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A Léyner la guerra le arrebató 32 familiares, pero él cree en la paz

A Léyner Palacios Asprilla el conflicto armado colombiano le ha dejado varias cicatrices. Más que físicas, del alma. Por esta razón, los acuerdos alcanzados en La Habana le generan optimismo. Historia.

25 de septiembre de 2015 Por: Katerine Mora Hoyos, reportera de Elpaís.com.co

A Léyner Palacios Asprilla el conflicto armado colombiano le ha dejado varias cicatrices. Más que físicas, del alma. Por esta razón, los acuerdos alcanzados en La Habana le generan optimismo. Historia.

A Léyner Palacios Asprilla el conflicto armado colombiano le ha dejado varias cicatrices. Más que físicas, del alma. Su voz es firme y valiente cuando opina sobre los acuerdos alcanzados hasta ahora en La Habana por el Gobierno y las Farc, pero se le quiebra por completo cuando en su mente se proyectan las imágenes de violencia y de sufrimiento que marcaron la historia de su municipio: Bojayá.

Como aquella masacre ocurrida el 2 de mayo de 2002, que dejó 79 muertos, entre ellos 48 menores de edad. Con sus palabras es capaz de realizar una narración cronológica casi perfecta de cómo ocurrieron los hechos que por más de dos días llenaron de sangre y de dolor al municipio chocoano.

Por ejemplo recuerda cómo, cuando aparecían las primeras luces de ese primero de mayo de 2002, junto a su familia debió echar encima los colchones de paja de las camas para protejerse de las balas que atravesaban su casa de madera.

También, cuando hacia las 3:00 p.m. salió con los suyos hacia el barrio Bellavista, pasaron por la iglesia y se refugiaron en la casa de Las Agustinas, donde vio que muchos en el pueblo pasaban por la misma situación. En menos de 24 horas y sin darse cuenta, todos los que ahí se refugiaban, estaban en medio del enfrentamiento entre la guerrilla y los paramilitares.

“Vimos la necesidad de acercarnos donde ellos a exigirles que por favor no nos pusieran en la mitad de la confrontación y nos decían que si seguíamos allí nos iban a matar. Salimos corriendo y en ese momento nos dimos cuenta que la situación era muy grave. Creímos que nadie iba a salir con vida y perdimos la esperanza. Dijimos: bueno, luego llegarán los organismos humanitarios y recogerán los muertos. Fue muy duro, sentimos una explosión muy fuerte y cuando la tercera pipeta cayó en la iglesa, todos sabemos qué pasó”.

Por episodios como este, Léyner -quien hoy es la voz de miles de víctimas del conflicto- celebra el anuncio del acuerdo sobre Justicia Transicional al que se llegó el miércoles en La Habana.

“Si en este país queremos reconciliarnos tenemos que exigir un mínimo de justicia, pero también que haya procedimientos que permitan que las penas no sean exclusivamente privativas de la libertad, sino restaurativas”, comenta Léyner.

Cuando habla de penas restaurativas, este hombre que toda su vida ha estado vinculado a procesos sociales, no se refiere a levantar iglesias, construir casas o reconstruir colegios caídos, como muchos han pensado.

“Cuando pensamos en el tema de la reparación vemos mucho las cosas materiales, pero los victimarios también pueden realizar trabajos comunitarios, productivos, sociales y de convivencia, pero sobre todo acciones que den garantías de no repetición ni revictimación. A mí suena fuerte que me digan que mañana un grupo de guerrilleros va a reparar la iglesia, es lógico, nosotros no lo vamos a aceptar porque esos sitios son sagrados para nosotros, ahí están nuestros muertos”.

Lea también: Los avances y retrocesos de la reparación a las víctimas

En la masacre de Bojayá Léyner perdió 32 de sus familiares. En otra ocasión, cuando le tocó salir huyendo con su hija mayor y la única opción para resguardarse fue zambullirse con ella en el río, casi la pierde, no física pero si emocionalmente.

“Cuando me tocaba aguantar debajo del agua, ella me abrazaba y me apechichaba. Yo pensaba que era porque me quería o buscaba refugio, pero cuando llegamos a un sitio de mayor tranquilidad la niña me soltó, no me quería ver, me cogió odio. La cosa cambió cuando hablamos de lo que sucedió y ella me dijo que pensaba que yo la quería ahogar. Eso está superado, pero es muy duro”.

Al preguntarle que qué opina de las personas que están en contra de que se firme un acuerdo, Léyner asegura que valora todas las opiniones, incluso la de los excépticos en el proceso de paz.

“Como víctima y como persona que vive en el campo le digo a esas personas que no están a favor de un acuerdo que los que vivimos en el campo sufrimos todos los días pensando en si podemos ir a cortar nuestro racimo de plátano, en cómo vamos a alimentar nuestros hijos. Es muy complicado amanecer y estar con la preocupación de pensar a qué horas va a haber un bombardeo, no saber si ese día se pueden hacer las actividades cotidianas. Creo que el mayor abono de esta negociación es precisamente es para las zonas rurales donde por el conflicto armado el desarrollo no llega”, sostiene.

Además agrega: “la invitación es a que comprendan un poco la realidad que vive ese país rural, ese del sufrimiento, el de las comunidades indígenas y afros. Estamos allá en la periferia y realmente es importante que se firme ese proceso, que cese el disparo de las armas. La invitación es a que reflexionemos, nosotros recibimos las críticas, pero también queremos que piensen en la realidad que vivimos los colombianos de a pie”.

¿Es difícil perdonar?, Léyner reitera que sí y mucho. No obstante, asegura que es necesario, como cuando hizo parte de la jornada de reconciliación que se llevó a cabo entre las víctimas de la masacre de Bojayá y las Farc el 18 de diciembre de 2014 en La Habana.

“El encontrarnos con nuestros victimarios generó malestar e incomodidad. Fue un momento bastante tenso, porque uno está cargado de todo el dolor, la rabia y la tristeza de haber perdido sus seres queridos, es de ser humanos sentirlo y quizás expresarlo. También son momentos de mucha impotencia y al viajar a La Habana para participar del proceso, las víctimas fuimos capaces de superar eso”, manifiesta Preciado.

Para Léyner perdonar es un acto para seguir viviendo en tranquilidad. “Es difícil olvidar a nuestros seres queridos, pero yo veo también personas en los miembros de las Farc, en los que promovieron los bombardeos a nuestras comunidades. Entonces para mi perdonar es estar sin odios, sin pensar en esas venganzas con esa gente que nos quiso matar, pero no para que ellos estén tranquilos sino para yo poder seguir viviendo”.

De lo acordado en La Habana, este hombre también destaca la posibilidad de que estos grupos puedan hacer política, no porque los apoye, sino que para él, empuñando las armas esto se hace.

“Ese punto permite cortar ese fenómeno que se ha presentado en Colombia de hacer política a través de la violencia. Además permite que sectores sociales o movimientos que históricamente no han tenido la oportunidad de participar en los ejercicios electorales y toma de decisiones de poder, por la presión que hay de grupos insurgentes en sus poblaciones, pueda participar. Para nosotros es un avance importante”, dice.

¿Es posible sanar las heridas? Léyner considera que sí. Para él esto se hace con muchas ganas de vivir y pensando en un nuevo país. Pero también con mucha fe, con mucha esperanza y optimismo.

“Yo veo siempre en los jóvenes la posibilidad de un Bojayá mejor, entonces recuerdo las caras de esas personas que perdimos, jóvenes, niños, y digo: bueno, estamos nosotros aquí y tenemos que seguir caminando. No es fácil, son momentos donde a veces se tiene mucha esperanza y se pierde, hay momentos de tristeza y de dolor, pero la alegría de nuestros pueblos, las ganas de seguir conservando esa madre naturaleza y seguir aprovechando todo lo que nos ofrece, nos hace tener nuestros motores encendidos”.

Al preguntarle a Léyner si es una persona feliz con su realidad, dice con toda seguridad que sí. No obstante, es consciente de que si hubiera nacido en ciudades como Bogotá o Medellín, o que si Bojayá fuera un pueblo con mayores oportunidades, la ruta de su destino sería diferente.

Quizás hubiera cumplido su sueño de ser administrador de empresas o el de ser un abogado. Ahora, a su manera ejerce esas dos funciones, tomando la vocería de quienes, a pesar de haberlo perdido todo, aún tienen la capacidad de soñar con un mejor futuro.

Vea el video publicado por las Farc sobre el encuentro que tuvo lugar el 18 de diciembre de 2014 con las víctimas de Bojayá, en la jornada de reconciliación.

 

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