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Cuidado: Internet puede separar a su familia

El uso de dispositivos electrónicos es la causa del 21 % de las peleas en el hogar, según un estudio mundial. Estos son los riesgos y las consecuencias.

21 de agosto de 2016 Por: Alda Mera | Reportera de El País

El uso de dispositivos electrónicos es la causa del 21 % de las peleas en el hogar, según un estudio mundial. Estos son los riesgos y las consecuencias.

La imagen es la de  un remolino: en el centro, un niño  absorto en   su tablet o teléfono celular. Y desde los círculos concéntricos, sus padres,  abuelos, tíos y demás parientes, desesperados tratando de  evitar que se hunda en el pozo sin fondo de las redes sociales, los videojuegos y los chats. Estar ‘pozeto’ –conectado mucho tiempo en la jerga juvenil– es  como si el muchacho dejara de existir: los padres lo regañan y se acusan entre sí de ser muy permisivos o muy autoritarios; los abuelos no entienden por qué discuten tanto con su nieto consentido, los tíos se turnan para sermonearlo  los fines de semana y los primos incurren en  matoneo para intentar disuadirlo. Este tipo de roces  no los tenían las familias hace diez años. Ni los psicólogos atendían consultas por esa razón. La problemática del tercer milenio es tan frecuente hoy, que la firma europea Kaspersky Lab y su sitio web iconKids & Youth, realizó una investigación sobre cómo  vivimos nuestras vidas digitales y su   impacto en  nuestras relaciones familiares. Con  más de 3700 familias de distintos países consultadas, el estudio reveló  cómo el mundo digital está alterando la dinámica de la familia.   El  21% de los padres y el 22% de los hijos  encuestados lo  reconocen:  el uso de internet y la conexión a los dispositivos se están convirtiendo en una causa de tensión familiar. Para Fabio Assolini, analista senior de la ONG Kaspersky Lab,  lo  más preocupante es que uno de cada tres padres (31%) cree que el Internet los aísla de sus hijos.  Rafael y Virginia están en ese  21 % de los progenitores y  sus hijos Manuel y Valentina, entre ese 22 % que aceptan que el celular o tablet es la manzana de la  discordia del hogar, con  la misma queja del día: pasar largo tiempo atrapado por  videojuegos,  redes sociales,  chats. Lea aquí: Parejas, ¿se perdió la línea entre lo privado y lo público? A los papás de Manuel les pareció normal que él  no soltara el computador, al fin y al cabo era su juguete nuevo. Pero cuando recibieron el boletín del colegio y vieron la caída estrepitosa en su rendimiento, se alarmaron. Mas cuando revisaron su portátil y vieron que jugaba hasta la madrugada y tenía contactos de jugadores hasta en Japón que le pedían estar en línea  a toda hora. Entonces, después de varios altercados  que le tocó presenciar a Valentina, sus padres decidieron decomisarle el PC.  Ellos están en ese 21% que sufre  conflictos familiares por  el acceso –en exceso o indebido– a estos nuevos juguetes de interacción virtual. Líos por el   abuso del adolescente que quiere estar conectado todo el tiempo a su perfil de sus redes sociales o a sus videojuegos, explica Assolini, y  los padres reclaman aprovechar  ese tiempo en estudiar, practicar algún deporte, socializar o hasta ayudar en las labores del hogar. El psicólogo clínico y psicoterapeuta de la Universidad del Valle, Carlos Alberto Segura, comenta que el conflicto surge porque todos los miembros de la familia buscan evitar que el menor  sea absorbido por un dispositivo electrónico. Segura reporta pacientes cuyos  padres quedan paralizados al descubrir en el chat de Whatsapp o de Messenger de su hijo, que mientras ellos duermen y creen que el chico  también sueña, éste se vuelve   a levantar y amanece   en los videojuegos, chateando o viendo pornografía. Opinión: "Nuevas tecnologías no separan familias, pero sí pueden crear distracciones", dice el ministro David Luna Eso alteró la tranquilidad de los Peñuela. Elsy se levantó a las 4:00 de la mañana y  encontró a su hija Alina en la habitación de la empleada –había salido a  descanso–  viendo series de Netflix y como con ocho ventanas de Facebook abiertas, chateando con  adolescentes desconocidos. Casos así se ven más en los   consultorios.  “Uno observa el desgaste de sus padres regañándolos, tratando de sacarlos  de esa adicción psicológica”, cuenta Segura. Roger Collazos Montoya, psicólogo del Centro de Bienestar de la Universidad Javeriana de Cali, señala que antes de que las redes sociales existieran,  los padres tenían el control de la cotidianidad de los hijos. Pero  hoy,  cuando un muchacho abre un celular, una tableta, un computador, recibe información de cualquier parte del mundo, ese control es más limitado. “Hoy a un padre le queda más difícil controlar lo que su hijo consume, frente a qué  valores y qué  estéticas se enfrenta y eso provoca una tensión constante en la  relación entre los padres y los hijos”, apunta.El ingeniero de sistemas Pablo Andrés Monroy D’Croz,   director de Marketing de la Universidad Icesi, resalta que  las  nuevas tecnologías son un fenómeno que ha desplazado  acciones comunes de la vida diaria: “La gente deja de dormir, de salir a compartir con amigos,  familiares mayores y los   abuelos y   de socializar en lo real por socializar en lo virtual”. Los muchachos renuncian a ese goce lúdico por  dedicarse   al mundo virtual, que les    genera más soledad,  paradoja del tercer milenio, donde “estamos  muy acompañados, pero solos”. “Por eso,  están muy conectados en  redes sociales, pero cuando se conectan consigo mismos, están muy solitarios”, reflexiona  Pablo.  Por eso, un breve  corte de energía se convierte  en un instante de terror para muchas familias, porque tienen que mirarse  a los ojos,  a las caras, y  comunicarse otra vez. Todo esto ha afectado  la familia, supuesto nicho de las  relaciones humanas,  pues  le llegó la moda de las relaciones virtuales, enfatiza Collazos. Al punto que  padres e hijos se comunican  por whatsapp –antes fue     por correo electrónico– y las relaciones  de pareja se tramitan por redes sociales. “Eso hace que el valor que los niños les dan a los vínculos afectivos   está más asociado a la imagen que al contacto directo”, puntualiza el docente. La psicóloga Alba Lucero García, magíster en psicología y docente de la Universidad Autónoma de Occidente, UAO, afirma que el impacto se refleja en las  adicciones a las nuevas tecnologías. La persona empieza por  ausentarse en las relaciones  familiares, se les vuelve imprescindible  estar conectados con alguna red social y utilizar la tecnología, y el contacto directo con las personas  ya no es esencial para ellos. Increíble, pero  los dispositivos    modifican las formas de actuar, de pensar, de comunicar y de funcionar en el contexto familiar. Así le ocurrió a una joven de 20 años, que supuestamente vivía en un entorno familiar “normal”. Sin embargo, llegó a obsesionarse tanto con las redes sociales, con las que tenía una interacción superintensa, que  dejó  sus motivaciones cotidianas y  que  su vida girara en torno a éstas. Hasta el día que un comentario suyo no fue bien recibido por sus cientos de usuarios. Sus  supuestos amigos se despacharon en ataques contra ella y su familia. La joven no soportó la avalancha de comentarios negativos que  la destrozó   emocionalmente, al punto de que  pensó en desaparecer, pero no  de la red social cerrando su perfil, sino en quitarse la vida y desaparecer de la vida real. Para Collazos,  el  fenómeno de las redes sociales es inherente a  la época. “La tecnología nos ha agilizado las comunicaciones y nos pasa información más rápido, pero eso no equivale a que los vínculos humanos  necesariamente hayan mejorado”. Para sustentarlo, Collazos  analiza que  Facebook, Instagram y Twitter,  funcionan con frases cortas e imágenes. “Eso significa que en la relación con el otro no hay un trato directo, pues ese vínculo se establece con la imagen que se  construye para poder publicarla”, explica. Construye, sí, porque   pareciera que se estuvieran vendiendo a sí mismos como un producto para el consumo, reflexiona. Y un indicador de ese consumo es el número  de likes y comentarios que esa imagen publicada pueda tener.    “Pero ese vínculo  virtual no es el vínculo de mi cotidianidad”,  como plantea el  sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman en su libro Amor Líquido sobre  la fragilidad de las relaciones humanas en esta era de relaciones superficiales, líquidas,  que  se pueden romper fácil.  De ahí que en las redes sociales se pueden tener muchos amigos, pero con muy pocos o quizás con ninguno se tenga una relación profunda. “Eso hace que las relaciones humanas se hayan aplacado mucho y tienen más de narcisismo de cada uno en  las imágenes que muestra de sí mismo”, cuestiona Collazos. Otro indicador de cómo las tecnologías han transformado el calor de hogar en un caldero de líos, es que el 23% de  padres encuestados confiesa que sus hijos prefieren  consultar en línea en vez  de hablar con ellos. Ya los  padres no son  la primera fuente  de respuestas a preguntas o consejos, como ocurría antes.  Assolini confirma que cada que un niño o un adolescente tiene un problema, prefiere preguntarles primero a sus amigos de  redes sociales o consultar en un  buscador. De  último, acude a  sus progenitores.Gracias al crecimiento en hogares de las redes inalámbricas (wifi), con lo cual,  lo que  antes era  privado, ahora es casi  público. Un niño o un joven que habita en una unidad residencial, se sabe las claves de  wifi de todos sus vecinos, resalta Pablo. “El conflicto  se puede dar cuando los padres pierden el control de en  lo que sus hijos navegan. Pueden vigilar lo que ve en casa, pero donde sus compañeritos o  vecinos, ya no es posible estar al tanto”, añade Pablo. El muchacho tiene acceso a mucha información  que  no tenía antes,  que cuestiona valores religiosos o normas morales sobre la sexualidad y  muchos padres no saben cómo interactuar con sus hijos al respecto.  Hay discusión fija si  la  relación de poder padre-hijo  se traslada a las redes sociales. Por ejemplo, si el  padre o la madre intenta supervisar a su hijo en la red, sentirse vigilados lleva a que muchos chicos abandonen esa red y se trasladen a otras. Le sucedió a  Roberto  cuando quiso revisar el perfil de Facebook de su hijo, que  a sus 13 años ya le alegaba  “estás invadiendo mi privacidad” y lo  bloqueó  para evitar la vigilancia, apoyado por sus pares  que enviaban mensajes  incitándolo a la rebeldía. Por casos así, la mitad (42%) de los padres no está en la lista de  amigos o de contactos de sus hijos en redes sociales. Y el 18 % lo atribuye  a que a sus hijos  les resulta embarazoso tenerlos agregados. ¿Qué consecuencias puede traer? Collazos pronostica que a esta nueva generación le falta la construcción del afecto y los sentimientos que expresan están estandarizados por las convenciones de redes sociales,  como los emoticones e imágenes. “Eso impide a  la gente  poder ser creativa sobre cómo expresar sus emociones”, sentencia.   Así que su sugerencia es, aprovechando las bondades de la tecnología, que los padres hagan ritos a nivel familiar, rescaten esas costumbres de espacios claros y definidos en los que se comparta la vida, los sentimientos, las emociones, y  se discutan temas como el derecho a la vida o se establezcan conversaciones acerca de la realidad nacional o de los temas que más afectan a los niños, los jóvenes y a los adultos. La psicóloga Alba Lucero opina  que las tics y las redes sociales ya son una realidad y lo que debemos tener en cuenta es su inclusión y las  maneras de adaptarnos en cada uno de los escenarios donde las usamos. Ella recomienda educar a las nuevas generaciones cooptadas por las redes sociales, para ayudarles a diferenciar el mundo virtual del mundo real, y darles las herramientas a su personalidad para poner los límites y dimensionar los alcances de las redes y sus efectos.

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