La tragedia de Corinto

Ni las alertas tempranas de evacuación que sonaron con 30 minutos de antelación pudieron salvar de la tragedia a los habitantes de Corinto, en el norte del Cauca.

Era imposible pedir que en tan breve lapso se resolviera lo que no se ha hecho en años para evitar los desastres.

Si bien la fuerza de los fenómenos naturales golpea cada vez con más fuerza al mundo, y Colombia no es la excepción, también es cierto que el país lleva décadas enfrentándose a las calamidades que ocasionan los veranos intensos o las fuertes temporadas de lluvias .

La razón es que se siguen sin atender las causas que empeoran esas tragedias y sin acogerse a las normas y a las recomendaciones que con frecuencia emiten los comités de prevención de desastres.

Tal cual ocurrió en Corinto el martes cuando se vino la avalancha del desbordamiento del río La Paila que deja hasta ahora cuatro muertos, 18 desaparecidos, 29 heridos, 8.000 damnificados y 37 casas colapsadas.

Mientras se permita construir en las riberas de los ríos o en las zonas de ladera o en sectores que se sabe son de alto riesgo, la magnitud de las devastaciones será desoladora y Colombia tendrá que llorar sin remedio a las víctimas que ellas dejan.

Ahora hay que ser solidarios con las víctimas en Corinto para que su municipio pueda atender los daños que provocó la avalancha, y ayudarles a reconstruir sus vidas después de la tragedia, una de aquellas que son predecibles cuando llega el invierno.