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A los 23 años, caleño cumple su sueño de trabajar por la gente

Desde niño, incluso cuando sus anhelos de querer ser, se debatían entre la medicina, la veterinaria y el vértigo de un bombero, Andrés Vélez supo que quería trabajar por la gente.

19 de junio de 2015 Por: Redacción de El País

Desde niño, incluso cuando sus anhelos de querer ser, se debatían entre la medicina, la veterinaria y el vértigo de un bombero, Andrés Vélez supo que quería trabajar por la gente.

“Yo recuerdo que cuando pedía dulces con mis amigos en Halloween, lo hacía con unas bolsas exageradamente grandes. Cuando volvíamos a la casa, mis papás nos decían que sólo podíamos conservar lo que cupiera en una bolsa pequeña y el resto debíamos regalarlo a otros niños que no tuvieran dulces. Así hicimos durante muchos años, por lo cual desde chiquito tenía esa noción de que en Cali había niños con dulces y otros sin dulces, pero que todos somos iguales y tenemos el mismo derecho de querer dulces”.

Andrés Vélez cuenta la anécdota para situar en el mapa de los recuerdos el momento en el que el trabajo social apareció como destino. Era un niño. Pero lo supo, dice. Incluso en ese entonces, cuando todavía sus anhelos de futuro se elevaban al cielo de la imaginación y él, de grande, se veía vestido como médico, veterinario o bombero.

Ahora, a los 23 años y cerca de graduarse como abogado y antropólogo de la Universidad Icesi, aquel destino soñado es la estación donde su vida palpita: desde hace varios años trabaja con mujeres líderes del Distrito de Aguablanca, capacitándolas en temas relacionados con derecho constitucional y medio ambiente.

“Todas vienen de distintos barrios: Marroquín, Potrero Grande, Mojica, Las Orquídeas. También les leo cuentos infantiles a los niños de los CDI, para incentivar la lectura, y capacito a adultos mayores, algunos desplazados por la violencia, que hacen parte de una cooperativa. Todos aprendemos de todos y ellos ponen las reglas sobre los temas que desean que investiguemos. El  trabajo sirve para abrir espacios de diálogo sobre debates de gran importancia nacional como la sentencia de la Corte Constitucional que eleva a derecho fundamental la interrupción voluntaria del embarazo en tres casos específicos. También hemos hablado de la importancia de la sentencia sobre el mínimo vital de agua y de la sentencia sobre la muerte digna”.

Aunque vive en Pance, Andrés dice que en todo este tiempo de trabajo ha pasado muchas noches en Aguablanca, donde alquiló un cuarto en la casa de de Fanny y Holguer, una pareja de la misma edad de sus papás que le abrió la puerta de su hogar permitiendo que conviviera con ellos uno o dos días por semana. De esa manera el muchacho no solo se ha acercado a la comunidad, sino que ha podido entender de primera mano sus preocupaciones, celebrar su alegría y recorrer la otra ciudad existente en Cali que sigue invisible para tantos.

“Para acabar con la indiferencia y la discriminación se necesita una sola cosa: empatía. Es fundamental que todos los caleños nos podamos poner en los zapatos del otro, del vendedor de cholados en Los Mangos, de la mamá que trabaja catorce horas en El Morichal para darle de comer a sus hijos, de los niños criados en medio del fuego cruzado en Mojica. Cali va a empezar a progresar a un ritmo indetenible cuando dejemos de ver la Simón Bolívar como un Muro de Berlín, donde el Oeste tiene un nivel de desarrollo económico exponencialmente superior al Oriente”.

En el 2010 Andrés terminó el bachillerato en el colegio Bolívar y desde entonces ha hecho tantas cosas que parece dueño de un don para estirar el tiempo en favor de su construcción personal: prestó servicio militar, entró a estudiar dos carreras, fue consejero estudiantil, representante de la carrera de Derecho,  tutor y monitor de los cursos de Introducción al Derecho, Derecho Constitucional, Argumentación Jurídica, Derecho Internacional Público y Filosofía del Derecho.

Luego hizo un intercambio en la Universidad de Helsinki, donde trabajó como ayudante de curso del Centro de Idiomas y también fue ayudante de la investigadora posdoctoral Pamela Slotte, del Instituto de Derecho Internacional y Derechos Humanos Erik Castrén. De regreso a Colombia trabajó en el Congreso de la República con la ex Senadora Marta Lucía Ramírez y como auxiliar Judicial Ad-Honorem del despacho de la magistrada María Victoria Calle Correa. “Y también trabajé como guarda parque voluntario en el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos en La Guajira”.

Un recorrido nada extraño para la mamá de uno de sus amigos cercanos del Colegio Bolívar, que recuerda a Andrés siempre igual: “Muy pilo, buen estudiante, comprometido”.

Unas semanas atrás, al término de una capacitación con doce madres líderes del Distrito llevada a cabo en la sede de la Fundación Paz y Bien, en el barrio Marroquín II, una de ellas, Doris Campos Ruiz, definió a Andrés como  “un joven con buenos pensamientos, muy sencillo, que tiene forma de llegarle a la comunidad y que está trabajando por ella”. A su lado, María del Pilar Escobar, de 49 años, destacaba el crecimiento personal que les ha permitido ese tipo de encuentros, no solo a ellas sino a gente imposible de cuantificar: “Aquí uno conoce, aprende y después multiplica en el barrio. Hemos hablado de los derechos y deberes que tenemos como personas y eso ha sido muy importante para todos”.

Ese mañana, Andrés les había estado hablando de los daños irreparables de la minería ilegal, de la urgencia de cuidar el agua en la ciudad, de la necesidad de unir esfuerzos por Cali. Estaba vestido con una camisa a cuadros de puños recogidos, bluyín y lentes recetados. Y sonreía. Seguramente era el reflejo de  verse justo como alguna vez soñó: no como médico, ni como veterinario ni como bombero.

Su anhelo, sin embargo, apenas empieza a cumplirse: “En un futuro me veo expandiendo mi trabajo social, fortaleciendo mi conocimiento de Cali y actuando como vocero de las necesidades más urgentes de los caleños. Quiero continuar trabajando para que Cali deje de ser la capital de los homicidios y se convierta en la capital de la inclusión, donde los caleños tengan igualdad de oportunidades, para realizar sus sueños. Sueño con una Cali donde se haga una separación correcta de las basuras, donde no exista ni un solo metro cuadrado con minería ilegal, donde no haya ni un solo vehículo de tracción animal, ni perros ni gatos abandonados en las calles”.

La hermana Alba Stella Barreto, que cumple una labor social con más de 30 años de historia en Aguablanca, fue el ‘puente’ que facilitó el acercamiento de Andrés con las comunidades del Distrito.

¿Cómo se definiría si tuviera que explicarle a alguien quién es Andrés Vélez? “Soy un pelado como cualquier otro, con sensibilidad social y unas ganas inmensas de trabajar por Cali”.

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