El país es modelo en investigación sobre la caña: director de Cenicaña
Así lo asegura Álvaro Amaya, director de Cenicaña, destacada con la Orden al Mérito Agrícola, otorgada por la SAC.
Así lo asegura Álvaro Amaya, director de Cenicaña, destacada con la Orden al Mérito Agrícola, otorgada por la SAC.
Treinta y ocho años de investigación para mejorar y optimizar el cultivo e industria de la caña de azúcar y la panela fueron reconocidos por la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), que otorgó al Centro de Investigación de la Caña de Azúcar de Colombia (Cenicaña) la Orden al Mérito Agrícola 2015, en el Congreso Agrario Nacional, realizado en Villavicencio.
El director de Cenicaña, Álvaro Amaya Estévez, ingeniero agrónomo de Universidad Nacional, máster en mejoramiento genético de la Universidad de Kobe, Japón, y doctorado en mejoramiento genético de la Universidad de La Florida, EE.UU., habló con El País de este y otros logros de la entidad.
¿A qué debe Cenicaña esta distinción?
Es un reconocimiento a la unidad del sector, en el cual 13 ingenios y más de 2700 cultivadores de caña, con los mismos intereses de progreso y beneficio común, le apuestan a la inversión en el desarrollo de ciencia y tecnología para el campo. Durante 38 años, en forma voluntaria, todos aportan sus donaciones mensuales para la proyección, desarrollo e investigación. En 2014, la inversión fue de $20.000 millones.
¿Cuáles son los aportes en la investigación agrícola?
Cenicaña cuenta con más de 200 colaboradores, entre ellos doce profesionales con doctorado, 22 con maestría y 38 con pregrado, la mayoría dedicados a la investigación en mejoramiento genético, biotecnología, manejo de suelos y aguas, procesos industriales y transferencia de tecnología, entre otros.
¿Cuál ha sido el énfasis?
La búsqueda de nuevas variedades mediante el mejoramiento genético, la biotecnología, variedades resistentes a las enfermedades y plagas y adaptadas a distintas condiciones. El desarrollo de tecnología para el sistema de producción agrícola y para los procesos industriales de azúcar, etanol y cogeneración de energía eléctrica.
¿Cómo se integra esta tecnología a la sostenibilidad ambiental?
Se incorporan las acciones de sostenibilidad ambiental en función del cambio climático y el manejo racional y eficiente de recursos como el suelo, el agua e insumos agroquímicos con el uso masivo de control biológico.
En la industria de la caña de azúcar no aplicamos insecticidas, todas plagas las controlamos a través de la liberación de parásitos que se estudian, se cultivan en laboratorios especializados y se liberan en forma natural. Así podemos tener niveles de infestación menor.
¿Cómo optimizan recursos?
Una de las primeras acciones de Cenicaña hace 25 años, fue el monitoreo del clima en la región. Nuestra red metereológica nos da información en tiempo real de todas las variables climáticas. Y contratamos con el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Igag, un estudio de caracterización de suelos desde el norte del Cauca hasta Risaralda.
Estas dos variables de información, clima y suelos, nos permitieron definir unas zonas agroecológicas y orientar el desarrollo de la agronomía según las variedades (agricultura específica por sitio): hacemos selección y mejoramiento de variedades para zonas húmedas, secas, semisecas y para el piedemonte.
Hoy tenemos unas 30 variedades con iguales niveles de productividad. Lo ideal es tener ese portafolio porque cuando en una zona se masifica una sola variedad, el riesgo de enfermedad y plagas es alto.
Explíquenos cómo es el control biológico con moscas...
El barrenador del tallo de la caña es una de las plagas que lo devora. En cada cultivo se hacen mediciones de cuántos gusanos hay por nudo del tallo y según eso, Cenicaña tiene establecido cuántas moscas liberamos para que se los coma. Hace 25 años comenzamos a investigar esas larvas. Cultivarlas en laboratorio fue todo un desafío, pero lo logramos para saber qué parásitos eran más efectivos para atacarlos y en qué cantidad: son mosquitas o avispitas (no mosca común). También hacemos control biológico con hongos que se cultivan y se venden por gramos, para atacar las plagas.
¿Esas estrategias benefician los suelos?
Ese factor nos ayuda a ser eficientes en el uso del suelo, del agua, de insumos como fertilizantes y de los procesos, ya que según la variedad difieren el control de plagas y enfermedades, el corte y cosecha. Es un modelo que nos ha dado muy buenos resultados; con la capacitación a ingenieros de los ingenios y a cultivadores, hemos podido neutralizar los factores climáticos adversos como el Fenómeno del Niño y el Fenómeno de la Niña.
¿Cuál es la variedad que requiere menos agua?
La cuestión no es la variedad, sino cómo hacer eficiente el uso de la poca agua que haya. Hace 20 años los agricultores hacían diez, doce riegos al año, uno al mes. Hoy tenemos mayor área de cultivos de caña, pero la tecnología del riego y su medición reducen el número de aspersiones y el volumen de agua a la mitad. Hay lugares donde la demanda de agua no es tan alta porque hay buenos niveles de precipitación (lluvia), solo se requiere al sembrar.
¿Cuánta agua gastan en regadío?
Depende de las condiciones climáticas, pero utilizamos de 1000 a 1300 mts3 de agua por hectárea por riego. Como conocemos la respuesta de la planta a la demanda de agua, a veces se puede hacer más espaciado o menos.
Críticos apuntan que el Valle del Cauca será un desierto debido al monocultivo de la caña de azúcar...
Esa es una preocupación de la comunidad, como tal es muy válida y hay que estar atentos a ella. Pero la experiencia nos muestra que con la agricultura bien hecha, esa situación no llega, siempre y cuando seamos responsables con el uso de los recursos. Llevamos algo más de 150 años cultivando caña de azúcar en la región y los suelos en vez de deteriorarse en su capacidad, son cada vez más productivos. Hoy producimos en una hectárea, casi el doble de lo que producíamos hace 25 o 30 años. Si el suelo se estuviera deteriorando, no estaría respondiendo a los cultivos que se tienen.
También los señalan de desviar fuentes hídricas, hacer represamiento o tomar toda el agua...
El agua es un insumo fundamental para la producción de la caña. En la medida en que se requiere, se hace con los permisos autorizados y aforos establecidos por las entidades reguladoras, en el Valle, la CVC.
Los cañicultores son conscientes de que la población en la región ha aumentado y que las comunidades y los acueductos municipales tienen prioridad.
¿Qué hacen en este sentido?
Desarrollar la tecnología para hacer uso eficiente del remanente de agua que baja del piedemonte y la montaña. Antes la conducción del agua se hacía por canal abierto: se abría una zanja y se echaba el caudal por ahí, pero se filtra y se pierde mucha agua. Se pasó a canales revestidos, pero aún así hay mucha pérdida por evaporación.
Entonces llegamos a mangueras, cuya llave la suministra por la técnica de ventanas, en que para cada surco sale un chorro de agua con medición según la edad del cultivo, tipo de suelo y variedad de caña. Y trabajamos en la protección de las cuencas donde nacen los ríos.
El sector azucarero, con CVC, instituciones internacionales y empresa privada, apoya iniciativas para la protección de 18 cuencas. Estamos en un plan de reforestación y de educación con las comunidades, para que al borde de las cañadas no tengan ganadería porque el ganado afecta la vegetación alrededor de las fuentes hídricas y ya vemos resultados interesantes, como en el río Aguaclara, Florida.
¿Tienen sistemas de recolección de aguas lluvias?
Es un sistema que se quiere retomar. Antes había reservorios de almacenamiento, pero apenas hacía sol, se evaporaba, con grandes pérdidas. La meta es que arriba de las cuencas que generan tanta agua, provean de agua incluso en verano.
¿Qué han hecho para disminuir el impacto de las quemas?
Nuestra Red Meteorológica, que consta de 34 estaciones, mide todo y cada hora arroja información de temperatura, vientos. Así, donde van a quemar, el sotfware da la dirección del viento para orientar que las pavesas no vayan a impactar a las áreas pobladas. Ese mecanismo es muy importante y nos ha ayudado a atenuar las incomodidades a las comunidades.
Los inconvenientes surgen con las quemas accidentales, como por una colilla de cigarrillo. Las corporaciones como la CVC, tienen acceso a esa información de la red y si un ingenio hace una quema en la hora no conveniente, le imponen unas penalidades muy altas.
Igualmente, la combustión genera emisiones contaminantes...
Cualquier actividad humana o industrial puede causar emisiones leves, moderadas o altas. El corte manual ha ido desapareciendo con la llegada de las máquinas.
En nuestro medio, con un territorio plano que se facilita su uso, se ha hecho gradualmente, porque el empleo y la sostenibilidad social son fundamentales. Las quemas buscan facilitar la cosecha a los corteros y disminuir sus riesgos. Desde 1995 a 2005 se hizo el sistema de medición de los vientos, para disminuir efectos.
Y buscamos variedades erectas, que facilitan la cosecha. Con las que se caen, el corte se dificulta mucho, el trabajo es muy rudo y la quema facilita la labor. El desarrollo de Cenicaña es tener variedades lo más erectas posibles, para cosechar en verde, es decir, sin recurrir a la quema. Vamos avanzando hacia la cosecha en verde total.
¿Cómo está Colombia frente al mundo en investigación de caña?
En otras latitudes uno aprende, pero no significa que todo esté solucionado, también tienen aspectos por mejorar. Hemos podido afrontar los efectos del cambio climático con fenómenos tan sucesivos del Niño y la Niña, de forma que nuestras productividades no han descendido significativamente, como sí ha ocurrido en otras industrias azucareras del mundo.
Modestia aparte, integrando todos estos desarrollos, somos modelo mundial en investigación. En 2014 la industria azucarera de Australia, líder mundial, nos solicitó asesoría porque considera que lo mejor lo tenemos en Colombia.