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Humberto de la Calle, precandidato presidencial por el partido Liberal. | Foto: José L. Guzmán / El País

PARTIDO LIBERAL

“Volver trizas el acuerdo sería un macabro error histórico”, De la Calle

Humberto de la Calle dice que pronto tomará una decisión sobre su candidatura presidencial, que, siendo él liberal, giraría en torno a una coalición de centro.

12 de junio de 2017 Por: Olga Lucía Criollo | Reportera de El País

Aunque asegura que aún no está decidido a ser candidato, para muchos Humberto de la Calle ya está transitando el camino que lo podría llevar a defender desde la Casa de Nariño lo que negoció en La Habana.

Liberal confeso, pero partidario de una coalición de centro, por momentos pareciera volver al cargo que ocupó hasta finales del año anterior: “el proceso de paz lo están colocando como una especie de comodín del juego político, olvidándose que esto es mucho más grande”.

En esa misma tónica califica de “milagroso” que el 30 % de las armas de las Farc ya esté en manos de la ONU, pero admite que el Estado ha demostrado “mayor ineficacia” a la hora de implementar los acuerdos.
Sin embargo, De la Calle le dijo a El País que la campaña presidencial no se puede agotar en la paz, sino que tiene que apuntar “hacia la transformación del país”.

Esta semana usted volvió a la sede del Partido Liberal en Bogotá. ¿Ya está en campaña a la Presidencia?

No exactamente. Estuve en el Partido Liberal reunido con líderes sindicales, pensando en lo que es mi compromiso en este momento: a la guerra no más; no aceptar la idea de que hay que revisar los acuerdos y generar una marcha atrás, una especie de nostalgia de la guerra. Al contrario, reafirmar que, superado el conflicto, se abren posibilidades de discutir nuevos temas: la transformación de Colombia, lo que está preocupando hoy a los ciudadanos.

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Pero queda claro que de dar ese paso lo haría desde el liberalismo...

Pertenezco al Partido Liberal y tengo además una filosofía liberal. He sido rebelde también dentro del liberalismo y crítico, pero creo que hay que hacer una coalición de centro, que debe buscar preservar lo logrado en materia de acuerdos. Lo hemos dicho mil veces: la paz no es un proceso entre el Gobierno y las Farc, es un proceso más grande, en el que todos debemos contribuir; en esta polarización tan aguda en Colombia, hay que estar lejos de los extremismos y esa coalición de centro es un escenario para trabajar en lo que me toque.

Sería una coalición que tendría que ir más allá de la Unidad Nacional...

Sí, pero no hablo de una coalición de partidos exclusivamente. Ellos juegan un papel importante, pero hay mucho espacio para independientes: los estudiantes que se tomaron las calles después del 2 de octubre, intelectuales, movimientos sociales. Creo que no es un tema partidista ni de mecánica, tengo la convicción de que finalizar un conflicto genera posibilidades de cambio y tenemos que aunar voluntades en una cosa mucho más amplia y no excluyente.

¿Y cuándo va a decidir si irá a las presidenciales o no?

Pronto. Pienso que no debe ser demasiado lejos, entre otras cosas porque ya empiezo a recibir muchas voces que dicen: ‘queremos saber en qué está usted’. Creo que eso está madurando y diría que es un plazo breve para examinar el camino a seguir, entendiendo que si soy yo u otro será algo secundario; lo fundamental es no dar marcha atrás y abrir un espacio de transformación progresista en un país como Colombia. Pero en todo caso es claro que antes de cualquier decisión liberal, yo siento tener la obligación de establecer cuál es mi idea sobre el camino a seguir.

Que es impedir que vuelvan “trizas” el Acuerdo con las Farc...

Eso de volver trizas el Acuerdo me pareció realmente una barbaridad, todavía no salgo de mi sorpresa. Nosotros respetamos ideas en contrario, no se trata de acallar las críticas, pero hay un acuerdo que compromete al Estado y abre posibilidades de transformación. Llevamos 50 años hablando de guerra, dar marcha atrás sería una calamidad histórica; es un mensaje extraordinariamente peligroso y una especie de llamado al pasado, a la nostalgia de la confrontación. Francamente me opongo a esa posibilidad y creo que sería un macabro error histórico para Colombia.

¿No cree que hubiera sido mejor que la implementación de los acuerdos no fuera en año electoral?

Sin duda. Lo que está pasando es una calamidad, un infierno. A las Farc mil veces les transmitimos en La Habana el sentido de urgencia, justamente porque el mundo sería muy distinto si el acuerdo hubiese tenido lugar en el primer año de conversaciones, como era una idea compartida por todos los colombianos. Permitimos que se montaran las conversaciones en la elección presidencial y ahora se está colocando el proceso como una especie de comodín del juego político, olvidándose que esto es mucho más grande... Realmente hay muchas zonas en Colombia donde se está respirando paz. Un solo dato: el pequeño crédito a empresas y personas naturales en 60 municipios que eran de conflicto ha crecido 57 %, que es casi el doble del promedio nacional, lo que demuestra que mientras en las ciudades y particularmente en Bogotá, estamos llenos de discusiones, muchas de ellas que casi nadie a entiende, ya las poblaciones en paz tomaron la decisión del crecimiento de la economía, del progreso, luego a esto hay que ponerle sentido común.

¿Entonces confía en que no haya más recalendarizaciones para la dejación de las armas de las Farc?

Espero que no. La obligación de todos ahora es cumplir. El Estado tiene que cumplir, y me refiero no solo al Gobierno sino al Estado todo, y las Farc también. Yo comprendo: escepticismo, insatisfacción, pero también miremos lo que es una gran noticia: el 30 % de las armas en manos de la ONU. Esto es milagroso y en medio de tantas críticas y dificultades, el proceso va marchando bien. Y termina el conflicto con las Farc y se abre, insisto, una posibilidad de discutir los temas de la vida real que agobian más a los colombianos.

¿Qué hacer para que el Gobierno no cometa más chambonadas, como dijo el Alto Comisionado de Paz sobre un decreto?

Me preocupa que ha habido muchas dificultades en la implementación. Los funcionarios responsables de esa materia han dado explicaciones pero es lamentable, no debían haber ocurrido, aun cuando son temas de una logística compleja. El Estado colombiano es muy ineficaz y en este caso ha demostrado mayor ineficacia. Creo que sí se debió haber hecho un esfuerzo de mayor coherencia, pero tampoco perdamos la perspectiva fundamental: dificultades con las zonas, discusiones que no debieron haber tenido lugar: perfecto, pero en los grandes temas hemos venido cumpliendo razonablemente. Sobre ese decreto de los bienes, quiero decir que el Fiscal Martínez hizo unas manifestaciones que en esencia son correctas: los bienes de las Farc tienen que ir a la reparación de las víctimas como prioridad; eso nunca ha estado en duda. Segundo, para ese efecto tienen que presentar un inventario, y, tercero: si hay bienes que quedan por fuera, la Fiscalía puede utilizar la extinción de dominio.

¿Cree que los acuerdos con las Farc también van a ser la bandera de la próxima campaña?

No debería ser así. Estoy de acuerdo con la preocupación que hay implícita en la pregunta, pero cuando a uno le dicen que “hay que volver trizas el maldito acuerdo”, pues lo que se está poniendo sobre el tapete electoral es una discusión que ya debería ser del pasado. Sería falta de cumplimiento de un deber ético desarmar una guerrilla y luego decirle que vamos a volver a discutir condiciones que fueron esenciales para el logro de ese propósito. Ya no hablemos del Acuerdo, la gente lo que quiere es cambio, hay una enorme fatiga con los partidos, las instituciones y el ejercicio de la política.

Por ejemplo, se podría hablar de la inversión extranjera, que le preocupa tanto al expresidente Uribe según su intervención en Atenas...

Sí, pero estuve reunido con profesores de la Universidad de Los Andes y no hay declinación de inversión extranjera en Colombia. Solo en un dato: los títulos de deuda pública están en un 35 % en manos de extranjeros. Cómo no va a ser eso una muestra de confianza inversionista, luego yo discrepo de esa visión. Hay problemas de crecimiento económico, las últimas cifras no fueron buenas, pero pintar un escenario catastrófico, y además en el exterior, olvida el aforismo popular de ‘la ropa sucia se lava en casa’.

¿Y cuál cree que fue la razón de él para hablar de esa manera allá?

Jocosamente he dicho que necesitamos un plan nacional de valeriana, que consiste en echar gotitas de valeriana en los acueductos públicos a ver si nos tranquilizamos. Es que se está acabando la reflexión política en Colombia, lo que hay es insultos y mucho odio y mucha ceguera. Olvidémonos de eso, ese no es el camino para Colombia. Por eso, cuando hablamos de una coalición de centro, estamos hablando de una cosa sosegada en medio de discusiones. La democracia no es unanimidad, pero pensemos en lo fundamental.

¿Será que este año de campaña va a ser más agotador que los cinco años de diálogos en La Habana?

Uy, eso de La Habana fue duro. Realmente no soy capaz de compararlo.

¿Qué aprendizaje de allá cree que le va a servir en esta nueva faceta?

A mí me convino mucho la estadía en el sentido de mayor crecimiento espiritual. Me siento una persona que conoce más ciertas intimidades de Colombia que a uno se le olvidan en su ejercicio profesional, en las burbujas que crea la vida urbana. Tuve más contacto con la que llamo Colombia invisible, una Colombia que sufre y de la cual no nos acordamos nunca, y eso me permitió recuperar sensibilidades sociales que tenía en mi época de colegio. La estadía en La Habana equivale a haber hecho tres PhD sobre Colombia.

Y también le dejó la conexión con los jóvenes y sus redes sociales...

Debo haber recorrido unas 30 universidades ya, porque hay que crear conciencia, entender que uno finalmente está trabajando es para los jóvenes. Nuestra generación tiene una enorme culpa: No haber sido capaces en más de medio siglo de resolver este larguísimo conflicto habla muy mal de todos, incluidas las Farc. Pero nuestra generación fracasó en eso y es lo que me mueve a decir: Si uno está trabajando es para los jóvenes y, en mi caso para mis nietos, pues eso le da una enorme validez espiritual y moral a lo que estamos haciendo.

¿Pero no teme que ese respaldo sea al negociador y que sea otra cosa cuando sea político?
Esa es una pregunta muy pertinente y sagaz, que no podrán responder sino los hechos (risas).

¿Cree que las zonas veredales se convertirán en 26 Caguancitos?

Esa visión apocalíptica es desacertada. El 20 de junio terminan esas zonas y se reestablece la presencia plena de la autoridad del Estado...Leí que se habla de repúblicas independientes y es excesivo. El propósito de algunos de dar un golpe en la mesa y decir cada guerrillero se va por su cuenta y riesgo y toma las decisiones individuales no está prohibido, pero esa solución no es la mejor para Colombia. La experiencia de Centroamérica es que si el tránsito es muy rápido a decisiones de carácter individual, hay tentación de generar una metástasis de criminalidad que termina reflejándose en las ciudades.

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