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El instructor Édinson Amelinez les señala el camino a los niños especiales en sus entrenamientos, de una hora, tres veces a la semana. | Foto: Bernardo Peña / El País

FIDES

Los estudiantes de Asodisvalle que serán equitadores en las Olimpiadas Fides

Cuatro estudiantes de esa institución pasaron de la equinoterapia a la equitación competitiva. Correrán por el Valle del Cauca en las olimpiadas de Bogotá.

6 de junio de 2017 Por: Alda Livey Mera Cobo / Reportera de El País

Cuando Yaira llegó por vez primera a clase de equitación, no osaba acercarse al caballo. Mucho menos se atrevía a tocarlo. Ahora, lo que más repite es “caballo mío, me lo llevo a mi casa”.

Para esta joven y Juan Diego, dos estudiantes de Asociación de Discapacitados del Valle (Asodisvalle), ir a estas clases es literalmente un paseo. El solo hecho de cruzar toda la ciudad en una buseta escolar desde el Distrito de Aguablanca hasta Pance, donde está el Club Hípico Colombiano, es una diversión. Cambia el entorno, el paisaje, su experiencia de vida.

Y si el paseo es tres veces a la semana, más divertido aún. Son nueve niños y jóvenes cuyos resultados con la equinoterapia fueron tan halagadores, que ahora entrenan como equitadores.

Como todo deportista de alto rendimiento, buscan mejorar su desempeño para competir en las Olimpiadas Especiales Fides, que reunirán en Bogotá los sueños y los corazones de más de 10.000 chicos de Colombia y otros países de América Latina.

Yaira Andrade Rentería y Juan Diego Cetter Campo fueron de los pocos deportistas que representaron a Colombia en las olimpiadas Fides 2015 en una disciplina como equitación. Y regresaron con la medalla de bronce.

Motivo suficiente para estar emocionados de repetir olimpiada: volverán a viajar en avión y a comer hamburguesas, pizza y papitas fritas. “Me voy a montar en avión y no me da miedo”, dice Yaira muy segura.

Ahora se les han unido David Santiago Muñoz y Janier Valverde Góngora, quienes también han demostrado destreza al hacer binomio con los equinos, en trote, paso y galope. Y han adquirido la capacidad de pasar de una modalidad a la otra y combinarlas y hasta realizar saltos de mediana altura.

Los cuatro jinetes correrán por el Valle del Cauca y el Suroccidente del país en ese encuentro que va del 10 al 16 de junio en la sede de Compensar.

Angélica Montoya, psicóloga de profesión, equitadora por vocación, ha unido estos saberes para ayudar en el reto a alumnos de Asodisvalle, fundación que creó Jeison Aristizábal para dar atención integral a niños en discapacidad del Distrito de Aguablanca.

Todo empezó hace tres años. Luego de tocar muchas puertas, Jeison logró que 70 estudiantes de Asodisvalle recibieran terapia con equinos para mejorar su desarrollo motor y cognitivo, con apoyo de la Escuela de Carabineros, pero no se pudo continuar allí por asuntos de seguridad en el lugar.

Entonces Jeison conoció a Angélica, que le brindó su apoyo para que el líder de la discapacidad realizara otro de sus sueños: que estos niños pudieran mejorar su calidad de vida mediante la equinoterapia, en el Club Hípico Colombiano, que presta su personal, sus instalaciones y sus caballos.

Pero Angélica quiso que los equinos llevaran a los niños más lejos. Más que mostrar avances en equilibrio y estabilidad, en autoestima y autoconfianza, que pudieran proyectarse a través de la equitación. “Pienso que todo proceso terapéutico debe conducir a algo y si la equinoterapia mejoraba su parte motora y cognitiva, buscamos que la equitación como práctica deportiva les diera herramientas para proyectarse en la sociedad”, comenta.

Entonces seleccionaron nueve de ellos que mostraron destrezas como conducción, concentración, buen seguimiento de instrucciones, fuerza, entre otras condiciones, y sobre todo, habilidad para trabajar con el caballo sin apoyos, porque en competencia no se permiten ayudas, explica Angélica. Así pasaron de pacientes de terapia a equitadores en entrenamiento.

Para Jeison, este logro trasciende al campo social y médico. “Darle equitación a un niño especial del Distrito de Aguablanca, es bien difícil, porque vienen de familias muy humildes. Si ni siquiera tenían acceso a la equinoterapia, entonces es muy meritorio que representen al Valle y a la región en un deporte en el que no compiten sino dos regiones más del país”, afirma.

El maestro Edinson Amelinez lleva 30 años enseñando equitación, pero nunca había trabajado con niños especiales. Hasta que llegaron los nueve chicos de Asodisvalle, entre ellos Yaira, Juan Diego, David Santiago y Janier.

“Eran niños muy dependientes de sus mamás, porque ellas los sobreprotegen; ellos les tenían temor a los caballos, a sus movimientos, pero se fueron volviendo más independientes y ahora los alimentan, tienen control de su cuerpo sobre el animal, manejo del espacio, de su lateralidad”, explica Carolina Varela, psicóloga del programa. La frase que más escuchaba en la pista, era: ‘no me deje solo’. Ahora es ‘no me quiero bajar del caballo’.

Al principio eran muy tímidos, se demoraban hasta un mes en acercarse al caballo, pero se fueron soltando y familiarizando, confirma el instructor Amelinez. Él los apoyaba caminando a su lado, y ellos iban evolucionando a hacer el 1-2 solos y pasaban al trote, uno de los pasos que más disfrutan.

Después él empezó a ponerles obstáculos a 20, 40 cms. de altura y logró que practicaran salto. Armado de mucha paciencia, ha conseguido que hagan pista de hasta seis saltos.

Fides es una experiencia importante para ellos, no solo por la competencia, sino porque es la primera vez que salen de sus hogares y viajan sin sus padres a una concentración deportiva –las mamás se hospedan en un hotel diferente– y solo están acompañados del entrenador. “Así ganan en independencia y en autonomía”, resalta Angélica, quien elabora el plan de entrenamiento y Amelinez lo ejecuta.

El instructor viajó por primera vez a competir a Fides en 2015, con Yaira y Juan Diego. Recuerda que al volver cada noche a la villa, Juan Diego escondía todo, hasta dulces debajo de la almohada y al otro día, era lo primero que buscaba. “Fueron ocho días maravillosos; este año, con el poder de Dios nos va bien”, dice Amelinez con fe de que sus pupilos traerán medallas. Quizá de oro, como sueña Yaira.

“Fides es algo muy bonito, ellos se integran totalmente, son muy abiertos, intercambian recordatorios, ellos conocen otros jóvenes y crean vínculos a través del deporte”, expresa Angélica.

Jeison dice que la labor ha requerido de un trabajo fuerte con las familias, porque las mamás son las mayores limitantes de sus hijos. “Este deporte les permite cambiar el concepto por el de que ellos pueden llegar hasta donde usted se lo permita”, sostiene.

Ante los logros, ha podido convocar empresarios y personas solidarios que apadrinan a los niños para costearles estos cursos de equitación, inalcanzables para ellos. Por ejemplo, miembros de la comunidad católica Emaús, donan $50.000 o $100.000 al mes. Con gratas sorpresas como un padrino que festejó 50 años de vida, que pidió una lluvia de sobres que les donó.

O estudiantes de los colegios Bolívar y Colombo Británico, que hicieron una rifa y mandaron a hacer gorras, camisetas y hasta postres para vender y recaudar fondos para el programa. Jeison se enteró al subir a un avión y una jovencita lo saludó: “Yo lo estoy apoyando con la rifa, aquí tengo el talonario con 100 boletas para vender”, cuenta, feliz de que este programa se haya vuelto la causa de tanta gente.

Una equitadora que vino de Medellín hace dos años, solo con ver un video de Yaira y Juan Diego, les ayudó para ir a Fides 2015. Y este año llamó para decirles: “me quiero volver a vincular”. “Esto pasa porque ven los resultados y saben para dónde van los recursos, ya que es un deporte costoso”, dice Angélica. Asodisvalle les da hasta el transporte a Pance y viceversa. “No tener cómo llegar acá era la primera barrera que tenían”, dice Jeison.

Los cuatro equitadores no serán los últimos en ir a Fides. Porque luego de que Jeison ganara el premio Héroes CNN, llegaron cien nuevos pacientes a Asodisvalle. “Le enviamos un mensaje a la sociedad y al país de que había un sitio donde su hijo con síndrome de Down, discapacidad cognitiva u otro tipo, puede desarrollarse emocional y profesionalmente”, concluye Jeison.

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