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Y la emergencia que llega

Lo cierto es que nuestros siete ríos son como muertos sin agua potable, sin oxígeno, sin caudales. Y lo que debe hacerse es asumir la responsabilidad de la emergencia que se puede producir. Porque ya no es sólo que no hay agua para bañarse, sino que la escasez puede llevar a producir problemas de higiene pública y de salud.

20 de enero de 2016 Por:

Lo cierto es que nuestros siete ríos son como muertos sin agua potable, sin oxígeno, sin caudales. Y lo que debe hacerse es asumir la responsabilidad de la emergencia que se puede producir. Porque ya no es sólo que no hay agua para bañarse, sino que la escasez puede llevar a producir problemas de higiene pública y de salud.

Lo que se temía, llegó a Cali. A partir de ayer, y ante la escasez y los malos pronósticos del clima, por lo menos setenta barrios de la ciudad que son abastecidos por el río Cali tendrán racionamientos de agua.Se dice que la combinación de la sequía, El Niño y el aumento del consumo es la causa de una medida que por ahora se aplicará entre las diez de la noche y las cuatro de la mañana del día siguiente. Y es la consecuencia de una inédita baja de su caudal, la más grande en su existencia. Según Emcali, hoy están pasando 960 litros por segundo cuando en enero deberían estar pasando 1400 litros por segundo. Otro tanto pasa con el río Meléndez, cuya planta está ya en emergencia, afectando a los asentamientos de la ladera. Y el Cauca, que abastece al 70% de la urbe, es decir, a un millón setecientos mil personas, tuvo un nivel de 2,9 metros, muy cercano a los 2,5 metros que obligarán a suspender las labores de la planta de tratamiento de Puerto Mallarino. Por supuesto, para qué referirse a los otros cuatro ríos que atraviesan la Sultana del Valle, destruidos por el mal manejo de sus cuencas y convertidos en alcantarillas por las innumerables invasiones que los rodean.Se dirá entonces que el causante es el fenómeno de El Niño, enemigo que siempre hemos sabido que existe pero nunca se ha hecho nada por preparar a la ciudad para enfrentarlo. Se le echará la culpa al consumo desbordado de los usuarios que alegarán en su favor el hecho de que pagan cumplidamente sus recibos. O como se ha vuelto normal, se afirmará que el acceso al agua potable es un derecho fundamental que no se le puede negar a nadie, aunque lo desperdicie, o lo use para lavar sus automóviles y motocicletas.Pues como van las cosas, y si sigue el Niño haciendo sus travesuras, no es difícil que la ciudad fundada hace 480 años, la tercera de Colombia con dos millones quinientos mil habitantes y uno de sus polos de desarrollo, termine en un racionamiento general. Entonces será muy fácil echarles la culpa a los gobernantes, o a las limitaciones de Emcali, o a la falta de visión de los dirigentes caleños y vallecaucanos. Pero así no se solucionará un problema que, según estimativos de especialistas puede prolongarse tres o cuatro meses porque se prevé que no lloverá hasta mayo.Lo cierto es que nuestros siete ríos son como muertos sin agua potable, sin oxígeno, sin caudales. Y lo que debe hacerse es asumir la responsabilidad de la emergencia que se puede producir. Porque ya no es sólo que no hay agua para bañarse, sino que la escasez puede llevar a producir problemas de higiene pública y de salud.Infortunadamente, hoy ya no puede solucionarse el problema con discusiones acerca de la construcción de represas o si es mejor el agua de escorrentía, o con dudas sobre por qué no hemos usado el agua del Pacífico, la zona de mayor precipitación de lluvias en el Planeta. Hoy, el asunto es de organizar la ciudad para la emergencia que puede venir, y castigar con decisión a quienes gastan el agua porque lo pagan o porque tienen un derecho fundamental sobre ella.

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