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"No crean que en la mesa se van a resolver todos los problemas": exguerrillera

Nidia Díaz, exguerrillera y actual parlamentaria de El Salvador, reconoce que Colombia jugó un papel muy importante para el fin del conflicto en su país. “Firmar un montón de hojas no es la paz”, asegura.

1 de mayo de 2016 Por: Olga Lucía Criollo | El País.

Nidia Díaz, exguerrillera y actual parlamentaria de El Salvador, reconoce que Colombia jugó un papel muy importante para el fin del conflicto en su país. “Firmar un montón de hojas no es la paz”, asegura.

"El Salvador siempre ha guardado gratitud con Colombia y por eso tenemos  un compromiso de reciprocidad para contribuir a la paz en ese país”, dice Nidia Díaz, quien ‘acusa’ al catolicismo de sensibilizarla  hasta llevarla incluso a empuñar las armas para reclamar democracia y libertad.

24 años después de haber firmado la paz como negociadora del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, Fmln, hace un receso en sus tareas como parlamentaria para confesar que ha pagado gustosa la ‘penitencia’ de intentar construir un país con sus enemigos de antaño.

De sus pecados como guerrillera y de la redención pacifista que también anhela para Colombia tras la firma de los acuerdos de La Habana, la salvadoreña habló  con El País.    

Tras varios intentos, ¿qué fue lo más difícil de la negociación del 89? 

Tres meses después de que la mesa se levantara por una bomba que mató a 30 sindicalistas, retomamos con el compromiso de que no volveríamos a levantarnos hasta producir los acuerdos que condujeran a la paz. Entonces hicimos una agenda para transformar  la Constitución, los sistemas judicial y electoral y dijimos que después vendría el cese del enfrentamiento armado, la desmovilización y la reinserción. Fuimos abordando temas y propuestas y, cuando nos estancábamos, pasábamos a otros puntos, entre ellos el de los derechos humanos, que fue el primer acuerdo, y seguimos hasta producir 34 reformas a la Constitución. Pero sí hubo momentos difíciles. Por ejemplo, a uno de los negociadores lo  mataron en una emboscada y eso puso a tambalear la mesa, pero seguimos. Negociamos dos años y después del 26 de enero del 92 no se volvió a disparar ni un solo tiro en El Salvador.

¿Qué papel jugó Colombia en ese proceso?

Para nosotros Colombia jugó un papel muy importante, tanto antes de que se destrabara la negociación propiamente, pero también en la humanización del conflicto, en los diálogos que no llegaron a nada, en la propia negociación y, después, en la verificación de los acuerdos. El Salvador siempre ha guardado gratitud con Colombia y por eso tenemos  un compromiso de reciprocidad para contribuir a la paz allá, así como en nuestro país fue posible superar el conflicto armado por la vía política. He escuchado que firmar un montón de hojas, de papeles, no es la paz, y es verdad, pero es un punto de llegada y el inicio de la construcción de la paz y la democracia, y nosotros hemos transitado ya 24 años en eso.

O sea que la mediación internacional es  importante...

La nuestra empezó cuando Daniel Ortega fue a la ONU y se creó el Grupo de Contadora, donde Colombia participó buscando una salida a las guerras de Centroamérica. La capacidad que tenían Naciones Unidas y los países amigos para que no nos levantáramos era increíble, esa participación y la verificación de los acuerdos fue decisiva, porque ambas partes tuvimos comisión de seguimiento de la ONU.

¿Qué recomienda ahora que parece estar cerca la firma de la paz entre las Farc y el Gobierno colombiano?

Importantísimo es que firme el Presidente de la República, porque es el Estado a través de él que se compromete. Importantísimo es que la gente tenga tolerancia porque empieza una cultura de paz, ir superando  estigmatizaciones y odios, porque se han dañado ambas partes, no solo un lado, entonces hay que construir una cultura de paz que fortalezca los acuerdos para ir poniendo fin a las causas que originaron la guerra. 

¿Cómo se verificaron los acuerdos en su país?

A través de la Comisión Nacional de Paz, donde se reunían todos los partidos políticos y duró cuatro años, aunque que la verificación de la ONU duró como diez. Además, teníamos un relator de derechos humanos y se supone que la sociedad fue madurando, pero hay que decir que todavía nos falta fortalecimiento institucional y tenemos serios problemas porque a la par del cumplimiento del acuerdo democrático se implementaron modelos económicos excluyentes que trajeron consecuencias fuertes a todos los desmovilizados tanto del Fmln como del Ejército. Entonces, la lección aprendida es que también tienen que haber programas económicos y sociales que ayuden al desarrollo de todo el país.

Entonces, ¿cuál fue el mayor logro para los  salvadoreños?

El legado principal fueron la libertad y los derechos políticos. Aquí a nadie se va a perseguir, a asesinar, a desaparecer a encarcelar o a mandar al exilio por sus ideas políticas. Ya podemos convivir todos los partidos y respetamos las ideologías sobre la base que el que  construye más correlación hacia su proyecto gana electoralmente, y dimos garantías para que las elecciones sean  más limpias y más libres.

Pero todavía hay problemas...

Además del modelo excluyente, que iba volviendo más pobre al pobre, el otro problema es que no se conoció la verdad  porque creamos una Comisión de la Verdad que terminó su informe en marzo del 97, pero el Gobierno del momento lo rechazó, violando el  acuerdo de paz, y decretó una ley de amnistía total y absoluta que reformó la que habíamos creado en el 92 para permitir   la libertad de los presos políticos, el retorno de los exiliados y darle garantías al Fmnl para q ue se convirtiera en partido político, pero dejando en claro que los mencionados en la Comisión no  gozarían de esas garantías, pero la nueva ley los eximió, así que nunca se han tocado esos casos de impunidad, algo bien distinto a como está trabajando ahora Colombia el tema de las víctimas y la justicia transicional, que es un aporte que da su país a las situaciones donde ha habido violencia, injusticia e impunidad. En el caso nuestro no ha habido esa etapa.

Y también están las ‘maras’...

Las ‘maras’ son un  fenómeno que vino de Estados Unidos en el  93 y 94 y se fueron desarrollando por las condiciones de  justicia social que había. Además, en El Salvador muchos militares desmovilizados constituyeron grupos de seguridad privada y casi privatizaron la seguridad, aunque el rol de la Policía y el Ejército lo tiene el Estado. Lo que quiero decir es que hay un gran comercio de armas y narcotráfico, pues somos países de tránsito de la droga. Esas son debilidades que tenemos,  pero a nivel democrático las cosas han variado. 

Parece que la inseguridad y la desigualdad social son problemas comunes a toda América Latina...

Yo sé que en Colombia ahora están las Bacrim, que vienen a ser una especie de ‘maras’, y que hay mucha inquietud sobre si  se pueden reproducir. Nosotros no teníamos el paramilitarismo, pero sí ha habido otras  particularidades que no se han dado en Colombia. Lo que sí he podido sacar como conclusión es que cuando hay voluntad y una actitud positiva frente al otro, que es un hermano de la misma Patria, se puede dejar atrás el conflicto armado. Parece fácil decirlo, pero ahora que soy parlamentaria he tenido que convivir con personas que son mis adversarios, pero ya no los puedo ver como enemigos, incluidos militares que nos persiguieron o torturaron, porque también hay algunos de ellos en la vida política. Es que ni los unos ni los otros nos fuimos, nos quedamos todos con el reto de construir una patria, con todo y sus errores, con todo y sus deficiencias.

A propósito, los miembros de las Farc han dicho que temen que no los dejen hacer política, pero usted sí pudo hacerlo,  ¿cómo?

Quitando las estigmatizaciones. Cuando participamos por primera vez como partido, en las elecciones  generales del 94, la gente votó poco por nosotros, pero rápidamente nos convertimos en la primera fuerza de oposición. La segunda vez ya la gente nos conocía más y sumamos 27 diputados a la Asamblea y 54 alcaldías. Yo fui candidata en el 99 y en campaña nos gritaban: ¡guerrilleros! y yo les decía: ‘Con mucha honra, gracias a nosotros y al esfuerzo de todo un pueblo, ustedes gozan de libertad’. También,  cuando pedíamos reducción de la tarifa de energía, el partido de Gobierno, Arena, nos decía: ‘Ah, pero cuando andaban botando postes, qué’ o cuando pedíamos que el IVA no se pusiera al consumidor final para los productos lácteos, nos decían: ‘Pero ustedes anduvieron matando vacas’, y  nosotros les gritábamos: ‘Ustedes mataron curas, mataron a monseñor (Óscar Romero), mataron a tanta gente’. 

¿Y cómo se superó eso?

Cambiamos la tónica, éramos más sensatos y construíamos cosas juntos. Por ejemplo, hicimos una asociación de mujeres parlamentarias de todos los partidos y en la Asamblea también tenemos el bloque de mujeres. Nos hemos ido conociendo como seres humanos de la misma nacionalidad. Es un proceso de construcción, pero con mucha voluntad política, mucha solidaridad y mucho amor por la gente. Las estigmatizaciones se tienen que ir borrando, porque entonces no podemos avanzar. Una vez estuve en Colombia y fuimos a platicar con los militares y un soldado nos dijo: ‘Pero cómo les voy a dar la mano a estos que hicieron esto, esto y esto, asesinos’, y nosotros le dijimos: ‘El otro, el de las Farc o el ELN, puede pensar, cómo le voy a dar la mano a este si mató a mi familia, los desapareció...’. Si  pensamos así nunca nos vamos a poner de acuerdo para construir juntos un futuro. Con esas personas nos enfrentamos en el pasado, eso no podemos cambiarlo, pero sí podemos proyectar un futuro democrático en el país. 

Una tarea que parece muy difícil...

Estoy escribiendo un libro que se llama ‘Sanando Heridas’, anécdotas de encuentros y desencuentros, pero ahí vamos, sanando las heridas todas las partes y creo que es una buena actitud el no resentimiento. A mi esposo lo desaparecieron hace 34 años y toda mi familia fue al exilio. Yo misma fui herida y capturada en combate por un asesor norteamericano y después de la firma de la paz sufrí dos atentados, el último ya siendo diputada, pero creo en la firmeza de toda la sociedad por avanzar y no retroceder. Nadie dijo que iba a ser fácil. Siempre existe un sector que se opone, que no quiere cambiar, que quiere mantener el estatu quo porque tiene intereses que son pequeños comparados con los grandes intereses de la Nación.

Pero insiste y hace poco estuvo de nuevo en Colombia para decir que sí vale la pena luchar por la paz...

Si me pregunta si ahora hay paz en mi país, yo digo que todavía no. ¿Hay democracia plena?: todavía no, porque estos temas son de varias generaciones, pero si me pregunta si hay conflicto armado, le digo: no, no hay conflicto armado por motivos políticos; hay un proceso de desestabilización, pero estamos enfrentando los retos del futuro y discutimos cómo hacerlo,  ya no en un ambiente de torturar, matar o desaparecer. Eso sí, nunca dijimos en la mesa que teníamos todas las ideas para una sociedad perfecta, que nadie crea que en la mesa se van a resolver toditos los problemas.

¿Por qué ingresó a la guerrilla?Fue un compromiso altamente cristiano con mi prójimo, que asumí desde los 13 años, cuando estudiaba en un colegio de monjas. Luego, de universitaria me tocó vivir la dictadura militar, así que nos propusimos luchar por la democracia. Muchos de los liderazgos de mi partido son maestros, estudiantes, obreros, campesinos, gente que luchó socialmente y no pudo encontrar apertura política. Por eso, tras ingresar en el 71 a hacer un trabajo político clandestino, tuvimos que ir a una guerra que no quisimos, y digo que no quisimos porque nadie pensó en eso. Yo misma estaba embarazada cuando se dio la guerra civil.
Nombre:  María Marta Valladares.Alias:  Nidia Díaz.Nació  en:   San Salvador, el 14 de noviembre de 1952. Hijo:   José Alejandro Lemus, de 28 años.Estudios:   Cursó tres años de sicología en la Universidad de El Salvador y en el 2008 se graduó como licenciada en Ciencias Jurídicas.Trayectoria:  Como comandante guerrillera, en 1984 integró la delegación del Fmln en el primer diálogo con el Gobierno de El Salvador, al igual que en las negociaciones de 1989, que culminaron con la firma de la paz en Chapultepec.

 

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