El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Valle

Artículo

Entre vivos y muertos: historias en los cementerios de Palmira y El Cerrito

Las leyendas que se escuchan en los panteones de Palmira y El Cerrito toman fuerza cada noviembre, cuando se conmemora el Día de los Difuntos. Relatos y sombras en el más acá.

31 de octubre de 2011 Por: Vivian Jaramillo O. | Reportera de PalmiraHoy

Las leyendas que se escuchan en los panteones de Palmira y El Cerrito toman fuerza cada noviembre, cuando se conmemora el Día de los Difuntos. Relatos y sombras en el más acá.

Tal parece que la tristeza, la soledad y el abandono no son los únicos ‘habitantes’ que intentan sobrevivir en los panteones existentes en esta zona del Valle del Cauca.Así al menos lo aseguran muchas historias y leyendas que se escuchan adentro y afuera de los camposantos de Palmira y El Cerrito. Argemiro Valencia, un vendedor de flores que desde hace dos décadas trabaja en la entrada al Cementerio Central de Palmira, está convencido de que “hay almas que aún no se han ido del mundo terrenal”.De hecho, recuerda que un día, a eso de las 7:00 de la noche, le dio por entrar al panteón para comprobar si lo que tanto decían era cierto o no.“Empecé a caminar al lado de varias tumbas, cuando de un momento a otro vi que había un niño sentado encima de una de ellas. La verdad, no fui capaz de quedarme, salí corriendo espantado y no pude dormir de lo asustado que quedé”, reconoce.En ese entonces tenía 19 años y “nunca más volví a buscar el muerto que no se me había perdido”, narra hoy a sus 45 años de edad.Eso sí, al día siguiente de su aventura se acercó a la tumba para ver de quién era y se estremeció al comprobar que era la de un chico de 5 años.Pero esta no es la única historia que se cuenta en este cementerio que ya suma más de 40 años de existencia.Su sepulturero más antiguo, quien lleva 30 años ganándose la vida a costa de los muertos, aseguró que ha visto y oído cosas que le “paralizan” el alma a la gente por segundos.“Hace muchos años, a un señor lo enterraron con un anillo de oro y ese mismo día un ladrón lo desenterró, aprovechando que en ese entonces no había casi vigilancia”, narró quien no quiso revelar su nombre. Agregó que, “al ver que no podía sacar el anillo del dedo del difunto, decidió cortárselo, pero en el momento en que lo hizo el muerto lanzó un fuerte gritó que lo espantó por completo”.Finalmente, aquella noche el ladrón salió despavorido, mientras que el ‘difunto’ terminó en una clínica de la ciudad, pues no se trataba de un muerto viviente, sino de una persona que sufría una extraña enfermedad que paralizaba de manera temporal el funcionamiento de sus órganos.“El ladrón terminó por salvarle la vida a ese señor que había sido enterrado después de que clínicamente parecía estar muerto. Menos mal le dio por robarlo”, relató el sepulturero.Por desgracia, muchas personas mueren trágicamente, lo que, para Octavio Escobar, un vecino del panteón, es motivo suficiente para que algunas almas no puedan descansar en paz. “Soy un creyente total de las ánimas benditas del purgatorio. Hace 25 años vivo en Barrio Nuevo y antes, cuando no había tanta vivienda, se oía el quejido de los muertos lamentado su muerte”, asegura antes de confesar que “al comienzo eso causaba mucho temor entre nosotros, pero luego eso se fue volviendo una costumbre”.También contó que durante varios meses tuvo en su casa a una huésped. Se trataba de una anciana que deambulaba por todos los rincones de la casa: “Nos tocó llamar a un sacerdote para que hiciera algunos rezos y así permitirle a esta persona encontrar la luz y descansar”, precisó.Algunos misterios que rondan los camposantosEl camposanto de Palmira no es el único que encierra misteriosas historias de seres que supuestamente no han podido partir para el más allá.Jorge Murcillo, quien lleva diez años trabajando como sepulturero en el panteón de El Cerrito, narró que “un día, cuando ya nos íbamos, llegó una mujer alta, mona y vestida de blanco y me pidió el favor de que la dejara entrar tan sólo durante cinco minutos. La dejé, pero pasaron diez minutos y no regresó, entonces entramos a buscarla y la sorpresa que nos llevamos mi hermano y yo es que nunca apareció”. Él, quien sostie“Cuando estamos haciendo los trabajos de aseo o arreglando algunas tumbas, vemos sombras que pasan, supongo que son personas que no han podido descansar y que siguen aquí, pero sin hacer daño”, precisó.Para él, por ejemplo, tampoco es motivo de sobresalto ver cuerpos convertidos en momias.“Muchas veces son cuerpos cuyos cuerpos no son reclamados por nadie y a los que se les ha aplicado demasiado formol, entonces al momento de sacarlos están intactos”, explica refiriéndose a las exhumaciones que se incluyen dentro de sus frecuentes tareas en el camposanto. “Los guardamos por ahí cinco meses, por si algún familiar viene por ellos y si no se lanzan a una fosa común”, confiesa el sepulturero.Por su parte, Diego Carvajal, un historiador cerriteño, contó que “hace muchos años existía en uno de los osarios del cementerio la momia de una niña. La mamá de la pequeña venía todos los días y la sacaba para peinar su cabello que aún seguía creciendo”. Pasados algunos años el osario fue cerrado en su totalidad, debido a que a algunas personas la practica les parecía algo “inusual”, de manera que también se impidió que los restos fueran observados a través de la rejilla que tenía el compartimiento. Hay muertos que protegenSegún Carvajal, en el panteón de El Cerrito existen dos tumbas que son muy visitadas por los habitantes de la localidad. Una es la del sacerdote Henry Nieto Navia, quien por muchos años fue el párroco de la Catedral de la Villa de las Palmas.“Él era muy devoto del Apóstol de la Misericordia, entonces la gente se acerca a su tumba con la intención de pedirle favores y que él, desde el cielo, se los conceda”, relató.Y hay quienes sostienen que la intercesión del religioso sí funciona, como Nancy Sánchez, una cerriteña que asegura que “el padrecito me ha ayudado varias veces”.La otra sepultura venerada en este municipio del suroriente del Valle del Cauca es la de la familia Cabal, fundadora del Ingenio Providencia.“Las dos hijas de Modesto Cabal murieron muy pequeñas, por eso la tumba tiene un ángel de la guarda arriba y hay muchas personas que se arriman a orarle”, explicó Carvajal.Como éstas, son muchas las leyendas que hacen parte del día a día de los cementerios, lugares en los que muchos aseguran que, pese a lo lúgubres que suelen ser, hay más de un ‘vivo’ entre tanto muerto.

AHORA EN Valle