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Nortevallecaucanos que regresaron a su tierra por la crisis económica europea

Buscar un mejor futuro para sus familias y huir de los problemas son las razones que más llevan a los nortevallecaucanos a migrar a otros países, en especial hacia España.

15 de febrero de 2013 Por: Redacción El País, Cartago.

Buscar un mejor futuro para sus familias y huir de los problemas son las razones que más llevan a los nortevallecaucanos a migrar a otros países, en especial hacia España.

Estar dos años en aquel país, terminar su casa y retornar a Colombia era su más grande sueño. No esperaba lujos ni recorrer el mundo: su único anhelo era tener los cimientos para hacerse a una vida tranquila en su natal Cartago.Dicho así no parecía tan complicado. Sin embargo, para Consuelo Inmaculada Arroyabe emprender un viaje que le tomó cerca de una década se convirtió en la experiencia más difícil que ha debido enfrentar en sus 52 años de vida.Se fue a España sola, con una criatura que crecía en su vientre, que meses después le impediría sacarle provecho a la sobreoferta de trabajo que por esos años se vivía en la Madre Patria.No obstante, encargarse de las necesidades de su hijo Samuel y conseguir dinero para mantenerse y enviarle a su familia en Colombia no fue la prueba más difícil que debió enfrentar.Con nostalgia recuerda aquel abril del 2000 cuando partió con una maleta llena de sueños. En la Villa de Robledo había conocido a alguien que tenía un contacto en ese país, quien la recibiría, le daría vivienda y trabajo: un ‘lujo’ que pocos migrantes pueden darse.“Me recibió una mujer que en el camino empezó a recoger muchachas; tan pronto llegamos al sitio, me di cuenta que era para trabajar en un bar”, cuenta entre lágrimas pausadas.Por fortuna, le permitieron irse. “Empecé en un parque a pedir trabajo, como si fuera limosna; cambiaba las pesetas que tenía por monedas para llamar a Colombia y hablar con mi hija, que se había quedado aquí”, relata.Entre gente desconocida se las ideó para buscar un empleo digno y a partir de allí se desempeñaría aseando casas, cuidando ancianos, trabajando en restaurantes; diez años de su vida trabajando para otros, enviando mensualmente remesas a su casa y anhelando algún día poder retornar.“Regresé hace cuatro años, a raíz de la situación y la crisis; mandé el niño cuando tenía 8 años; los últimos dos años allá fueron duros porque no había mucho trabajo y el poco que había era mal pago”, reconoce.Volvió tras haberse nacionalizado en España, con un poco de ahorros y la firme convicción de concretar su sueño: terminar su casa ubicada en el barrio Luis Carlos Galán.“La plata se acabó rápido y no la terminé, ahora pago arriendo gracias a la ayuda de mi hija, que vive en España”, cuenta Consuelo Inmaculada, una oficial de construcción y costurera que por azares de la vida hoy se rebusca la vida con un máquina plana y la venta de postres; la misma que asegura que “a España espero no volver”.“Ni de aquí ni de allá”Con un dejo de frustración, Richard Bermúdez Vallejo relata lo que le significó estar diez años tratando de alcanzar ‘el sueño europeo’.A diferencia de otros migrantes, viajó hacia España con una oferta de trabajo y el apoyo de su hija Paula Andrea, que ya residía en ese país; sin embargo, adaptarse a esa nueva forma de vida le tomó tiempo.“Uno se encuentra con racismo y xenofobia, aunque en la islas se nota menos”, asegura con acento español.Al poco tiempo se ‘independizó’ y en Islas Canarias laboró como técnico electricista con una empresa que le ofreció trabajo antes de viajar. “En ese entonces me encontré con una situación muy favorable, el precio del euro y el auge de la construcción. Mis expectativas siempre fueron mejorar la calidad de vida, tener comodidades y conseguir vivienda propia en Colombia”, agrega.Años después, en el 2010, esa situación cambió, la empresa hizo un recorte de personal, debido a que el negocio de la construcción cayó y el cartagüeño se vio obligado a vivir del auxilio para desempleados.“Subsistí con ayudas del Gobierno, que son irrisorias porque los alquileres son altísimos y alcanza para sobrevivir; no hay forma de ayudar a los que se quedaron en Colombia”.Con los ahorros de su trabajo y muchas expectativas regresó dos años después a la Villa de Robledo, pero lo que encontró no fue lo que esperaba.“La ciudad está peor que cuando me fui, la corrupción y la violencia tienen sumido a Cartago. En este momento siento que no soy ni de aquí ni de allá… como en tierra de nadie”, expresa Richard.Ahora su futuro es incierto, pues aunque tiene la nacionalidad española que le permite migrar a diferentes países, lo embarga la frustración de pensar que no puede quedarse en su querida Villa de Robledo.Al igual que este cartagüeño, Fernando Rojas, oriundo de Roldanillo, decidió darle un giro a su vida y a la de su familia viajando al otro lado del Atlántico.Lo hizo en el 2006, gracias a una convocatoria del Sena en la que buscaban ayudantes de cocina para trabajar en empresas españolas: resultó elegido y, sin pensarlo mucho, empacó maletas.En Roldanillo quedaron su esposa Jenny, quien estaba en embarazo, y su hijo de 8 años de edad.“Mi sueño era terminar de pagar la casa en un programa de vivienda de interés social, pero la soledad allá es muy horrible”, dice.Gracias a que su situación laboral era estable pudo viajar con frecuencia a ‘La tierra del alma’, pero separarse de los suyos cada vez era más difícil.“Ver a mis hijos crecer desde lejos, estaba teniendo problemas en el hogar y, como no logré la reagrupación, más sí la nacionalidad, decidí volver”.Con un poco de ahorros retornó a Roldanillo en octubre pasado y hoy consigue el sustento de su familia con la venta de comidas, al igual que lo hacía antes de migrar en busca de un sueño que no fue.

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