolo de la lucha contra la mutilación genital”. 

Al ingresar al recinto se sorprendió de ver reunidos a unos 400 señores. Les preguntó dónde estaban acaso  las mujeres y les aclaró que su intervención iba a dirigida a ellas. “Me respondieron que  se habían quedado en casa haciendo sus oficios, pero que tranquila, que ellos les  llevarían mi mensaje. Me negué a dar la conferencia, pero de ese episodio me quedó la lección de que es mucho lo que todavía queda por hacer”.  

Otras veces la invitan para que explique cómo logró que los españoles revisitaran ese pasado sangriento y doloroso de la compra y venta de africanos. Lo hizo a través de la  Ley de Memoria de la Esclavitud que ayudó a impulsar y “que reconoce históricamente y visibiliza a los pueblos  negros” de España. 

“Es que yo hablo abiertamente de los negros, porque a mí no me ofende que si voy por la calle me llamen negra. Lo que ofende es cuando te lo dicen como un insulto, con ese tonito desagradable. O cuando te acomodan en un cierto estereotipo por ser negra, mujer e inmigrante”.

A ella misma le sucedió. Recién llegada a Madrid, solía pasar por una calle en la que siempre encontraba a un señor que le gritaba ¡Guapa! El día que se animó a agradecer el piropo, la respuesta del hombre fue una pregunta que pareció un guiño más de lo que sería su lucha en los años que vendrían: “¿Cuánto cobras?”.   

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Consuelo, aún al teléfono, cuenta  que es la número 18 de la lista del Psoe al Congreso de los Diputados por Madrid. Si la encuestas no mienten, le será difícil  conseguir ese escaño. Pero ella sabe que, una década atrás,  lo era también que una persona de raza negra lograra si quiera una candidatura.

 Fue en todo caso una aspiración que no cortejó. A comienzos de este año, cerca de 80 asociaciones y colectivos afro escribieron al  Psoe para que tuviera en cuenta su nombre. Ella no llegó a España con la aspiración de hacer política: solo sucedió.

Si lo logra, si consigue un asiento en el Palacio de las Cortes, donde sesiona el Congreso, dice que promoverá con denuedo un proyecto pedagógico “contra el racismo, la xenofobia, la intolerancia”. Ya lo había advertido, lo que falta es educación. A veces, también, hay gente así: no se rinde.

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