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Guimaraes, DT de América de Cali. | Foto: Equipo fotografía / El País

DEPORTES

La 'gran fiesta' de Alexandre Guimaraes, DT del América de Cali (perfil)

En el Mundial de Italia 90, al que asistió como delantero de Costa Rica, Alexandre Guimaraes escribió un libro que inspiró una película. Esta es la historia del entrenador que hizo que los hinchas del América recordaran qué es ganar.

15 de marzo de 2020 Por: Santiago Cruz Hoyos -Editor de Crónicas y Reportajes

Todos los sábados, el plan de Alexandre Guimaraes consistía en caminar tres kilómetros entre su casa en San José de Costa Rica, y el centro de la ciudad, para visitar las librerías de la mano de su padre.

–Llegábamos a una librería, mirábamos lo que había, y pasábamos a la otra. Crecí así. Mi casa siempre estuvo llena de libros.

Muchos años después, en 1990, decidió escribir su propio libro, del que también se hizo una película: ‘La gran fiesta’; el relato, desde adentro, de la primera generación de futbolistas costarricenses que disputaron el Mundial de aquel año en Italia.

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Hasta hace unos días, la foto de WhatsApp del profesor Guimaraes era un balón autografiado por los compañeros de ese equipo que partió en dos la historia del fútbol ‘tico’. También su vida.

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Alexandre Guimaraes nació el 7 de noviembre de 1959 en Brasil. En Río de Janeiro vivió en dos casas diferentes, pero compartían una característica: las calles eran ciegas. Como no ingresaban demasiados carros, ‘Guima’ y sus amigos del barrio las convertían en sendas canchas de fútbol. Infancia es destino, dicen los psicólogos.

Casi todos los domingos iba al estadio Maracaná con su padre, un médico de gran prestigio, aficionado al Vasco Da Gama. Sus hermanos eran del Botafogo. ‘Guima’, del Fluminense.

Cuando no estaba en el colegio o jugando en la calle ciega, integraba un equipo de fútbol-sala de un club privado. En una ocasión el equipo disputó un torneo donde un cazatalentos del Fluminense notó sus condiciones y lo invitó a entrenar. Era delantero. Falso nueve, como lo llaman ahora. No muy rápido, tampoco fuerte como para chocar con los centrales, pero sí muy técnico y con lectura de juego.

En Fluminense, en las categorías de fútbol-sala, jugó un año. Justo cuando iba a dar el salto a la “cancha grande”, a su padre lo trasladaron a Costa Rica y la familia debió emigrar.

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A diferencia de otros entrenadores, el profesor Guimaraes no acostumbra enfrentarse con los periodistas por alguna pregunta incómoda. Prefiere morderse la lengua.

En parte su buena relación con la prensa se debe a que desde niño estuvo atento a los programas deportivos. Cuando no podía ir al estadio para ver al Fluminense, lo seguía por radio. El Mundial de Inglaterra en 1966 lo escuchó en un transistor, durante los recreos del colegio. El Mundial de México de 1970, donde Brasil salió campeón, lo celebró por televisión.

En Costa Rica, tres décadas después, condujo un segmento que se emitía en el resumen deportivo de la jornada. Se llamaba ‘La mirada de Guima’; un análisis táctico del partido de la fecha.

Sin embargo, la razón de fondo por la que Guimaraes jamás entra en confrontaciones con los periodistas es por un consejo que le dio un técnico:

–Uno no se pelea con el cocinero, porque te envenena; ni con la mamá, porque es tu mamá; ni con un árbitro, y con eso también me refiero a la prensa. Llevas todas las de perder.

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Es jueves. ‘Guima’ entra al Café Valparaíso vestido con una camisa azul oscuro, el mismo modelo de camisas que compró en Asia, donde hizo una exitosa carrera como entrenador. Me citó aquí porque huye de los trancones. El Café le queda a diez minutos de la sede de entrenamiento del América - Cascajal - y a cinco de su casa, en Pance.

‘Guima’ vive solo. Su esposa permanece entre Costa Rica, donde está uno de los hijos del matrimonio, y Turquía, donde está el otro. El hijo que vive en Turquía juega al fútbol profesional.

La soledad de su casa parece disfrutarla. Se dedica sobre todo a leer —le gusta la historia— y a ver partidos de ligas internacionales. También planea, junto a sus auxiliares, las estrategias del América. Poco sale para evitar “el tranque”.

Cuando le estrecho la mano, noto que es más alto de lo que se aprecia en televisión. Mide un metro con 89. Sus manos son grandes. Eso en parte explica por qué el primer sueldo que recibió como jugador profesional fue en el baloncesto.

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Al llegar con su familia a Costa Rica, ‘Guima’ tenía 11 años. Los amigos que hizo en el colegio Saint Francis de San José no eran tanto de fútbol, pero sí de basquetbol, así que, para entrar en aquel círculo, empezó a jugar. Le fue tan bien que la selección del colegio lo convocó a formar parte del equipo. Cuando faltaba alguien en voleibol, también lo convocaban. Y, como vivía cerca de un boliche, jugaba bolos.

–Siempre fui muy deportista. No atleta, pero sí deportista.

Incluso integraba el equipo de fútbol del Saint Francis, que participaba en los torneos de divisiones menores de Costa Rica. ‘Guima’ se enfrentaba a las juveniles de equipos como el Saprissa, o la Liga Alajuelense, los más grandes del país.

Así hasta que se graduó del colegio. En ese momento a su padre lo enviaron a México, y se fue con él. Allá empezó a estudiar educación física. Al regreso a Costa Rica, un año después, continuó la carrera y un equipo de baloncesto le ofreció un contrato como jugador profesional. No duraría mucho tiempo.

El entrenador de un equipo de fútbol de la B, quien era profesor suyo en la universidad, le hizo una propuesta: entrenar los jueves, y jugar los domingos. ‘Guima’ le respondió que solo podía jugar los partidos que fueran en San José, porque debía cumplir con el contrato del equipo de baloncesto. El técnico aceptó.

Jugando apenas la mitad de los encuentros, terminó como goleador de la segunda división de Costa Rica.

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Noto que de Cali ‘Guima’ ya heredó algunos gustos, algunos dichos. Le encanta el pandebono. Fue lo primero que ordenó en el café. Cuando se refiere a problemas que ha debido sortear en su carrera, los llama “chicharrones”. Pese a ser nacionalizado costarricense desde 1985, aún conserva su acento portugués.

Mientras le da un sorbo a un capuchino, dice que lo que más le gusta de Cali es que es una ciudad repleta de árboles. Junto a la mesa donde estamos hay una especie de lago y patos que no paran de graznar. Tal vez por la naturaleza del lugar también me citó aquí. De Cali también le agrada que es una ciudad de gente que respeta su trabajo, incluso los aficionados del Deportivo Cali. Lo nota cuando sale al supermercado y se acercan a saludarlo.

–Yo también he sido respetuoso con ellos. Siempre respeto a mis rivales.
Quizá por eso las puertas para ‘Guima’ parecieran siempre abiertas. Después de jugar en segunda división ‘tica’, lo recomendaron para que probara en Municipal Puntarenas, de primera. En el primer entreno hizo tres goles. Lo contrataron.

Sin embargo, apenas pudo jugar un semestre. Le dio hepatitis, por lo que debió guardar reposo seis meses. Pese a ello, su equipo fue subcampeón y él, goleador absoluto de primera.

Eso hizo que el Saprissa lo contratara. En el primer año, con un gol suyo, fueron campeones. ‘Guima’ se quedó allí diez años, ganó tres títulos, marcó casi 100 goles, y disputó, con la Selección de Costa Rica, el primer mundial al que asistía el país. El ejemplo que le dio el técnico de esa selección lo terminó de convencer de que su vida después del retiro como jugador era ser entrenador. El técnico era el serbio Bora Milutinovic.

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Hasta el Mundial de Italia 90, el fútbol de Costa Rica era semiprofesional. Los entrenamientos comenzaban a las 11 de la mañana, y terminaban a las 2 de la tarde, para que los jugadores alcanzaran a regresar al trabajo. Clasificar al Mundial, y pasar a octavos en un grupo complicado (Escocia, Suecia y Brasil), lo cambió todo.

En el torneo orbital, ‘Guima’ era visto como una rareza, la novedad, por parte de los periodistas brasileros. Era extraño que un jugador brasilero nacionalizado en otro país jugara contra Brasil. ‘Guima’ entró “de cambio” al partido, después de que Bora, en el primer juego del Mundial, no lo tuviera en cuenta y en cambio lo enviara al estadio donde jugaba la ‘scratch’ para que sintiera el ambiente que iba a vivir, “rodeado de tu sangre”. Cuando ‘Guima’ entró al partido, jugó tranquilo.

–Esa es la inteligencia del entrenador.

En la concentración del equipo se le ocurrió escribir el libro, ‘La gran fiesta’. Había que dejar un testimonio de la primera vez que Costa Rica vivía un mundial, pensó. Todos los días escribía algo. Además, fue el único de la delegación que llevó una cámara de video. Los videos que grabó hicieron parte de la película que inspiró su libro.

–Siempre tuve muy claro que esa experiencia en el Mundial fue tan plena, que quería repetirla. Yo jugué ese mundial con 30 años. La única manera de repetirlo era como entrenador. Y tener un técnico del calibre de Bora me convenció de que ese era el camino. La relación con él fue muy corta, de dos meses, que fue lo que él estuvo, pero con él visualicé el tipo de profesional, de persona, de técnico, que quería ser. Tal vez no tanto en el aspecto futbolístico, táctico, pero sí en el manejo de grupo, con prensa, dirigentes.
En el Mundial de Corea y Japón, con Guimaraes como técnico, Costa Rica venció 2-0 a China, dirigida por Bora Milutinovic. Aún son amigos.

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‘Guima’ se retiró como jugador en 1992. Tenía 32 años. Entonces hizo pasantías como aprendiz de técnico en equipos de España, Italia, Alemania, incluido el Real Madrid. También hizo cursos de entrenador y dirigió las divisiones menores del Saprissa, después el Deportivo Belén, saltó de nuevo a manejar el primer equipo del Saprissa, salió campeón.
Ocho años después de haberse retirado como jugador asumió la dirección técnica de la selección costarricense. Era el año 2000.

Tenía como responsabilidad ser el entrenador del equipo olímpico, y asistente de un técnico brasilero de la mayores. Tras algunos malos resultados, el técnico brasilero renunció y recomendó a Guimaraes para que asumiera la selección absoluta en un momento complicado de las eliminatorias a Corea y Japón. Debía jugar un partido de desempate, en cancha neutral, ante Guatemala.

–Qué chicharrón me tiraron.

La fecha del partido no la olvida: 6 de enero de 2001, día de Reyes. Costa Rica ganó 5-2 en Miami, clasificó después al Mundial y ‘Guima’, está seguro, ese día se ‘graduó’ como entrenador.

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Después de dirigir a Costa Rica en un nuevo Mundial, Alemania, y pasar por México, Panamá y Asia entrenando diferentes equipos, quería volver a sentir lo que siente en Cali: la pasión por el fútbol, el estadio lleno, ese fervor. En Emiratos Árabes, donde dirigió al uruguayo Diego Forlán, le iba bien, ganaba bien, hizo campañas que hicieron historia, pero en el ambiente no había esa locura por un equipo de fútbol. Además, quería trabajar en Conmebol, así que cuando le ofrecieron dirigir al América, no lo dudó.

En los ‘diablos rojos’, además de los títulos, recuperó el prestigio del equipo. Y eso, dice, lo logró porque se encontró con uno de los mejores grupos que ha dirigido.

–En América hay empatía y carácter para salir adelante en los momentos difíciles. Lo hemos demostrado. Y la familia Gómez, propietaria del equipo, no solo me ha acogido como uno más de la familia, sino que me dan la libertad de trabajar. Me siento satisfecho. Ahora hay dos cosas importantes para mí: intentar el bicampeonato en el torneo local, y ser muy competitivos en la Copa Libertadores. Si eso se da, creo, la primera parte del trabajo está bien hecha y encaminada para el siguiente semestre.

‘Guima’, que tiene contrato hasta junio, ya ha debido desechar varias ofertas de equipos en el exterior, pero reconoce que hay oportunidades a las que no se les puede decir no. Como volver a dirigir una selección.

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