Cuidado: Internet puede separar a su familia
El uso de dispositivos electrónicos es la causa del 21 % de las peleas en el hogar, según un estudio mundial. Estos son los riesgos y las consecuencias.
El uso de dispositivos electrónicos es la causa del 21 % de las peleas en el hogar, según un estudio mundial. Estos son los riesgos y las consecuencias.
La imagen es la de un remolino: en el centro, un niño absorto en su tablet o teléfono celular. Y desde los círculos concéntricos, sus padres, abuelos, tíos y demás parientes, desesperados tratando de evitar que se hunda en el pozo sin fondo de las redes sociales, los videojuegos y los chats. Estar pozeto conectado mucho tiempo en la jerga juvenil es como si el muchacho dejara de existir: los padres lo regañan y se acusan entre sí de ser muy permisivos o muy autoritarios; los abuelos no entienden por qué discuten tanto con su nieto consentido, los tíos se turnan para sermonearlo los fines de semana y los primos incurren en matoneo para intentar disuadirlo. Este tipo de roces no los tenían las familias hace diez años. Ni los psicólogos atendían consultas por esa razón. La problemática del tercer milenio es tan frecuente hoy, que la firma europea Kaspersky Lab y su sitio web iconKids & Youth, realizó una investigación sobre cómo vivimos nuestras vidas digitales y su impacto en nuestras relaciones familiares. Con más de 3700 familias de distintos países consultadas, el estudio reveló cómo el mundo digital está alterando la dinámica de la familia. El 21% de los padres y el 22% de los hijos encuestados lo reconocen: el uso de internet y la conexión a los dispositivos se están convirtiendo en una causa de tensión familiar. Para Fabio Assolini, analista senior de la ONG Kaspersky Lab, lo más preocupante es que uno de cada tres padres (31%) cree que el Internet los aísla de sus hijos. Rafael y Virginia están en ese 21 % de los progenitores y sus hijos Manuel y Valentina, entre ese 22 % que aceptan que el celular o tablet es la manzana de la discordia del hogar, con la misma queja del día: pasar largo tiempo atrapado por videojuegos, redes sociales, chats. Lea aquí: Parejas, ¿se perdió la línea entre lo privado y lo público? A los papás de Manuel les pareció normal que él no soltara el computador, al fin y al cabo era su juguete nuevo. Pero cuando recibieron el boletín del colegio y vieron la caída estrepitosa en su rendimiento, se alarmaron. Mas cuando revisaron su portátil y vieron que jugaba hasta la madrugada y tenía contactos de jugadores hasta en Japón que le pedían estar en línea a toda hora. Entonces, después de varios altercados que le tocó presenciar a Valentina, sus padres decidieron decomisarle el PC. Ellos están en ese 21% que sufre conflictos familiares por el acceso en exceso o indebido a estos nuevos juguetes de interacción virtual. Líos por el abuso del adolescente que quiere estar conectado todo el tiempo a su perfil de sus redes sociales o a sus videojuegos, explica Assolini, y los padres reclaman aprovechar ese tiempo en estudiar, practicar algún deporte, socializar o hasta ayudar en las labores del hogar. El psicólogo clínico y psicoterapeuta de la Universidad del Valle, Carlos Alberto Segura, comenta que el conflicto surge porque todos los miembros de la familia buscan evitar que el menor sea absorbido por un dispositivo electrónico. Segura reporta pacientes cuyos padres quedan paralizados al descubrir en el chat de Whatsapp o de Messenger de su hijo, que mientras ellos duermen y creen que el chico también sueña, éste se vuelve a levantar y amanece en los videojuegos, chateando o viendo pornografía. Opinión: "Nuevas tecnologías no separan familias, pero sí pueden crear distracciones", dice el ministro David Luna Eso alteró la tranquilidad de los Peñuela. Elsy se levantó a las 4:00 de la mañana y encontró a su hija Alina en la habitación de la empleada había salido a descanso viendo series de Netflix y como con ocho ventanas de Facebook abiertas, chateando con adolescentes desconocidos. Casos así se ven más en los consultorios. Uno observa el desgaste de sus padres regañándolos, tratando de sacarlos de esa adicción psicológica, cuenta Segura. Roger Collazos Montoya, psicólogo del Centro de Bienestar de la Universidad Javeriana de Cali, señala que antes de que las redes sociales existieran, los padres tenían el control de la cotidianidad de los hijos. Pero hoy, cuando un muchacho abre un celular, una tableta, un computador, recibe información de cualquier parte del mundo, ese control es más limitado. Hoy a un padre le queda más difícil controlar lo que su hijo consume, frente a qué valores y qué estéticas se enfrenta y eso provoca una tensión constante en la relación entre los padres y los hijos, apunta.El ingeniero de sistemas Pablo Andrés Monroy DCroz, director de Marketing de la Universidad Icesi, resalta que las nuevas tecnologías son un fenómeno que ha desplazado acciones comunes de la vida diaria: La gente deja de dormir, de salir a compartir con amigos, familiares mayores y los abuelos y de socializar en lo real por socializar en lo virtual. Los muchachos renuncian a ese goce lúdico por dedicarse al mundo virtual, que les genera más soledad, paradoja del tercer milenio, donde estamos muy acompañados, pero solos. Por eso, están muy conectados en redes sociales, pero cuando se conectan consigo mismos, están muy solitarios, reflexiona Pablo. Por eso, un breve corte de energía se convierte en un instante de terror para muchas familias, porque tienen que mirarse a los ojos, a las caras, y comunicarse otra vez. Todo esto ha afectado la familia, supuesto nicho de las relaciones humanas, pues le llegó la moda de las relaciones virtuales, enfatiza Collazos. Al punto que padres e hijos se comunican por whatsapp antes fue por correo electrónico y las relaciones de pareja se tramitan por redes sociales. Eso hace que el valor que los niños les dan a los vínculos afectivos está más asociado a la imagen que al contacto directo, puntualiza el docente. La psicóloga Alba Lucero García, magíster en psicología y docente de la Universidad Autónoma de Occidente, UAO, afirma que el impacto se refleja en las adicciones a las nuevas tecnologías. La persona empieza por ausentarse en las relaciones familiares, se les vuelve imprescindible estar conectados con alguna red social y utilizar la tecnología, y el contacto directo con las personas ya no es esencial para ellos. Increíble, pero los dispositivos modifican las formas de actuar, de pensar, de comunicar y de funcionar en el contexto familiar. Así le ocurrió a una joven de 20 años, que supuestamente vivía en un entorno familiar normal. Sin embargo, llegó a obsesionarse tanto con las redes sociales, con las que tenía una interacción superintensa, que dejó sus motivaciones cotidianas y que su vida girara en torno a éstas. Hasta el día que un comentario suyo no fue bien recibido por sus cientos de usuarios. Sus supuestos amigos se despacharon en ataques contra ella y su familia. La joven no soportó la avalancha de comentarios negativos que la destrozó emocionalmente, al punto de que pensó en desaparecer, pero no de la red social cerrando su perfil, sino en quitarse la vida y desaparecer de la vida real. Para Collazos, el fenómeno de las redes sociales es inherente a la época. La tecnología nos ha agilizado las comunicaciones y nos pasa información más rápido, pero eso no equivale a que los vínculos humanos necesariamente hayan mejorado. Para sustentarlo, Collazos analiza que Facebook, Instagram y Twitter, funcionan con frases cortas e imágenes. Eso significa que en la relación con el otro no hay un trato directo, pues ese vínculo se establece con la imagen que se construye para poder publicarla, explica. Construye, sí, porque pareciera que se estuvieran vendiendo a sí mismos como un producto para el consumo, reflexiona. Y un indicador de ese consumo es el número de likes y comentarios que esa imagen publicada pueda tener. Pero ese vínculo virtual no es el vínculo de mi cotidianidad, como plantea el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman en su libro Amor Líquido sobre la fragilidad de las relaciones humanas en esta era de relaciones superficiales, líquidas, que se pueden romper fácil. De ahí que en las redes sociales se pueden tener muchos amigos, pero con muy pocos o quizás con ninguno se tenga una relación profunda. Eso hace que las relaciones humanas se hayan aplacado mucho y tienen más de narcisismo de cada uno en las imágenes que muestra de sí mismo, cuestiona Collazos. Otro indicador de cómo las tecnologías han transformado el calor de hogar en un caldero de líos, es que el 23% de padres encuestados confiesa que sus hijos prefieren consultar en línea en vez de hablar con ellos. Ya los padres no son la primera fuente de respuestas a preguntas o consejos, como ocurría antes. Assolini confirma que cada que un niño o un adolescente tiene un problema, prefiere preguntarles primero a sus amigos de redes sociales o consultar en un buscador. De último, acude a sus progenitores.Gracias al crecimiento en hogares de las redes inalámbricas (wifi), con lo cual, lo que antes era privado, ahora es casi público. Un niño o un joven que habita en una unidad residencial, se sabe las claves de wifi de todos sus vecinos, resalta Pablo. El conflicto se puede dar cuando los padres pierden el control de en lo que sus hijos navegan. Pueden vigilar lo que ve en casa, pero donde sus compañeritos o vecinos, ya no es posible estar al tanto, añade Pablo. El muchacho tiene acceso a mucha información que no tenía antes, que cuestiona valores religiosos o normas morales sobre la sexualidad y muchos padres no saben cómo interactuar con sus hijos al respecto. Hay discusión fija si la relación de poder padre-hijo se traslada a las redes sociales. Por ejemplo, si el padre o la madre intenta supervisar a su hijo en la red, sentirse vigilados lleva a que muchos chicos abandonen esa red y se trasladen a otras. Le sucedió a Roberto cuando quiso revisar el perfil de Facebook de su hijo, que a sus 13 años ya le alegaba estás invadiendo mi privacidad y lo bloqueó para evitar la vigilancia, apoyado por sus pares que enviaban mensajes incitándolo a la rebeldía. Por casos así, la mitad (42%) de los padres no está en la lista de amigos o de contactos de sus hijos en redes sociales. Y el 18 % lo atribuye a que a sus hijos les resulta embarazoso tenerlos agregados. ¿Qué consecuencias puede traer? Collazos pronostica que a esta nueva generación le falta la construcción del afecto y los sentimientos que expresan están estandarizados por las convenciones de redes sociales, como los emoticones e imágenes. Eso impide a la gente poder ser creativa sobre cómo expresar sus emociones, sentencia. Así que su sugerencia es, aprovechando las bondades de la tecnología, que los padres hagan ritos a nivel familiar, rescaten esas costumbres de espacios claros y definidos en los que se comparta la vida, los sentimientos, las emociones, y se discutan temas como el derecho a la vida o se establezcan conversaciones acerca de la realidad nacional o de los temas que más afectan a los niños, los jóvenes y a los adultos. La psicóloga Alba Lucero opina que las tics y las redes sociales ya son una realidad y lo que debemos tener en cuenta es su inclusión y las maneras de adaptarnos en cada uno de los escenarios donde las usamos. Ella recomienda educar a las nuevas generaciones cooptadas por las redes sociales, para ayudarles a diferenciar el mundo virtual del mundo real, y darles las herramientas a su personalidad para poner los límites y dimensionar los alcances de las redes y sus efectos.