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Manuel Alejandro, secuestrado y desaparecido por las Farc en el Cauca.

El drama de Mariela, una madre que lleva esperando a su hijo desaparecido 5.400 días

Fue raptado hace quince de años por guerrilleros de las Farc en Cajibió, Cauca. Esta es una de las más de 200 personas que esperan por sus seres queridos en Cali.

19 de febrero de 2020 Por: Yefferson Ospina | Reportero de El País

Fue raptado hace quince de años por guerrilleros de las Farc en Cajibió, Cauca. Esta es una de las más de 200 personas que esperan por sus seres queridos en Cali.

El drama Hace 15 años su hijo fue secuestrado por las Farc y nunca volvió a saber nada de él. 15 años, más de 5.400 días con sus noches, más de 130 mil horas sin saber de él. Siempre lo piensa, dice. Siempre: ¿dónde estará? ¿Estará vivo? ¿Muerto? ¿Come? ¿La recuerda? Ella tiene 56 años, el cabello ligeramente claro, corto, la tristeza evidente en los ojos. “La única cosa peor que la muerte de un hijo es que esté desaparecido. Porque si yo lo hubiera enterrado ya habría hecho un duelo. Pero no sé nada, si está muerto o no, y uno nunca pierde la esperanza de que siga vivo”, dice. Se llama Mariela Patiño e intenta explicar la angustia constante e implacable que no la deja desde hace 16 años. Intenta explicarlo. Dice que no volvió a dormir bien. Que llora todos los días. Que imagina a su hijo sufriendo, padeciendo  frío,  hambre, tal vez convertido en un indigente. También lo imagina muerto, entonces se rompe. Allí, en su peluquería del barrio San Luis en el norte de Cali, rodeada de fotos de él, llora, muy bajo, como avergonzada. Una desaparición es eso: un punto medio entre el hecho irrevocable de la muerte y la esperanza constante de la vida. Una incertidumbre, un aplazamiento cruel. Una forma sofisticada de la impiedad. “Así sea que me digan en dónde están los huesitos, para yo ir por él y darle una cristiana sepultura”, dice.  Las dimensiones La Unidad de Víctimas ha contado desde 1985 un total de 157.580 víctimas de desaparición forzada en el país. De ese número, 45.630 son víctimas directas, es decir, los que efectivamente están desaparecidos. 112.837 son los deudos, las madres, los padres, los hermanos, los hijos, de los desaparecidos. En el Valle, que es el cuarto departamento más afectado por este flagelo se calcula que hay 1.971 desaparecidos y 6.974 personas que los buscan, que sufren, tanto como Mariela. ¿Cómo entender el número, la abstracción, esa matemática muda que nos dice tan poco? Lea también: con esperanza reciben familiares de desaparecidos acuerdo entre Farc y Gobierno. Si se suman los desaparecidos de las dictaduras de Paraguay, entre 1958 y 1988, y de Chile, entre 1973 y 1990, el total sería 1.464 desaparecidos.  500 víctimas menos que aquellas que se calcula hay en el Valle del Cauca. Si a la suma de los desaparecidos en Chile y Paraguay se le agregan los 9.000 que dicen desapareció Videla en Argentina, la cifra no alcanzaría a sobrepasar el total de desaparecidos que hay en Antioquia y Valle del Cauca juntos. Los números, las comparaciones, podrían seguir, sucederse unos a otos, alumbrando la infamia.  En los inicios de la década de los 90, la mayor parte de desapariciones en el Valle del Cauca se llevaron a cabo en el norte del departamento. Municipios como Trujillo, Zarzal, Ríofrio, Cartago, Tuluá, fueron asolados por narcotraficantes al mando de alias El Alacrán y alias Don Diego, con su grupo de sicarios denominados ‘los Machos’. Lea también: Medicina Legal ya prepara protocolos para búsqueda de desaparecidos. Ellos, aliados con paramilitares, fueron los responsables de la serie de homicidios y desapariciones en las masacres de Trujillo, que dejó más de 300 víctimas directas.  No se sabe cuántas víctimas en total dejaron en el Valle del Cauca. Por eso ciertas organizaciones de Derechos Humanos calculan que el número de desaparecidos en el departamento es hasta cinco veces mayor que la cifra de la Unidad de Víctimas.  Hacia 1999, con la incursión del Bloque Calima de las AUC en la vereda La Moralia, en Tuluá, el número de desaparecidos anuales registrados por la Fiscalía empezó a duplicarse. En 1998 se reportaron 131 casos en el Valle. En 1999 el total fue de 252. En el 2000 se contaron 435 casos y ese nivel se mantuvo hasta el 2008, justo cuando se había concretado el proceso de desmovilización del bloque Calima. Todos los municipios tenían casos. Caicedonia, Calima, Candelaria, Buenaventura, Jamundí, Yotoco, Vijes, Florida. Todos. El drama Hay una imagen que lo resume todo. Es una imagen brutal, que desafía de inmediato todas nuestras categorías, nuestras ideas de lo que es natural, de lo que no nos perturba.  Una anciana llora mientras se inclina y abraza los restos óseos de la que alguna vez fue su hija. Fue en 2007. La mujer, Tulia Rosa Pérez, viajó más de mil kilómetros desde Frontino, Antioquia, hasta La hormiga, Putumayo, para recibir los restos de su hija desaparecida 7 años antes por paramilitares.  Abrazaba los huesos. Su hija.  Lea también: las dificultades de encontrar a los desaparecidos de las Farc El caso de Tulia Rosa es apenas uno entre los 8.360 que los paramilitares confesaron en las audiencias de Justicia y Paz. 8.360 confesos en un universo que supera los 45 mil. ¿Y los otros?En el último acuerdo logrado entre el Gobierno y las Farc, la guerrilla se comprometió a empezar a entregar información sobre los desaparecidos que son su responsabilidad.  Pero se ignora de cuántas víctimas son en realidad culpables. La Procuraduría sostiene que se trata de al menos 2.670 casos. Se desconoce cuántos de esos casos habrían ocurrido en el Valle. Se sabe, se supone, que la mayoría tendrían que haber ocurrido en los municipios de Jamundí, Pradera y Candelaria, que colindan con el norte del Cauca y en donde históricamente las Farc siempre han tenido presencia. En Cali, junto a Mariela Patiño, otras 249 personas esperan. ¿Qué esperan? Algo, una indicación, una señal, un punto aunque sea vago señalado por las Farc, diciendo que allí pueden estar los despojos de sus hijos, sus hermanos, sus padres, sus madres.   Son 250 personas que hacen parte de la Asociación de Víctimas de Secuestro de las Farc, ‘Los que faltan’,  que se formó el 3 de abril de 2012, cuando la guerrilla entregó a los que llamaron los últimos diez militares que tenían en su poder.  Mariela cuenta que varios familiares de otros militares que habían sido secuestrados se reunieron cerca al aeropuerto militar de Catam, donde llegaron los liberados, a pedir por los suyos,  los que las Farc se negaban a reconocer.   “Ahí conocí a otros que sufrían como yo. Nos empezamos a reunir y entonces formamos la organización a la que la llamamos ‘Los que faltan’, para empezar a exigir que se nos diga la verdad de lo que ha pasado. A mí, como a todos los que tenemos desaparecidos, la verdad se nos ha vuelto una obsesión”, dice Mariela.  Y entonces se pone a rememorar: la noche del 20 de septiembre de 2003 cuando siete guerrilleros con camuflado y fusiles llegaron hasta su casa en la vereda La Arroyuela, Cajibío, y le arrancaron de su lado a Manuel Alejandro, que tenía 20 años y era militar, y cómo sus nietos de 8 y 4 años lloraban y cómo valiente, ofendida, desafiaba a los guerrilleros para que le dispararan.  Y luego, en el abismo de su dolor, hizo pequeños carteles con la foto de Manuel que llevó por toda la vereda y pegó en paredes y postes pidiéndole al comandante de la Jacobo Arenas,  alias Pequeño,  que le devolviera a su hijo. Y un día llegó hasta uno de los campamentos de las Farc a exigirle a otro de los comandantes que le entregara a Manuel y solo obtuvo la respuesta de que si seguía buscándolo entonces la iban a matar a ella también, y a sus otros tres hijos y a su esposo y nietos. Y la decadencia lenta de la familia, el miedo destructor del esposo que no quería que ella lo siguiera buscando, de la hija que le pedía que no se empeñara en encontrarlo porque entonces los ponía en peligro a ellos.  Y la decisión de huir, de dejar la tierra, de venir a Cali. En 2004 Mariela decidió salir de su finca y establecerse en Cali para evadir la muerte. Y los problemas con su esposo y sus hijos por su obstinación en encontrar a Manuel terminaron por aislarla en esta ciudad.   “Y sigo esperando. Seguro está muerto, Pero que me digan en dónde, para ir por él. Que me digan por qué a él, por qué. Que me digan la verdad, solo queremos y necesitamos eso, la verdad”, dice, los ojos húmedos, los labios trémulos.  La verdad en una fosa En Colombia se han encontrado 5.025 fosas con 6.420 cuerpos, despojos de cuerpos. En el Valle han encontrado 91 fosas y 128 cuerpos.  Se trata de números excesivos. 5.205 fosas en un país con 34 departamentos. 91 fosas en uno solo de ellos que sin embargo no es aquel en que más huecos llenos de cadáveres han encontrado. En Antioquia el número de fosas es de 882 con 1126 despojos. Son números excesivos. Los únicos departamentos en los que no han hallado fosas son Amazonas y Guainía. Podría decirse, como una metáfora absurda y macabra, que Colombia es una fosa inmensa.  ¿Y la verdad? Aún tendremos que seguir cavando, mucho,  para encontrarla.   Eso lo sabe Mariela que no pierde la esperanza de hallar a Manuel.

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