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D’Angelo, el diseñador de Buenaventura que viste a las estrellas de Nueva York

El diseñador de Buenaventura ha cautivado a estrellas de Nueva York con sus creaciones. La historia de Edwin D’Angelo, invitado de lujo a Expo Bordados, en Cartago.

25 de marzo de 2013 Por: Isabel Peláez | El País

El diseñador de Buenaventura ha cautivado a estrellas de Nueva York con sus creaciones. La historia de Edwin D’Angelo, invitado de lujo a Expo Bordados, en Cartago.

Una tarde cualquiera, a la tienda en Nueva York de Edwin D’Angelo, diseñador de Buenaventura, arrimó Tyra Banks. En lugar de fijarse en las prendas femeninas, puso sus ojos en las masculinas. Y le pidió que le confeccionara todo el vestuario de la temporada 17 de America’s Next Top Models, programa que ella conduce. “Hubo que hacerle 14 looks completos. Quería que le hiciera la camisa que yo hago para hombre, de cuello alto y tres botones, pero que se destacara más el escote. Así empezó mi linea de camisas femeninas”, cuenta D’Angelo, quien después de ocho años de ausencia volvió al Valle del Cauca, para recibir varios homenajes.El Diablo viste de D’AngeloSu carrera como diseñador de modas en Estados Unidos despegó cuando una creación suya apareció en la película El Diablo Viste a la Moda.Desde entonces sus clientas son estrellas del espectáculo como Rihanna, Woody Harrelson, Patti LaBelle, Vivica A. Fox, Lil Kim, Wendy Williams, Nick Cannon, Laurie Metcalf, Angela Simmons, Wynona Judd, entre otros, incluido el reguetonero puertorriqueño Daddy Yankee. Y desde hace un mes viste al salsero caleño Willy García.Y ya le hizo llegar uno de sus diseños a la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama. “A ella no se le puede regalar nada por protocolo. Pero mi mejor amigo es su estilista y eso ayuda. No puedo decir el color, ni el corte, hasta que ella se lo ponga”, advierte. El 35% de su clientela es afroamericana. Su primera tienda está en Harlem, un barrio de afluencia de afroamericanos. “Allí llegué con la propuesta de mezclar la sobriedad americana con los colores del Pacífico colombiano y les llamó mucho la atención, porque el negro americano es un poco más florido, colorido. Les encantó, especialmente a los que quieren figurar en los medios”, dice.Siendo niño Edwin veía a sus tías coser y era fiel televidente de los programas de moda de Pilar Castaño, de cuanto desfile pasaban por televisión. También se extasiaba con las mañanas frías del Puerto que luego tomaban tonalidades cálidas, ardientes; el tono rojo de las heliconias se fijó en sus retinas, para pasar a ser el color infaltable en los forros de sus diseños. En su memoria quedaron esos cuerpos negros tostados por el sol del Puerto, que por las altas temperaturas urgían de ropa más ligera para espantar el calor, y que lo llevarían años después a buscar materiales que dejaran reflejar más piel, a usar encajes sin forro y muchas transparencias.La moda era parte de su ADN. Pero ni él mismo estaba seguro que ese sería su camino a seguir. Sus padres, quienes ya estaban radicados en Estados Unidos, enviaron por él, cuando su abuela enfermó. Tenía 12 años entonces. “Querían que fuera médico o abogado. Hice mi bachillerato y entré a la Escuela de Leyes. Trabajé por muchos años en un bufete de abogados”, cuenta como si él mismo no se lo creyera. “Los abogados me veían como un bicho raro, pues mientras ellos usaban trajes formales y clásicos, yo les llegaba con mucha estética, pero ya te puedes imaginar los colores y los cortes que usaba”, recuerda.Trabajaba de 9:00 a.m. a 5:00 p.m. en el bufete de abogados y de 5:00 en adelante su vida tomaba un giro. Por su gran carisma, se hizo amigo de diseñadores, maquilladores, fotógrafos americanos y les ayudaba en sus proyectos, “empecé a hacer trajes, los llevaba a las sesiones de fotos y los escogían y vi que la moda era lo mío”. Como ganaba muy bien en el bufete de abogados, decidió que ese dinero lo invertiría en montar su propio negocio. “Comí agua y galleticas y guardé el dinero que pude por dos años. Cuando tenía lo suficiente para sobrevivir durante tres años, me retiré de abogacía y abrí mi primera tienda, el 1 de agosto de 2002, en Nueva York y ahí voy”, dice con una humildad que no perdido.

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