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Las víctimas de acoso sexual en centros educativos generalmente callan por miedo a ser juzgadas, a las represalias del acosador o porque no sabe a quién acudir. No hay una claridad sobre la ruta de atención cuando sucede este delito.

El ‘invisible’ acoso sexual en aulas de clase

Estudiantes víctimas de este delito cuentan las situaciones vividas y que no se atrevieron a denunciar. Colectivos de universidades luchan por hacer visible esta problemática.

21 de mayo de 2017 Por: Por David Penagos Triana Integrante del Semillero de Periodismo UAO-El País

"Uy, qué rico te queda ese vestido”. “Te ves deliciosa con esa falda”. “Ese favor me lo pagas en especias”. Comentarios así, sin ningún consentimiento de por medio, agreden a estudiantes que los reciben. Esta es una forma de acoso sexual en centros educativos, que no es algo nuevo, pero es un tema del que poco se habla.
La violencia basada en género, y precisamente el acoso sexual, no es solo físico. Se presenta de diversas maneras sin que necesariamente haya contacto corporal de por medio. Que le comiencen a escribir frases inapropiadas a una joven por chat, que le envíen desnudos sin su consentimiento o que alguien le muestre partes de su cuerpo que no quiere ver, en contra de su voluntad y sin preguntarle, no es una situación normal.
Sara* es estudiante de Comunicación Social en una universidad de Cali, y en tres ocasiones ha tenido que soportar situaciones en las que no se ha sentido cómoda. Las tres veces en que fue acosada, sus acosadores fueron profesores.
Pero el acoso no es exclusivo de los maestros, sucede con compañeros e incluso, con desconocidos.
La primera vez, Sara estaba en tercer semestre. Un profesor consiguió su número por el grupo de WhatsApp del curso y comenzó a hablarle. Un día, luego de clase, el profesor le dijo que se quedara para revisar algunas cosas de un trabajo individual, sin embargo, cuando estuvieron solos, él empezó a tocarle la mano y a acercarse. Sara lo detuvo y lo encaró:
- Profesor, ¿usted para qué me tiene aquí?, en serio.
- Pues…como tú me respondías los mensajes.
Al ser rechazado por Sara el docente le dejó en claro que de ahí en adelante los trabajos iban a ser un poco más difíciles que antes. Y en efecto, lo fueron.
Las denuncias presentadas por este delito no son frecuentes, se ha naturalizado este comportamiento a tal punto que las mismas agredidas le restan importancia. Se comentan en los pasillos muchas situaciones similares que terminan pasando por simples anécdotas. Por eso, muchas veces, esto no pasa de ser un momento incómodo, sin embargo, el acoso puede resultar en un caso de violencia sexual.
De ahí que no haya cifras ni estadísticas específicas que pongan en evidencia esta problemática en las aulas de clase. Sin embargo, según un estudio del Instituto Nacional de Medicina Legal, entre 2014 y 2016 hubo en Colombia 986 víctimas de violencia sexual en centros educativos.
La segunda vez, Sara estaba en sexto semestre. De nuevo por un grupo de WhatsApp, otro profesor comenzó a hablarle directamente, guardaba fotos de ella que encontraba en redes sociales y luego se las enviaba con mensajes y piropos sobre cómo estaba vestida. Le decía que tenía regalos para ella en la oficina, durante la clase intentaba abrazos y roces innecesarios, y por supuesto, invitaciones a salir.
Pero Sara no es la única. A Cristina* la empezó a seguir en Facebook un desconocido, que ella supo después, estudiaba en su universidad. Él consiguió su número privado. Al comienzo solo eran comentarios extraños que simplemente ignoraba, pero luego este sujeto se volvió insistente, casi obsesivo, enviaba decenas de mensajes en muy poco tiempo, repentinas fotos de sus genitales, y no ocultaba el afán de querer concertar una cita. Poco tiempo después, Cristina se enteró que otras dos jóvenes fueron acosadas por el mismo sujeto. Ninguna denunció lo sucedido. Después de que se detuvo, Cristina decidió no hacer nada al respecto porque según ella, “igual, no pasó nada”.
La última vez que Sara vivió una situación de acoso fue en séptimo semestre. La diferencia es que ahora el tono era distinto. Un profesor que no le daba clase la agregó a Facebook, y antes de pedirle que le mandara fotos, él le envió una instantánea del pene. Sara nunca denunció ninguna de las cosas que le pasaron. “Uno no dice nada, pues como por no formar escándalo, ¿me entendés?, pero embarrada que el profesor sea así”, comenta al respecto.
En otra universidad de la ciudad, Julia* recuerda que cuando estaba en segundo semestre de Diseño Gráfico, un profesor propuso como entrega realizar algunas portadas de unos posters. Entre las opciones, había uno en el que la modelo estaba a cuerpo completo, de perfil, completamente desnuda cubierta de pintura roja, y el docente muy ‘acomedido’ se ofreció a tomar las fotografías únicamente a quienes escogieran realizar esa imagen como trabajo.

¿Qué dice la ley?

La Ley 1257 de 2008 exige que se “desarrollen políticas y programas que contribuyan a sensibilizar, capacitar y entrenar a la comunidad educativa, especialmente docentes, estudiantes y padres de familia, en el tema de la violencia contra las mujeres”.
La legislación en contra de este delito existe, pero son necesarias las denuncias para comenzar a visibilizar el problema como tal.
El artículo 29 del capítulo VII de la misma ley, define y condena el acoso sexual como, “el que en beneficio suyo o de un tercero y valiéndose de su superioridad manifiesta o relaciones de autoridad o de poder, edad, sexo, posición laboral, social, familiar o económica, acose, persiga, hostigue o asedie física o verbalmente, con fines sexuales no consentidos, a otra persona, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3) años”.

Por qué guardan silencio

Para la antropóloga María del Carmen Muñoz, “a veces no se tiene claro qué es el acoso, pues mucha gente lo asume como parte de la cultura, lo que suaviza un poco lo que implica. De alguna manera se ve como una práctica que, por ser cultural, no se le da la trascendencia que tiene”.
Otra de las razones por las que se toma la decisión de no denunciar, de acuerdo con víctimas de acoso, es el miedo. Temor a ser juzgadas, a que no les crean, a que el acosador las ataque, a estar solas.
Diferentes colectivos en varias universidades se enfocan hoy en trabajar por los asuntos de género y casos de acoso que se presentan en sus campus.
En Bogotá, la Universidad Javeriana tiene el colectivo ‘Polifonía’, el Externado cuenta con el ‘Semillero de Derecho y Género’, la Universidad de los Andes con ‘No es normal’, en la Universidad Nacional está el colectivo ‘Blanca Villamil’, la Rosario trabaja con ‘Rosario sin Bragas’, y la Universidad del Valle tiene el ‘Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad’.

Entre 2014 y 2016 hubo 3438 casos de víctimas de violencia sexual en el Valle del Cauca, según Medicina Legal.


“’En la Nacho no más machos’ es una campaña del colectivo Blanca Villamil desde la que hacen una propuesta hacia la visibilización de las denuncias de acoso dentro de la universidad. Este grupo estudiantil, unido al Observatorio de Asuntos de Género que funciona desde este semestre, pretende reforzar las dinámicas de denuncia de violencia sexual y de género a partir de tres ejes: recoger las denuncias, investigar qué tan seguido se da el acoso y en qué lugares, y fortalecer las dinámicas de denuncia, explica Camila Suárez, integrante de ‘Blanca Villamil’.
Para Muñoz, este es el camino a seguir en busca de una solución, pues manifiesta que “existe un desconocimiento, no hay claridad sobre políticas de género en las universidades, tanto públicas como privadas, pues no es evidente la ruta de atención cuando esto pasa en las instituciones, hace falta mayor educación y empoderamiento de las mujeres”.
Es por esto, comenta Laura Castrillón, integrante de ‘Polifonía’, que este colectivo trabaja junto con otros grupos estudiantiles en un fortalecimiento de redes universitarias para generar espacios académicos y pedagógicos donde se investigue y se busquen alternativas reales frente a la problemática. Espacios con los que quieren crear una discusión, pues para ellos ha sido difícil producir un ambiente para hablar del tema.
Dentro de las actividades que realizan para lograr la concientización de la comunidad estudiantil, las alrededor de 15 personas que conforman el colectivo, preparan un ‘performance’ que consiste en entrar en un ascensor y comentar una situación de violencia de género, para ver la reacción de la gente cuando escucha los casos, y posteriormente, conocer su percepción al respecto.
Estos colectivos se encargan de atender los casos que a ellos llegan, directamente, por medio del voz a voz de compañeros o por redes sociales, y hacen lo posible por atender a los hombres y mujeres afectados que muchas veces por vergüenza no se atreven a contar lo sucedido.
Suárez expresa que “no se puede denunciar a veces, o cuando se denuncia no pasa nada porque es un profesor, o alguien muy importante de la universidad, y tratan de llevarlo todo muy por debajo”.
Es así como los colectivos se apropian de estas situaciones y buscan ayudar a los demás a superar las malas experiencias.
Según Castrillón, usualmente no se hace acompañamiento o seguimiento a los casos, no se alcanza a llegar a instancias altas, se quedan en las facultades. “Entonces, no hacer un seguimiento a quienes acuden a nosotras sería caer en lo que cae todo el mundo, todas las instituciones y sería revictimizarlas”.
Ya es suficiente con que en algunas situaciones las mujeres tengan cierto temor de andar por determinadas calles, que sientan desconfianza si deben pasar por donde hay un grupo de hombres, porque tal vez les dediquen un incómodo piropo. “Muchas veces esto se naturaliza, porque precisamente falta cierta justicia dentro de la universidad. Hay una invisibilización del acoso, creemos que en la universidad no hay acoso, porque precisamente es la universidad. Pensamos que es un lugar seguro, donde podemos estar tranquilas, y evidentemente no es así”, asegura Camila Suárez, integrante del colectivo ‘Blanca Villamil’.

*Nombres cambiados
por petición de las fuentes.

El acoso puede ser verbal, por ambiente hostil, físico, por percepción o ciber acoso.

Secuelas de esta problemática

Para el psicólogo alemán Lloserf Walhgs Wellersgwerg, radicado en Cali y quien trabaja con algunos centros educativos, existen consecuencias del acoso sexual a nivel social y emocional, que pueden derivar en aislamiento y dificultades para crear una convivencia.
Es posible que se generen en las víctimas sensaciones de falta de identidad con sí mismo, llantos constantes, culpas desmedidas y confusión.
También, de acuerdo con otros especialistas, puede producir apatía, baja autoestima, pesadillas, insomnio, estrés y despertares nocturnos.
Hay personas, incluso, que se vuelven vengativas, “entonces, con el tiempo empiezan a crear pensamientos a nivel de cómo acabar con la persona que les creó la secuela, y cuando no lo encuentran se desquitan con cualquier ser humano que presente algún perfil parecido al que las acosó o abusó”, asegura Walhgs.
Se pueden presentar muchas secuelas en una persona que vivió una situación de acoso, por eso es necesario que se sienta acompañada por la familia y los amigos para recuperar la confianza en los demás.

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