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Las bibliotecas municipales de Cartago se niegan a desaparecer

Las bibliotecas municipales se han convertido en las cenicientas de las localidades, la inversión es mínima y la mayoría no tienen sede propia. Un recorrido por el estado de estos centros del conocimiento en el Norte.

17 de febrero de 2012 Por: Por Mónica A. Arias C. | Redactora de CartagoHoy

Las bibliotecas municipales se han convertido en las cenicientas de las localidades, la inversión es mínima y la mayoría no tienen sede propia. Un recorrido por el estado de estos centros del conocimiento en el Norte.

Doña María Victoria llega puntual todas las tardes a su clase de sistemas. No estudia en un colegio ni en un instituto. Sus clases las recibe en la Biblioteca Pública Municipal de Cartago, donde María Rubiela Rendón, la coordinadora, también es la profesora.La cita es en las tardes, en la esquina de la Escuela Caldas. Sin embargo, en los próximos días ya no estará allí porque el comodato que tenían terminó y ese espacio será adecuado para el programa de estudiantes sordos.María Rubiela, administradora pública y bibliotecaria desde hace 20 años, asegura que llevan mucho tiempo de sede en sede y que ahora no hay certeza de adónde serán trasladados los diez mil títulos y los seis computadores que les quedan del tesoro cultural que lograron reunir y que incluía una biblioteca infantil, una sala de lectura y la biblioteca virtual.Pero la de la Villa de Robledo no es la única que tiene problemas. Falta de sedes propias, de acceso a internet, de espacios para los niños y las niñas y de instalaciones adecuadas para la conservación de los libros son las mayores dificultades de los centros de consulta bibliográfica del norte del Valle del Cauca.De acuerdo con la Ley de Bibliotecas expedida por el Gobierno Nacional, los servicios de estos establecimientos deben ser de calidad, pertinentes, oportunos, plurales y garantistas. De igual manera, se contempla que la infraestructura bibliotecaria -espacios físicos e inmuebles- debe seguir los lineamientos técnicos del Ministerio de Cultura, en coordinación con la Biblioteca Nacional.Falta apoyoSin embargo, la realidad es otra. En Cartago, por ejemplo, la ‘Marco Fidel Suárez’ no tiene más de 60 metros cuadrados. Allí no hay espacio para los niños ni para los empleados administrativos, por lo que han perdido apoyos del orden nacional.En Ulloa, las condiciones de la sede han hecho que los libros sufran el rigor de la humedad. Así lo informó Leonardo Fabio Valdez, coordinador de actividades culturales del Municipio, quien señaló que esta situación se suma a que no hay director en propiedad, por lo que el servicio se reduce al préstamo de textos en sala, en la que tampoco hay internet.En Obando también sufren problemas de hacinamiento, puesto que los cerca de 130 visitantes diarios deben acomodarse en un salón de la Casa de la Cultura que alberga los 2.711 títulos que recibieron del Plan Nacional de Lectura.Según la nueva normatividad, las bibliotecas ya no son solo para el préstamo de libros. Por eso cada vez se implementan más programas de fomento de lectura, como las maletas viajeras, la hora del cuento, cine infantil, talleres para niños, jóvenes y adultos y refuerzos escolares que se vienen aplicando en las bibliotecas de El Águila, La Unión, Obando, Roldanillo, Toro, La Victoria y Cartago.Y es que si bien para muchos coordinadores de estos centros, la red ha desplazado en cierta medida a los espacios tradicionales de consulta, estos están lejos de desaparecer.Rafael Salazar Nieto, director de la Casa de la Cultura de Alcalá, sostiene que son muchos los padres que aún llevan sus niños a la biblioteca con el ánimo de que se acerquen a los textos y aprendan a consultarlos.Recordó, además, que en el caso de la zona rural no hay acceso a internet y son estos centros los que entran a suplir la necesidad con el préstamo o la donación de títulos para las bibliotecas veredales a fin de evitar que los padres se desplacen con sus hijos hasta el casco urbano.Luis Fernando López, bibliotecario de Toro, indicó que otro problema es la poca inversión que se les hace a estos lugares, pese a que en esta localidad sí han contado con apoyo de la Administración local.Lo cierto es que el panorama es desalentador en el caso de algunas localidades, como Argelia y Versalles, debido a que sus bibliotecas fueron cerradas por falta de bibliotecario, o en El Dovio, donde no hay teléfono.Ante ello, la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero trabaja de la mano de varios municipios del Norte para actualizar las colecciones o gestionar recursos tecnológicos ante programas como Compartel o Computadores para Educar.Así es como los usuarios, estudiantes, amas de casa, profesionales y demás visitantes de estos recintos del conocimiento, esperan que cada vez más haya más apoyo para conservar no solo el espacio físico donde ‘viven’ los textos, sino las joyas literarias que allí se albergan.Sobre todo porque muchas tienen documentos que en ningún otro lugar del departamento e inclusive del país se encuentran.

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