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Patrick Colgan, asesor del Gobierno irlandés, dice que “desafortunadamente”, disidencias y asesinatos de líderes son parte de cualquier posacuerdo. | Foto: Cortesía para El País

"Se necesita mucha paciencia para implementar la paz": Patrick Colgan

Patrick Colgan, asesor del Gobierno irlandés, dice que “desafortunadamente”, disidencias y asesinatos de líderes son parte de cualquier posacuerdo.

29 de octubre de 2017 Por: Jessica Villamil Muñoz / Reportera de El País

Patrick Colgan es irlandés, pero conoce bien del acuerdo con el que el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las Farc decidieron terminar el conflicto armado. Durante varias semanas estuvo en La Habana en 2016 para dar un impulso final a los diálogos.

Durante doce años dirigió el Programa de la Unión Europea para la Paz y la Reconciliación en Irlanda del Norte y la semana pasada estuvo en Bogotá para intercambiar sus experiencias con la Agencia Colombia de Reincorporación y excombatientes que ahora le apuestan a los proyectos productivos, la economía solidaria y la política como método para hacer transición de la guerra a la paz.

En el Congreso de la República se siguen tramitando puntos del acuerdo para convertirlos en Ley, pero algunos congresistas piden que, por ejemplo, los integrantes de la Farc pasen primero por la Justicia antes de hacer política. ¿Qué tan saludable son esos cambios?

Esto es muy complicado. Nosotros comenzamos con un acuerdo en 1998, que una tercera parte de la comunidad política en Irlanda del Norte no quiso. Tuvimos que trabajar unos diez años más y fue en 2007 que finalmente todos estuvieron de acuerdo, con diferencias políticas, para participar en la construcción de la paz. Entonces, se comienza con un acuerdo, con un programa que debe ser dinámico; pero uno tiene que adaptarse, reconocer que hace parte de los ciclos políticos de la vida normal de un país.

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¿Pero cambios tan fundamentales como ese?

El año que viene hay elecciones, no sabemos cuáles van a ser los resultados. Lo que sí se quiere y se necesita ahora es crear un espacio donde se pueda tener un diálogo informal, cálido, sin violencia en el vocabulario, con un tono de debate respetuoso, esto es lo que se necesita crear ahora para que después de las elecciones sigan trabajando por la paz. Es posible que pueda haber cambios, en nuestro caso sí que los ha habido: justicia, verdad, participación de las fuerzas del Estado. El acuerdo no es una camisa de fuerza, no puede serlo, tiene que adaptarse, se tiene que reconocer que la situación política y social cambia.

Durante las negociaciones los políticos decían: es mejor cambiar armas por votos. Ahora, muchos hacen campaña para que nadie vote por los integrantes de las Farc. ¿Cómo debe leerse esa situación?

Eso hace parte del juego político. No es que la diferencia desaparezca, ni el conflicto. Lo que sí tiene que desaparecer es la violencia. No desaparece la diversidad, la polarización en la sociedad, ni la posibilidad de debate, aunque sea algunas veces con un lenguaje estridente, pero por lo menos estamos usando palabras y no nos estamos matando. Hay una gran parte de la sociedad que todavía considera que la posibilidad la siguen teniendo los que están en el poder y que los que han dejado las armas son los que tienen el desafío de crear lazos con la comunidad.

¿Qué piensa de que el mismo Gobierno reconozca que su funcionamiento es paquidérmico y eso afecte la implementación del acuerdo?

Es el mismo problema que hemos tenido nosotros, hay problema con las burocracias, con las leyes. No tengo remedio para esto. Se necesita mucha paciencia y es normalísimo. He estado 24 años en el proceso en Irlanda del Norte y con experiencia en otros conflictos en el mundo y siempre pasa igual. Lo que se necesita son algunos líderes políticos, funcionarios, concejales, quienes están en administración local y la sociedad civil, que hagan un papel fundamental en cuanto a la interpretación de lo que está pasando aquí.

¿Qué tan largo puede ser el proceso de reconciliación de una sociedad?

El odio desaparece muy, muy lentamente. Todavía lo tenemos en Irlanda del Norte. El vocabulario del odio, la política del odio. Las historias y la cultura del odio que se cuentan dentro de las familias. Eso es un trabajo de muy largo aliento. Se tiene que hacer mucho trabajo en las escuelas, sobre cómo se enseña la historia, las relaciones entre los jóvenes a través de los deportes, de las actividades comunitarias. Las organizaciones sociales tienen un papel muy importante qué jugar porque la eliminación del odio hay que trabajarla con la generación que viene. La paz y la reconciliación no es que todos de repente nos estamos abrazando o nos amamos. Lo que estamos haciendo es buscar una manera de compartir esta tierra basados sobre unos cambios sociales, políticos y económicos que poco a poco van transformando las estructuras de las comunidades.

Muchos en Colombia cuestionan el papel de la comunidad internacional. ¿Usted qué piensa?


En Irlanda del Norte la comunidad internacional fue esencial, nos animó, nos acompañó y creó un espacio independiente y neutral en el diálogo y parte de las discusiones no se hubieran podido tener sin el acompañamiento de ellos. El rol es, no de árbitro, pero sí de animante. Los que hemos estado involucrados en estos procesos en todo el mundo sabemos lo difícil que es. Entonces nos interesa animarles y decirles que esto sí que vale la pena. En 20 años van a mirar atrás y van a decir: el 2016 (cuando se firmó la paz) fue un año en el que comenzó la transformación de este país y podrán mirar atrás con mucho orgullo y satisfacción y podrán decir: ‘esa fue una decisión bien hecha y muy importante’. Eso desde luego, es el caso nuestro. Miro atrás y digo: ‘gracias a Dios hicimos lo que hicimos’.

¿Por qué este acuerdo es tan aplaudido en el mundo?

Es un acuerdo complicado, pero muy bien informado, ambicioso, que ha ganado el respeto de la comunidad internacional de una manera extraordinaria con el rol de las mujeres, el tema de género, el aspecto de desarrollo rural integral, los planes son ambiciosísimos, pero muy importantes. Ustedes tiene un problema muy grande con el tema de cultivos ilícitos, no lo tuvimos nosotros, pero ese es el reto propio, así como la participación política y la reforma de toda la cultura y estructuras políticas; abordar el pasado, qué significa la verdad y cómo se combina la justicia con la verdad y qué significa la reparación.
Colombia va a tener que ser pragmática y reconocer lo que pasó, alzar la mano y decir: ‘sí eso no debió haber pasado, lo hice mal, pero al menos tengo la oportunidad de comenzar de nuevo’. Entonces, todo eso está en su acuerdo y por eso la comunidad internacional le interesa como un experimento, es interesantísimo lo que están haciendo aquí.

Apenas se va a cumplir un año de la firma de la paz y ya han matado cerca de cien líderes sociales y una veintena de exguerrilleros. Hay quienes desde el Gobierno le restan importancia a ese asunto...

Después de que llegamos al acuerdo en Irlanda del Norte también tuvimos un periodo con muchos disidentes, mucha violencia, bombas en nuestros pueblos y ciudades, muertes. Desafortunadamente, es parte del proceso de paz y para nosotros duró casi siete años, poco a poco fue siendo cada vez menos. En Colombia hasta ahora ha habido menos de lo que ha ocurrido en otros países, obviamente, es mucho para lo que uno quisiera desear. ¿Hasta cuándo puede durar? Es difícil decirlo, pero es la parte trágica del posacuerdo, sin embargo hay que enfrentarlo.

Perfil

Nombre: Patrick Colgan.

Profesión: filósofo y administrador público, con maestría en economía.

Experiencia: ha trabajado en iniciativas de pacificación en Irlanda del Norte, Chipre, Oriente Medio, el País Vasco y Los Balcanes.
Actualmente, es asesor del gobierno irlandés.

Fue el presidente del Fondo Fiduciario de la Unión Europea para la implementación de los acuerdos de paz ente el IRA (Ejército Republicano Irlandés) y los gobiernos del Reino Unido e Irlanda.

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