El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Cali

Artículo

Beatriz Carabalí | Foto: Especial para El País

A Beatriz Carabalí

Para quienes no tuvieron el placer de conocerla, Beatriz fue una brillante periodista de entretenimiento, comunicadora de moda, relacionista pública y una visionaria empeñada en potenciar el talento local y nacional.

5 de julio de 2019 Por: Paola Guevara 

Amanecimos sin Beatriz Carabalí, y parece que el mundo tiene un poco menos de oxígeno.

Para quienes no tuvieron el placer de conocerla, Beatriz fue una brillante periodista de entretenimiento, comunicadora de moda, relacionista pública y una visionaria empeñada en potenciar el talento local y nacional.

Para ella las personas no tenían color, y cuando alguien le arrojaba frases como “ustedes las negritudes”, “ustedes los afro”, ella hacía una pausa y tardaba en recordar: “Ah sí, verdad que mi piel es de color”, y se reía para sus adentros de los que ven el mundo en blanco y negro porque su mente, en cambio, era libre de toda casilla.

Criada entre todos los colores no estaba hecha para los prejuicios ni tenía tiempo para los lamentos o los rencores de los episodios más duros de su primerísima infancia.

Estaba destinada a nacer, estaba destinada a sobrevivir, estaba destinada a superar la enfermedad, estaba destinada a crecer para convertirse en la excepción a la regla, y su historia es la de la luz que se introduce por la grieta.

Su alma no acusaba recibo de ninguna discriminación, y si acaso la tuvo no se dio cuenta, ocupada como estaba en ser feliz, en disfrutar la vida, en amar a los suyos, en reír. Su risa sí que será recordada, y esa levedad que a nadie agredía le granjeaba amigos donde quiera que fuera. Para todos era “la princesa de ébano”.

Una vez publicó una foto graciosa junto a un dinosaurio, y un infame matoneador de las redes sociales intentó ridiculizarla, pero Beatriz no tuvo siquiera qué parpadear, porque una legión de adoradores salió en su defensa para dejar claro que con Beatriz nadie se mete, que Beatriz es intocable, que Beatriz es ese tipo de personas que todos preservan y aman sin que tenga que hacer nada más que ser y existir.

Muchos ni siquiera se enteraron de que estaba enferma hace tiempo, porque sabía sufrir con estilo, como ella misma decía. Lo que todos recordarán es su cuello esbelto, su cabeza erguida envuelta en turbantes de colores que le daban un aire de deidad africana; su cuerpo delgado y menudo siempre a la luz de la moda, que en ella no era imposición sino locuacidad y autenticidad.

Beatriz era una fiesta. Fanática de la saga de James Bond, cada vez que a nuestro amado Daniel Craig lo torturaban, si introducían -por ejemplo- alfileres en su oído, si lo electrocutaban, si golpeaban sus partes blandas con patadas asesinas, o si sus enemigos intentaban extirpar alguno de sus bellos órganos, Beatriz solo suspiraba ante la pantalla gigante y me decía “mira lo bien que le queda ese pantalón”.

Para Beatriz el dolor físico y del alma eran llevaderos siempre y cuando hubiera estilo y sobrara la elegancia, y así pasó por esta tierra, leve como una pluma.

Al conocer la noticia de su muerte revisé nuestras conversaciones y encontré el último mensaje de año nuevo que me envió, y cuyas palabras –ahora me doy cuenta- la describen mejor a ella que a ningún otro:  "Vivan como estrellas… pero no de esas fugaces, sino esas que se han hecho polvo primero para ganar su brillo, de esas que conceden deseos o se los cumplen a sí mismas. Sí, de esas estrellas que brillan con luz propia, no solo de cerca sino también a años luz de distancia, con un brillo que no encandila pero ilumina el sendero cuando se hace oscuro; esa estrella que en la noche es la que más titila y cuando el sol sale o el cielo está nublado sigue allí, haciendo lo que mejor sabe: brillar en silencio para sí misma".

En semana de eclipse de sol te nos fuiste. Regresa a la tierra solo la fragilidad de tu cuerpo. Te marchaste joven y hermosa sin conocer la decadencia, sin padecer la decrepitud, habiendo vivido intensamente cada segundo de tu existencia como la diva que eras. Lo hiciste todo bien. No quedan, entonces, lamentos. Queda tu gracia como forma de vida y el tiempo que usaste para embellecer el mundo y romper las reglas con amorosa obstinación. Un poco de tu poder se queda con nosotros. Brilla, estrella.

AHORA EN Cali