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25 años cultivando la Villa de las Palmas

El Club de Jardinería de Palmira está cumpliendo cinco lustros de servicio a la comunidad, a través del cultivo y el mantenimiento de plantas en diversas zonas de la ciudad. Ha sido reconocido como una de las mejores organizaciones de este tipo en el país. La huerta que construyeron en el Club Rotario y que ha permitido que los niños de esa entidad cosechen alimentos básicos como cebolla, banano, pimentón y plantas aromáticas es su mayor orgullo.

24 de agosto de 2010 Por: Palmira Hoy

El Club de Jardinería de Palmira está cumpliendo cinco lustros de servicio a la comunidad, a través del cultivo y el mantenimiento de plantas en diversas zonas de la ciudad. Ha sido reconocido como una de las mejores organizaciones de este tipo en el país. La huerta que construyeron en el Club Rotario y que ha permitido que los niños de esa entidad cosechen alimentos básicos como cebolla, banano, pimentón y plantas aromáticas es su mayor orgullo.

Son delicadas pero fuertes, igual que las plantas y las flores que se esmeran en cuidar como si se tratara de bebés recién nacidos.Con paciencia, tesón y, sobre todo, experticia, van regando distintas zonas de la Villa de las Palmas con el único interés de embellecer estas tierras famosas por su riqueza agrícola.Se trata de las integrantes del Club de Jardinería de Palmira, que recientemente cumplió cinco lustros aportando un granito de arena para que la ciudad tenga una cara más amable y acogedora para propios y visitantes.Su presidente Rafael Martínez Toro es el único hombre que tiene actualmente esta organización, pero en sus inicios caballeros de gran trayectoria profesional y reconocidos docentes de distintas universidades, especialmente de la Nacional, también pertenecieron a ella.Aunque son 26 miembros, cuatro llegaron cumplidamente el martes pasado a la Casa de la Cultura, donde esperan recuperar un área ubicada justo debajo de un hermoso samán y para hablar de su pasión, de lo que hace florecer sus vidas: la horticultura y el diseño floral.Mency de Navia, Rosalba de Borrero, Blanquita de Masuda y Rafael Martínez no escatimaron elogios para la que ellos consideran no sólo la líder, sino también la madre, la gestora del Club: Adiela Esparza Mejía.“Fue en el 85, cuando Adiela, que se había ido a vivir por algunos años a Ibagué, regresó a su tierra natal con la idea formar el club de jardinería. Ella conoció varios en ese lugar y llegó dispuesta a que Palmira tuviera el suyo”, sostiene doña Mency, quien agregó que, con un espíritu inquebrantable, Adiela convocó a no menos de 50 personas de diferentes sectores de la sociedad cotuda. Participó Alfonso Aristizábal, propietario de uno de los viveros más tradicionales y reconocidos de la localidad. También Eugenio Escobar, agrónomo y profesor de la Universidad Nacional, y Adalberto Figueroa, experto taxónomo ya fallecido y muchas otras personas que se encargaron de hacer germinar la semilla sembrada por doña Adiela.Cuando se les pregunta qué importancia tiene un club de jardinería y si éste se circunscribe a un espacio cerrado y elitista, afirman con vehemencia que no es así.Blanca de Masuda, otro de los íconos del Club, por ser una de las fundadoras, su conocimiento y dedicación, reitera que es una organización muy seria, que no sólo pertenece a la Asociación de Corporaciones de Clubes de Jardinería de Colombia, sino que se rige por el manual del National Garden Clubs, Inc de Estados Unidos.“El Club es la unión de unas personas a las que les gustan las plantas, lo lindo, el diseño y que se dedican a sacar adelante a una ciudad sin ningún propósito económico”, manifestó. Es así como han ayudado a la recuperación de uno de los escenarios más importantes de la Villa de las Palmas, como es el Parque Bolívar.Hicieron las huertas caseras de la casa del Obispo, la Casa del Menor y el Club Rotario, que es su mayor orgullo, y también los jardines de del Batallón Agustín Codazzi y la glorieta de Versalles. Ahora trabajan en los de la Casa de la Cultura. Ellos son como los mosqueteros, aparecen donde se les necesita. Lo único que requieren son los materiales para convertir un espacio lúgubre y sucio en un hermoso jardín, en el que prime el diseño, el conocimiento y el amor a la naturaleza. Esa es la mística que cultiva el Club de Jardinería.

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