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En Dagua hay un hogar para 80 caballos víctimas de maltrato

El sitio, localizado en el kilómetro 26 de la Vía al Mar, es un santuario natural atravesado por caminos adoquinados y sembrado de enormes construcciones abandonadas. Le contamos la historia.

10 de octubre de 2012 Por: Luz Jenny Aguirre, Editora de Entorno | El País

El sitio, localizado en el kilómetro 26 de la Vía al Mar, es un santuario natural atravesado por caminos adoquinados y sembrado de enormes construcciones abandonadas. Le contamos la historia.

Dicen que las casualidades no existen. El caso es que cuando era propiedad del narcotraficante Gilberto Rodríguez Orejuela la hacienda se llamaba Caballo Loco. Hoy se le conoce como el Albergue Natural para Animales Rescatados del Abandono y es el hogar de 80 equinos. Seguramente no están locos, como el corcel que habrá inspirado al antiguo dueño de la finca de 18 hectáreas. Lo que sí es seguro es que aquellos caballos están por lo menos tristes y luchan contra el dolor o la enfermedad. Se trata de animales trabajadores que durante años se dedicaron a tirar de las carretillas en las calles de Cali y que llegaron a este hogar, administrado por la Fundación Paz Animal, tras ser decomisados por la Policía Ambiental. El sitio, localizado en Dagua, en el kilómetro 26 de la Vía al Mar, es un santuario natural atravesado por caminos adoquinados y sembrado de enormes construcciones abandonadas que ahora funcionan como improvisadas pesebreras. El albergue parece algo así como una casa de retiro para caballos jubilados. Estos cuadrúpedos viven aproximadamente entre 15 y 20 años, y muchos trabajan hasta esas edades. Hace poco llegaron cinco animales. Uno de ellos un caballo de extrema flacura que exhibe el costillar pegado a la blanca piel. No se deja acariciar. Su comportamiento, explica el médico veterinario Andrés Noreña, corresponde a los daños sicológicos que le dejó el maltrato. Un caballo, dice el doctor, nunca olvida.De ese grupo aún se espera a una yegua que no pudo ser llevada a la finca. La veterinaria Lucía Ibarra cuenta que se trata de un animal con una fractura en la pata delantera que fue causada hace al menos siete meses. No obstante, seguía trabajando. Hay que hacerle cirugía, sentencia la médica, quien hace claridad en que los caballos sienten hasta diez veces más dolor que otros animales.Lucía afirma que el mal más frecuente entre equinos maltratados es la laminitis (daños en los cascos), seguido por las heridas profundas en los costados, producto de las estructuras de la carretilla que hacen heridas en la carne. Eso sí, ninguno se salva de las deformaciones en la columna, que transforman los lomos en montañas de caprichosas curvas producto de arrastrar hasta 800 kilos de peso en escombros. Es por eso que todo caballo que haya sido carretillero mira siempre hacia abajo.En el albegue estos pacientes están en la terapia del silencio. Lejos de los pitos de los carros, la gente que grita y el látigo, el retiro les permite perderse entre el bosque solos o en grupos, visitando cada tanto las piscinas llanas de ramas, las ruinas de la discoteca o los rincones de un bar abandonado.Sólo algunos, como una yegua raquítica recién parida, están en corral por cuestiones de salud y distancia necesaria de los perros de la finca. La acompaña su potro enclenque y albino, con el que pudo reencontrarse hace poco tras la gestión de la Policía Ambiental y la fundación Paz Animal.Óliver, el cuidador de estos animales, se pregunta cuántos caballos carretilleros habrá en Cali. La respuesta es 1.450, según el último censo, hecho en el 2006. Liliana Ossa, directora Paz Animal, dice que ninguno de estos equinos tiene una buena vida y que urge que por fin se encuentre una solución para la sustitución de los vehículos de tracción animal.“Hay flotas de carretilleros, una sola persona tiene hasta diez caballos y muchos los ponen a trabajar incluso en la noche”, dice.El sargento mayor Ángel Ñañez, de la Policía Ambiental, asegura que sólo en el último mes les han quitado 18 equinos a sus dueños debido a malos tratos.Pero Gloria Hidalgo, vocera de los carretilleros de la ciudad, tiene otra versión. Asegura que en muchos casos les decomisan los animales por causas que no están claras o argumentando que no se tienen los papeles al día. “Y esto pasa aunque el veterinario dé el concepto de que el caballo está bien y no es maltratado. Por eso interpondremos una demanda a la fundación que se queda con los caballos, cuando ellos no son autoridad”.Gloria remata afirmando que muchas veces la gente hace juicios ligeros, porque no se dan cuenta de que el “el caballo es el rey del mundo familiar de un carretillero”.En un punto sí convergen todos los relacionados con este tema y es en que se agota el tiempo para definir cómo saldrán de las calles las carretillas, lo que tiene que pasar antes del próximo 1 de enero. Todavía no están resueltas las preguntas sobre de qué vivirán todas las familias de este oficio dependen y qué pasará con el ejército de animales que gozará de obligado y merecido retiro. Lo más seguro es que la mayoría vengan a parar al albergue, dice Liliana Ossa al tiempo que suma a la lista de interrogantes el de quién va a garantizar su sostenimiento.Así las cosas, ojalá deje de ser largo y pesado el camino de los que no han hecho en su vida otra cosa que ocuparse de las cargas ajenas.

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