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Así narra Laureano Quintero cómo fue el rescate tras el siniestro del avión de American Airlines

En 1995 Laureano Quintero dirigía las urgencias del HUV; su labor en el rescate de los sobrevivientes del vuelo 965 fue decisiva. Relato de una noche sin fin.

20 de diciembre de 2015 Por: Redacción de El País

En 1995 Laureano Quintero dirigía las urgencias del HUV; su labor en el rescate de los sobrevivientes del vuelo 965 fue decisiva. Relato de una noche sin fin.

Durante mucho tiempo el mismo sueño. El médico cuenta que luego de la tragedia, cada noche y por muchas noches fue lo mismo. En diciembre de 1995 Laureano Quintero dirigía el servicio de Urgencias del Hospital Universitario del Valle y estaba entrenando un equipo de médicos en labores de rescate, así que al momento del siniestro su trabajo empezó en la montaña. Justo el lugar donde se le repetía el sueño: “Saltaba en un paracaídas térmico –eso no existe pero es lo que me venía a la cabeza-, llegaba al cerro San José y el paracaídas arropaba a mucha gente... Nos cogíamos de la mano y mirábamos para el cielo oyendo que venían los helicópteros y todos sonreían llenos de barro en la cara pensando que ya venía el rescate, quizá con el afán de que hubiéramos llegado y encontrado mucha más gente viva… Pero eso no ocurrió…”

Lo que sí ocurrió

“(…) Subimos la montaña unas 15 personas. Primero por tierra hasta Buga. En Buga, del Batallón Palacé para arriba logramos obtener paso y en el camino encontramos unos baquianos que nos dijeron que habían visto un fogonazo; ya eso eran como las once y era una noche muy fría, había llovizna, el viento estaba muy húmedo… Fuimos subiendo y encontrando cada cierto tramo  gente que se había ido a buscar familiares… Les dábamos consuelo, les entregábamos parte de nuestra agua o alimento y seguíamos subiendo…  Hacia las 5:50 de la mañana hicimos contacto con restos: vimos una cuchara que tenía los logos de American Airlines, hicimos un reporte vía radio y por supuesto nos preguntaron por sobrevivientes pero en ese pedazo solo veíamos regalos, paquetes, ropa, mucha incertidumbre… Después supimos que el avión chocó contra el techo de la montaña y hacia un lado quedaron los cuerpos y hacia atrás quedaron muchos elementos, paquetes… Muchas cosas llamativas: mensajes, tarjetas, unas tarjetas sonaban con música de navidad todavía; pude conservar una de esas tarjetas muchísimos años...

“(…) Seguimos y nos confirmaron contacto con sobrevivientes hacia las 11:30 de la mañana y bajamos muy rápido a organizar la zona de atención médica; la zona era muy difícil y los helicópteros nunca pudieron aterrizar cerca de los cuerpos o del avión y por eso se hizo necesario que todos los expertos que había en rescate bajaran cuerdas, para que las cuerdas bajaran una canastilla, que fue la camilla para los pacientes. Los rescatistas reportaron la situación y se activaron los BlackHawk para poder organizarlo todo; el equipo médico se hizo en la parte baja, se improvisó un helipuerto en el estadio Pascual Guerrero (adyacente al Hospital Universitario) donde atenderíamos a los eventuales sobrevivientes… Recuerdo que cuando el helicóptero subía había mucha neblina y se perdía detrás de la cima de la montaña. El helicóptero iba saliendo y colgando una cuerda amarilla muy larga y nosotros mirábamos, a medida que se iba viendo mejor, si traía una canastilla o una bolsa; si era una bolsa por supuesto no había nadie vivo… 

“(…) Cuando veíamos que salía una canastilla, la gente gritaba, se abrazaba, sonreía… No olvido nunca el doctor Reyes, oftalmólogo: un hermano suyo venía en ese avión y nos comentó que era maravilloso que alguien viviera, así no fuera conocido… Cuando llegó la canastilla y caímos a atender todos sus componentes,  alguien me jalaba y no me dejaba trabajar y yo me volteé para exigirle que me dejara, y era él, mostrándome que el sobreviviente era su hermano, Mauricio Reyes Dorronsoro… Mauricio estaba respirando bastante bien, se quejaba de dolor y yo le dije: somos del equipo de emergencias, soy médico y estoy entrenado para sacarlo de aquí, voy a proteger su vida y voy a abrigarlo hasta que lo tengamos en un hospital, que son palabras que usamos siempre en escenarios muy difíciles; Mauricio abrió un poco los ojos y nos dijo: ¿Por qué se demoraron tanto?... Seguramente por una noche muy fría, muy dolorosa... 

“(…) Finalmente lo pudimos pasar a un helicóptero de la Policía, llegamos al Pascual Guerrero donde estaban las ambulancias… Tocó cerrar la Calle Quinta para que pudiéramos pasar y  cuando la ambulancia pasó, por uno de los pequeños ventanales yo veía cómo la gente que iba para el Norte paraba:  los carros se detuvieron  a ver qué ocurría y a la gente le decían que era un sobreviviente y aplaudía,  gritaba,  se subía a los carros (silencio... silencio)… Era muy especial ver cómo la vida es tan importante para la gente...

[[nid:492352;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/12/laureano.jpg;left;{Al centro de la toma, en el suelo y junto a uno de los sobrevivientes del siniestro, el médico Laureano Quintero, hace veinte años, en el cerro San José.Archivo El País}]]

“(…) Después de Mauricio llegó Michelle Dussán, de 5 años. Michelle tenía una lesión importante en la columna vertebral; fue necesario hacerle varias intervenciones hasta recuperarla. A Mauricio se le hizo una laparotomía; después llegó uno de los casos más duros que fue Gonzalo Dussán hijo, de 14 años: Gonzalo estaba vivo pero al llegar al Pascual Guerrero hizo paro cardiorespiratorio. Alcanzamos a llegar a Urgencias y lo subimos al quirófano, pero ahí encontramos que por una lesión muy grave de corazón había fallecido; no entendemos cómo sobrevivió toda la noche. Después llegó Gonzalo Dussán padre, con una lesión en columna vertebral. Y finalmente Mercedes Liliana Ramírez. Esos son los nombres que quedan siempre en la cabeza…

Lea también: La vida después de la tragedia, la historia de Gonzalo Dussán sobreviviente del vuelo 965

 “(…) Mercedes fue sometida a cirugías de abdomen y se le hizo un procedimiento de abdomen abierto; el equipo de cirugía de trauma del HUV, con todo el equipo de anestesiología y Cuidados Intensivos se ha destacado siempre por su desarrollo y manejó estos casos con gran experticia. Mercedes vivía en Kansas y sus familiares pidieron que la llevaran y cuando estuvo recuperada mandaron un avión-ambulancia… Tenía esquema de abdomen abierto, una malla para estarle lavando  hasta que se limpiara… Recuerdo que cuando llegó el avión bajaron dos médicos y no creían que fuera ella porque Mercedes ya estaba muy bien… Después de veinte años Mercedes sigue mandando una tarjeta que llega por estos días y dice: gracias por dejarnos vivir una Navidad más en este planeta; la última tarjeta llegó el año pasado y suponemos que este año llegará otra… 

“(…) Si un año después uno siente que un impacto de viento, de una cosa física lo sacude a uno, el alma se le estremece al ver que desde la distancia una persona que  estuvo a punto de morir, valora tanto lo que ocurrió. Por supuesto parecerá una cosa de Perogrullo que si a una persona le salvan la vida lo valore mucho pero no hay tal, nosotros los cirujanos de trauma operamos mucha gente todos los días y no siempre es tan fuerte el agradecimiento... Esa tarjeta es un reconocimiento a todos los que trabajaron… El rescate fue una coordinación de varios grupos: Carlos Garcés en la Defensa Civil, fue determinante; y los grupos de Cruz Roja, Bomberos, Policía, Fuerza Aérea, las Fuerzas Armadas, fue un montón de gente la que permitió que esto funcionara…

“Siempre se trata de ubicar un protagonista, pero realmente hubo demasiadas personas ayudando y no podemos pensar ni decir que fue un solo grupo el que estuvo al frente”, Laureano Quintero.

“(…) Los siguientes días (después de hallar los primeros sobrevivientes) fueron días de ninguna canastilla, días de bolsas negras. Pero la gente también necesita el cuerpo de su familiar, cerrar el episodio. Y se recuperaron absolutamente todos los cuerpos. Recuerdo muy bien que siete días después o casi dos semanas después faltaba un solo cuerpo; ese cuerpo fue buscado insistentemente, los familiares acudieron a mil instancias, incluso a pitonisas que les decían que veían a  su hijo caminando por la montaña, que lo siguieran buscando, que lo veían en un rancho de la zona… Entonces la familia nunca habría podido cerrar el episodio… Ese cuerpo era de Maicol Claros, que tampoco se me olvida, porque fue el último que se recuperó...”

El fin del sueño

El sueño se repitió durante todo un año. Noche tras noche lo mismo: el médico aterrizando un paracaídas en la montaña, abrigándolos a todos, cogiéndolos de las manos para esperar juntos el rescate de los helicópteros. Veinte años después, esa es  la primera imagen que aparece en la memoria de Laureano Quintero, ahora director de la Clínica Amiga de Comfandi:

 

- ¿Y en el sueño veía caras conocidas?

- Veía caras y curiosamente no las de los sobrevivientes… Eran caras de gente que tenía el rostro lleno de barro, la ropa llena de barro y que miraban al cielo al oír los helicópteros. Y nos estrujábamos fuerte las manos. Quizás es muy profundo pensar que era otra gente, la que queríamos traer también… Porque en esa época la gente decía que el gran éxito era haber encontrado sobrevivientes, pero no fue gran éxito en el sentido de que la mayoría de gente murió... Y si bien es milagroso tener cuatro sobrevivientes, uno habría querido traer a otro y a otro… En esos días, cuando uno venía a Cali, la gente lo paraba y nos entregaban las fotos de los familiares, nos las metían al bolsillo y nos decían: tráiganlo, tráiganlo…

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