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“La paz no se puede declarar por decreto”: exguerrillera salvadoreña

Deisy Cheyne, excombatiente del FMLN, la guerrilla salvadoreña que logró un acuerdo de paz con el gobierno de su país habla de su experiencia y de los errores que se cometieron en esa negociación.

22 de noviembre de 2015 Por: Gerardo Quintero, Jefe de Cierre de El País

Deisy Cheyne, excombatiente del FMLN, la guerrilla salvadoreña que logró un acuerdo de paz con el gobierno de su país habla de su experiencia y de los errores que se cometieron en esa negociación.

Es difícil imaginar que detrás de esa suave y tranquila voz se esconde una guerrera, que hace más de 30 años hizo parte del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, la guerrilla  salvadoreña que puso en jaque al gobierno de este pequeño país. Y que después de un tortuoso proceso de paz, logró la reconciliación.

Ella es Deysi Elizabeth Cheyne, hoy una aguerrida defensora de los derechos de las mujeres en América Latina, quien ha venido a Colombia en dos oportunidades para apoyar a sus congéneres y también para hablar de su experiencia en el proceso de paz que se adelantó en su país. 

Deysi se vinculó al FMLN estando en la universidad y participó en la guerra civil salvadoreña, que duró formalmente 12 años (1980-1992), pero en la práctica se extendió por algo más de dos décadas. Gracias a sus conocimientos, la entonces guerrillera era la encargada de las comunicaciones y la información interna y externa del grupo subversivo. 

Si bien dejó el camuflado y las armas atrás, lo combatiente no se le olvida. Con una mirada crítica del proceso de paz de su país, de los errores  y de las transformaciones burocráticas de sus camaradas, Deysi habló con El País desde Bogotá, donde se encontraba participando en un foro sobre el conflicto en Colombia. 

Después de  20 años de guerra civil en  El Salvador, ¿cómo llega el FMLN a decidir que era la hora de la paz?

La guerra estalla en el 80 y en 1985 quedaba claro para las dos fuerzas en contienda que se había entrado en una especie de empate militar y que no había forma de que ninguna fuerza derrotara a la otra y entonces se empezó a pensar en serio de  buscar un desenlace negociado. En 1990 se inició el proceso formal, aunque previamente, unos tres o cuatro antes, se había realizado el proceso de construir la agenda de negociación.  

El gobierno no quería incluir el tema de las Fuerzas Armadas y la seguridad pública, que eran los puntos de honor para la guerrilla; hubo que tener mucha paciencia porque solo ponerse de acuerdo con los puntos de agenda fue muy difícil. Ya en 1990, cuando se traslada toda la mesa de negociación a México, fueron dos años muy duros para ponerse de acuerdo en todos los términos que constituyeron el acuerdo de paz.  

¿Qué similitudes encuentra con el proceso de paz de Colombia?

Llegar a un proceso de diálogo y negociación tiene que ver con correlación y allí entra el componente militar, es decir cuánta fuerza militar tienes para que el adversario se siente a negociar contigo. Aquí  me da la impresión de que una fuerza está tratando de que la otra se desarme y el fin de la guerra se dé como eso, la desmovilización de esa fuerza guerrillera, pero ¿cómo será visto eso desde la otra parte? Nosotros lo tuvimos clarísimo desde el principio, el acuerdo de paz no era solamente cómo desarmar a la guerrilla, era desarmar a la guerrilla, pero ganando una serie de puntos que significaban la transformación de todo el régimen político, de la fuerza armada y el abordaje inicial de las causas que habían desatado la guerra que era toda la desigualdad y pobreza. Aquí no veo muy claro eso, a pesar de que hay una característica que nuestro proceso no tuvo y es el involucramiento masivo y participativo de la sociedad civil. 

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Lo curioso es que usted es muy crítica con la política actual de su país, pero sin embargo el FMLN ha ocupado posiciones y de hecho hoy tiene presidente…

Es que se montó una guerra para dos cosas: derrotar la dictadura y generar condiciones para combatir la desigualdad y la exclusión económica y la pobreza. El tema es que cuando esa fuerza guerrillera se convierte en partido político cayó en la trampa de ser coptado por ese régimen político que al final de cuentas muy poco en su naturaleza cambió, a pesar de que fue una de las cosas más trabajadas en los acuerdos de paz. El tema es que si transformarse en partido para solo participar en elecciones y aspirar a cambiar a los administradores de la cosa pública se convierte en el fin último y no en el medio para hacer las transformaciones por las que se luchó por 20 años, entonces uno se pregunta qué pasó. 

Hay una situación muy compleja de seguridad en El Salvador, que se atribuye en buena parte a un mal manejo de lo que aquí se denomina el posconflicto

Si bien los acuerdos de paz posibilitaron la inclusión política de la guerrilla, nadie, ningún sector de la sociedad, ni siquiera las mismas partes en conflicto,  se ocuparon de abordar el tema de la exclusión económica, entonces ese país quedó devastado por la guerra, nadie se ocupó de todas la secuela psicosocial que una guerra supone y por un lado los ricos se dedicaron a hacerse más ricos y el Estado se debilitó aún más y entonces toda la población se dedicó a ver cómo sobrevivir, miles se fueron del país, miles  que habían estado en la guerra. Años después fueron deportados de Estados Unidos y el problema se complicó de tal forma que las bandas de narcotraficantes se apoderaron de todos esos jóvenes y en las cárceles tejieron redes que son las que generaron el clima de violencia en El Salvador.

Otro de los puntos que ha generado mucha inquietud en Colombia es lo concerniente a los niveles de impunidad, si los guerrilleros deben o no pagar cárcel, ¿cómo se vivió ese proceso en El Salvador? 

Ese es un punto muy delicado porque con estos procesos de paz, donde nadie derrota a nadie,  lo que aparece siempre es la ley de amnistía y la gente que ha tenido pérdidas, muertes, sufre mucho con este desenlace, de que todos los crímenes quedan impunes y no hay justicia restaurativa de ningún tipo.  Yo creo que en una confección de posguerra, que es la que no hubo en El Salvador, se tiene que saber que si no se promueve el tema de la memoria histórica, el reconocer todo el dolor y el impacto que una guerra tiene en la sociedad, si a eso solo se le pone una venda y se olvida, eso no resuelve nada, que fue lo que a nosotros nos pasó. 

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Pareciera entonces que todo se reduce a un cambio de roles de poder. Pasar del poder de las armas al poder burocrático. ¿Qué piensa de entregar curules a los ex guerrilleros sin que disputen una contienda electoral como cualquier otro movimiento político?

En la experiencia nuestra, como se reformó todo el sistema político,  la manera en que se llegó a tener esos cargos fue a partir de participar en elecciones y no le fue mal al FMLN. Llegó a tener como un tercio de la asamblea legislativa en las primeras elecciones en que participó. Lo que se acordó fue la integración del FMLN como partido político, pero luego se dieron dos años para prepararse y participar en iguales condiciones que los otros.

Pero lo que se espera ahora es que ese revolucionario, que en su momento tomó las armas para  liberar a su país, hoy no tenga una conducta neoliberal, sino que si está allí en esa nueva trinchera que dé las batallas que tenga que dar, pero que no se acomode a un sistema que es más oprobioso que el que teníamos antes de la guerra.

En Colombia se han reconocido más de tres millones de mujeres como afectadas en el marco del conflicto armado. Sin embargo, su participación en el proceso de paz es muy limitado, ¿qué tan importante es para usted la presencia de la mujer en la recuperación del tejido social?

Es fundamental porque las secuelas si bien impactan a hombres y mujeres, un impacto mayor lo soportan estas últimas. En un conflicto la violación sexual en la guerra es muy frecuente, hay una violencia de género específica, entonces yo pienso que en cualquier estrategia de posguerra que se diseñe, tienen que estar las mujeres, porque además desde ese dolor y esa fortaleza que da ser sobreviviente, las mujeres tienen muchas ideas y propuestas de cómo se puede salir adelante para lidiar con todos los problemas que significa la reinserción o desmovilización. 

En Colombia uno observa que las mujeres son las que lideran en las ONG la necesidad de saber la verdad del conflicto. Un proceso de paz como estos cuánto necesita de verdad y justicia para sanar heridas

Lo peor que tu puedes hacer primero es declarar por decreto la paz y la reconciliación, eso no existe. Quien lo hace así tiene un poder de tal magnitud que se le impone a los otros y los otros pueden aceptar esa imposición y legitimarla, pero ni en el corazón ni en la vida real hay paz ni reconciliación.

Todos estos procesos de reparación, de búsqueda, de acabar con la impunidad, de apoyo a las víctimas, todo eso es necesario que se dé y que la gente luche por eso, eso no se va a resolver en cuatro o cinco años, eso va para largo, pero eso es parte de la vida cotidiana, con la que el pueblo tiene que convivir, luchando por toda esa reconstrucción material, moral, espiritual que se tiene que hacer después de una guerra. Si no se hace habrá una sociedad enferma, sicológicamente enferma, que no le encuentra ningún sentido a la vida porque no halla por qué seguir luchando.

Esto apenas comienza. Cuando se decretó la paz en El Salvador era como ponerle una losa a la guerra y olvidarnos de ella y eso no puede ser, es que los corazones y la memoria no olvidan, entonces el camino es hablar de todo eso, seguir insistiendo en conseguir la justicia y dar el debate.

¿Cuál es el  error que usted diría que no se puede cometer  en Colombia?

Basada en la  experiencia nuestra diría que son dos cosas: la primera pensar que la paz se decreta, el que cesen los disparos y que se desarme a quienes tomaron las armas es solo el comienzo de una nueva búsqueda de reconstruirnos como sociedad. El segundo punto  tiene que ver con la exclusión económica, porque la mera inclusión política de esas fuerzas guerrilleras no resuelven la problemática, las causas que dieron pie a esa guerra. Después de desactivar las armas y las bombas, hay que empezar a discutir cómo el país puede ser más igualitario.

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